'Muñeca rusa' 2T: la serie de bucles temporales de Netflix vuelve más loca, más imprevisible y más macarra

La nueva temporada de la serie de Natasha Lyonne consigue llevar las paradojas temporales mucho más lejos.
Muñeca rusa
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[Este artículo contiene SPOILERS de 'MUÑECA RUSA' 2T]

Natasha Lyonne está de vuelta en la piel de Nadia en una aventura aún más intrincada que la que nos presentaba la primera temporada, todo un éxito de la plataforma Netflix que en 2019 logró sumar 13 nominaciones a los Emmy, entre otras, Mejor serie de comedia, Mejor actriz principal en una serie de comedia y Mejor guion para una serie de comedia.

En estos 7 nuevos capítulos los protagonistas emprenden un viaje a través del tiempo para entender más sobre su pasado, pero también para, finalmente, poder aceptar su presente. Tras una primera temporada en la que el bucle temporal, la muerte y la ayuda mutua entre Nadia y Alan (Charlie Barnett) eran la clave de todo, la serie creada por Natasha Lyonne, Amy Poehler y Leslye Headland nos brinda una nueva entrega que consigue dar un cambio radical y llevar la paradoja temporal al siguiente nivel, al tiempo que mantiene la misma personalidad.

Viajes temporales y asuntos familiares

Esta nueva entrega recupera varios detalles importantes de la primera temporada y los desarrolla en profundidad. Para empezar, sabíamos que la madre (Chloë Sevigny) de Nadia tenía una enfermedad mental y que por lo general había sido una persona problemática para el entorno familiar. Esto había marcado enormemente la infancia de Nadia y había sido una parte central de la trama durante la primera temporada. También sabíamos que en un cierto momento Ruth (Elizabeth Ashley) había tenido que encargarse de cuidarla y que para Nadia es como una segunda madre.

En su viaje a 1982, Nadia descubre que no solo está en una época que no es la suya si no también en un cuerpo diferente, el de su madre. Tratando de sobrevivir la situación comienza a entender, en parte, cómo se sentía su madre con respecto a la relación con su abuela (Ilona McCrea), de carácter muy severo, su amante (Sharlto Copley), un ladrón sin escrúpulos, o Ruth (Annie Murphy), su amiga y la única persona que la apoyaba en todo momento. 

Para ella, ver esta faceta de su madre y entender lo vulnerable que era en aquel momento, le sirve como reconciliación parcial con ella. Lo mismo sucede al viajar a 1944 e introducirse en el cuerpo de su abuela. Ante todo, ha sido una mujer sola en un momento histórico terrible para los judíos de Hungría y, para más inri, había perdido una fortuna a causa de los nazis. ¿A quién no le agria el carácter eso?

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Por su parte, Alan también experimenta el mismo fenómeno, pero en su caso viaja al Berlín oriental en 1962 y se encuentra en el cuerpo de su abuela (Carolyn Michell Smith). De nuevo, él disfruta de la tranquilidad de que todo esté previsto, que todo tenga que suceder de una manera. 

Allí conoce a Lenny, un amigo de su abuela por quien siente una cierta atracción romántica y que le impulsa a pasar más tiempo en esa época. Esta temporada vemos muy poco de las aventuras de Alan pero, aun así, en cierto modo es reconfortante saber que Nadia tiene alguien que le cree en todo momento cuando explica sus locuras temporales.

A la búsqueda del auténtico tesoro

Todo este viaje temporal le da a Nadia la esperanza de poder cambiar su presente. Su abuela y su madre perdieron una vez la fortuna familiar, su herencia, de la que solo conserva un colgante. Así, entre el tiempo pasado y el actual, intenta entender el destino de esa fortuna, desde que se la roban los nazis a su familia hasta que su madre la pierde de un modo inexplicable. Este es, de hecho, el hilo conductor de toda la temporada, la obsesión de Nadia por recuperar su herencia y por conseguir por fin la vida que piensa que se merece.

Y es que, en esencia, la segunda temporada de Muñeca rusa reflexiona sobre la identidad, la construida y la impuesta. Somos quienes somos por nuestro pasado, que sienta algunas bases como el lugar en el que nacemos o las facilidades que tenemos: nuestra auténtica herencia tiene que ver con las decisiones que tomaron nuestros antepasados. Por otro lado, las decisiones que tomamos nosotros condicionan nuestro futuro.

En su viaje al pasado, Nadia descubre que por mucho que intente cambiar las decisiones que tomaron su madre o su abuela, las cosas siempre pasarán de la misma forma. Su abuela perderá y reencontrará su dinero, su madre lo volverá a perder y a ella no le quedará nada, tal y como tiene que suceder. Su madre siempre tendrá problemas psicológicos, su abuela siempre desconfiará de su capacidad para cuidar de Nadia y Ruth siempre terminará haciéndose cargo de ella. En definitiva, aprende que hay muchas cosas en la vida que son, como diría Chez, un Coney Island, algo que, de haber sucedido, lo habría cambiado todo, pero no ha sucedido. Sin más.

Al contrario, Alan, de quien vemos muy poco en esta temporada, intentará tomar las mismas decisiones que habría tomado su abuela en la Alemania oriental de 1962 de modo que todo sea tal y como tiene que ser. En concreto, cuando Lenny decide cruzar el muro de Berlín a través de un túnel que ella misma le ha propuesto construir, Alan entra en pánico ante la posibilidad de estar tomando la decisión incorrecta si le deja marchar. 

Aquí descubre que no hay decisiones buenas o malas y que tener miedo a decidir es tener miedo a vivir. Una lección difícil de aprender tras ser consciente de que, en la temporada pasada, tomó una decisión complicada y errónea cuando optó por quitarse la vida saltando desde su azotea.

Una receta diferente, mismo sabor

Esta segunda temporada de Muñeca rusa consigue sorprender por todo lo que la diferencia de la primera, y es que las nuevas formas de “jugar” con el tiempo hacen que continúe en su misma línea pero que no resulte repetitiva. De hecho, estamos ante una entrega muchísimo más enrevesada, más fuera de control y más caótica e incluso psicodélica y, la verdad, se agradece. Como se agradece también la inclusión de una banda sonora tan atemporal como temporal (demos por válida la paradoja, que la cosa va de eso).

El último capítulo termina en el mismo baño en el que empieza el primero, con Nadia mirando un reflejo que lleva tiempo sin poder ver, reconociéndose y aceptándose. Ha comprendido que no puede enfrentar las decisiones que ya ha tomado -incluso el haberse perdido los últimos momentos de Ruth- pero entiende que sí puede cambiar su futuro.

De hecho, vemos un cambio de actitud cuando Lobo, su camello, le ofrece aquel famoso cigarro estilo israelí y Nadia, en lugar de llevárselo a la boca, lo reposa en su oreja. Se lo fumará luego, o quizás nunca. Aquí está la promesa de un cambio.

¿Tendrá todavía asuntos pendientes que resolver con el pasado? ¿O más bien estamos en el preámbulo de nuevas aventuras en el futuro? Solo queda esperar para ver con qué nos sorprender las creadoras de Muñeca rusa en la próxima temporada. El listón, desde luego, está bien alto.

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