Miedo y problemas en la casa de ensueño: 'Vigilante', de Ryan Murphy en Netflix, da para una apañada maratón

Bobby Canavale y Naomi Watts, los sufridos propietarios de una casa en 'Vigilante'
(Netflix)

Ryan Murphy mantiene intacto su carácter prolífico, e incluso parece haberlo intensificado, con Netflix como lugar preferente. Mientras siguen de actualidad Monstruo. La historia de Jeffrey Dahmer y El teléfono del señor Harrigan, el creador televisivo ha estrenado Vigilante (The Watcher), miniserie con Bobby Cannavale y Naomi Watts adscrita al perfil temático de la casa de ensueño que en lugar de la felicidad deseada trae miedo y problemas. Por sus elementos, su dinámica y su intriga, canaliza un entretenimiento más que apañado para una maratón.

Como se intuye por el tipo de premisa, de fondo asoman lo convencional y lo reconocible, lo que no importuna debido al interés que ejerce, y además con eficacia. No es de las propuestas que se recuerden con el paso del tiempo, hecho que no obstante tampoco pretende. En el marco del thriller, no del terror, cumple su función de ‘enganche’ transitorio. No porque ofrezca grandes momentos de tensión, sino por el propio proceso y por los múltiples frentes de sospecha y los sucesivos giros al respecto.

Vigilante, desarrollada por Murphy y por su colaborador Ian Brennan, se inspira en hechos reales y muestra a una familia que deja Nueva York y se muda a una zona residencial para hallar una tranquilidad que en la ciudad ya no encuentran. Compran por tres millones de dólares, asumiendo considerables riesgos financieros, una imponente casa, la del 657 Boulevard, que les fascina y que también atrae las miradas externas.

Pronto les dan la bienvenida con cartas siniestras que señalan que un perturbado les observa, amenaza latente en el contexto de un vecindario tendente a lo zumbado: una mujer obsesionada con el montaplatos de la casa y molesta porque vayan a cambiar el mármol de la encimera de la cocina, su hermano discapacitado y un matrimonio mayor de los que generan recelo, sobre todo cuando creen que pertenece a un culto satánico.

Murphy, director de tres de los siete episodios (de los otros se encargan Paris Barclay y Jennifer Lynch), se muestra bastante más contenido de lo que acostumbra (solo hay que recordar Nip/Tuck. A golpe de bisturí y el tono desatado de American Horror Story). Este tratamiento no quita que se perciba el juego alocado instalado en lo conceptual conforme evoluciona el relato.

Así lo resaltan los dos últimos episodios, algunos detalles autoconscientes (ese "vamos a ver una vez más el tablón de sospechosos", alusivo a los continuos cambios de perspectiva) y el cierre elegido. Resulta más que juguetón por cómo concentra lo ambiguo y lo resuelto, por el énfasis en la cuestión de la obsesión con la casa (palpable a lo largo de la historia) y por su lúdica coherencia si se atiende al caso real.

Estos aspectos y el interés transmitido como thriller apañado compensan el aire de telefilme que rezuma Vigilante en tramos de los últimos capítulos y la falta de detalles narrativos (solo deja algunos el piloto).

La intriga funciona, y también el componente dramático, reflejado en los problemas familiares en medio de la tensión. La situación en la que quedan sumergidos los Brannock se agrava por la actitud sobreprotectora del padre con la hija adolescente y por la forma en que ella le castiga y después por el montaje que corre peligro de llevarse por delante el matrimonio. La miniserie incide por tanto en la clásica circunstancia de que los hechos van destruyendo a los afectados, en especial al marido, el que más los sufre y que luego cae en lo ausente y lo obsesivo.

Imagen promocional de 'Vigilante' en Netflix
(Netflix)

Naomi Watts, el reclamo del reparto, ofrece una buena actuación, si bien destaca más la de Bobby Cannavale, en un estimable trabajo y en el que reposa principalmente la narración. El elenco femenino secundario resulta asimismo sugerente: Jennifer Coolidge (la eterna madre de Stifler), quien con su inconfundible estilo interpretativo encarna a la agente inmobiliaria, amiga universitaria de la esposa, a la que manipula sutilmente; Margo Martindale y, sí, la mismísima Mia Farrow como la trastornada vecina de la delirante sociedad de preservación.

Sin embargo, el mejor personaje femenino es, sin duda, el de Noma Dumezweni, que da vida a la detective privada a la que recurren los Brannock, una excantante de jazz enferma de cáncer con la que establecen un vínculo. Si se piensa bien, su descripción es muy Murphy

Por otro lado, también cabe mencionar las aportaciones de Christopher McDonald (el jefe de policía que les atiende pero solo da largas) y de Joe Mantello, el siniestro ‘inspector del edificio’ que se cuela en la casa y se hace un sándwich como si nada.

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