'La casa del dragón' no necesita violaciones para exponer el machismo de Poniente (y el mundo real)

De la violencia obstétrica al despecho: así retrata la serie la misoginia más allá de violaciones y herederos al Trono.
'La casa del dragón'
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Cinemanía
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[ESTE ARTÍCULO CONTIENE SPOILERS DE LA CASA DEL DRAGÓN]

Poniente es machista. Poniente es misógina. No estamos descubriendo nada nuevo. Juego de tronos, con sus violaciones, matrimonios de conveniencia y compraventa de mujeres, entre otras aberraciones socialmente aceptadas, dejó bien claro desde el minuto uno que la fantasía épica de George R.R. Martin nos trasladaba a un patriarcado arcaizante en el que la dominación masculina tenía más poder que cualquier monarca sentado en el Trono de Hierro. 

La casa del dragón, precuela centrada en la Casa Targaryen, recupera de la serie original esa misma dictadura de género, donde ellos deciden y ellas acatan. Es la columna vertebral de la trama, la razón por la que la sociedad mira con suspicacia a la heredera Rhaenyra Targaryen (Milly Alcock/Emma D'Arcy), cuestionando su futuro como soberana y confiando el liderazgo a cualquier hombre antes que a ella.

Para el director Miguel Sapochnik, la violencia machista tan explícita en la serie es parte de la denuncia a esos tiempos pasados (y no tan pasados): "No puedes ignorar la violencia que sufrían las mujeres a manos de los hombres en aquellos tiempos".

Así, los personajes masculinos, pese a las mejores intenciones de reyes como Viserys (Paddy Considine), que confía en ceder el poder a una mujer (no sin antes haberse cargado a su esposa en busca de un heredero varón, ejem), siguen creyéndose con el derecho de poseer a cualquier fémina que les plazca, siguen visitando burdeles y violando chicas, siguen casándose con niñas y considerándolas meros adornos que engendran bebés. 

Es la época que les ha tocado vivir a Rhaenyra o Alicent (Emily Carey/Olivia Cooke), similar a la de Daenerys (Emilia Carke) cientos de años después. Sin embargo, La casa del dragón no se conforma solo con plasmar las acciones más repugnantes pero evidentes de una comunidad patriarcal y machista (esas violaciones, maltratos o desprecios, recursos facilongos en los que a menudo se recreaba Juego de tronos), sino que también se adentra, y lo hace con gran acierto, en los recovecos del llamado 'micromachismo'.

Su sexto episodio, La princesa y la reina, es un claro ejemplo del sutil arte de mostrar la masculinidad tóxica que se esconde en nuestro día a día, que ataca casi sin ser vista. Basta con echar un vistazo a la primera escena del capítulo, un magistral plano secuencia en el que Rhaenyra, tras expulsar la placenta, recorre la Fortaleza Roja, dolorida, con su bebé recién nacido en brazos y su marido Laenor Velaryon (John MacMillan) sujetándola. "Menos mal que no soy mujer", apunta él.

Ser mujer es un parto

'La casa del dragón'
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De la mano de los creadores Ryan Condal y Miguel Sapochnik, la tozuda Targaryen rechaza en este episodio los "deberías estar descansando" y hasta su propio dolor por batallar esa lucha de poder contra Alicent. Los hombres, de Laenor a Viserys, son meros espectadores en una desafiante guerra fría femenina. Frente a la fuerza bruta de los personajes masculinos (como vemos más adelante en el enfrentamiento entre el Criston Cole de Fabien Frankel y el Harwin Strong de Ryan Corr), ellas emplean su astucia y determinación. Ellos pueden darse el lujo de la inocencia (el hijo de Alicent no quiere reinar); ellas no.  

En esa misma línea, La casa del dragón también retrata con tino la llamada violencia obstétrica, referida al maltrato que sufre la mujer durante el embarazo, parto y postparto. Lo hizo ya en el primer episodio con la reina Aemma (Sian Brooke), presionada tras varios abortos a tener un hijo y sacrificada (le abren el vientre y dejan que se desangre) para que el bebé varón sobreviviera.

No es de extrañar que, en el episodio 4, Rhaenerys confiese a su tío que tenía miedo de morir dando a luz, como le pasó a su madre. El sexto arranca con la joven pariendo a su tercer hijo y en determinados momentos la vemos lidiar con los inconvenientes del embarazo, que ponen notablemente incómodos a los varones, desde la hinchazón del pecho a la leche que sale de sus senos en pleno discurso en el Consejo.

El capítulo también muestra el suicidio de Laena Velaryon (Savannah Steyn), quien tras complicaciones en el parto, ordena a su dragón Vhagar que la calcine pronunciando "Dracarys". La cara menos amable, más peligrosa y exigente del embarazo está así plenamente presente en la serie.

El 'despechao'

He aquí una de las escenas más comentadas del sexto episodio: 

Un usuario de Twitter ha recogido dos momentos clave en la relación entre Rhaenyra y Ser Criston Cole. La primera escena, perteneciente al episodio 5, es aquella en la que Cole pide matrimonio a la heredera y le propone que huya con él, pero esta le rechaza para cumplir con sus deberes monárquicos. La segunda imagen, del capítulo de esta semana, muestra a Cole junto a Alicent, su nueva aliada, justo cuando se refiere a la princesa como: "Zorra malcriada".

"Me encanta lo real que es esta serie. Ha hecho un retrato exacto de los hombres después de que les digas no". No solo estamos de acuerdo con lo que apunta este mensaje, sino que además ya lo dijo George R. R. Martin: "No creo que Poniente sea más anti-mujer o más misógina que la vida real y lo que llamamos la historia".

Pongámonos en contexto. En el episodio 4 de la serie, Daemon y Rhaenyra comparten un tórrido beso en un burdel, pero el primero consigue frenar sus impulsos y mantener la virginidad de su sobrina intacta. Aunque no por mucho tiempo porque, cuando esta regresa al castillo, seduce a Cole, miembro de la Guardia Real, y terminan acostándose.

En el quito capítulo, tras acordar el matrimonio entre Rhaenyra y Laenor Velaryon, el rey y su hija regresan a Desembarco del Rey. Durante el viaje marítimo, Cole propone a la joven que huyan juntos, pero ella rechaza su oferta, decidida a reinar en Poniente. Su hombre de confianza termina confesando su amorío a Alicent y así se convierte en su escudero. 

Quien ha compartido el tuit comparando ambos momentos denuncia una conducta tóxica que bien podría haber ocurrido en la actualidad. El despecho de un hombre rechazado que se desquita insultado a su ex con un término tan desagradable como repetido. Y solo se retracta porque ha pronunciado esta barbaridad ante su reina y esta le ha mirado con sorpresa y desaprobación.

La casa del dragón muestra no solo el amplio espectro de un reino patriarcal, sino también los rincones de ese patriarcado y sus consecuencias diarias, como evidencia un soldado que despotrica contra su princesa por puro desamor. "Cunt", dice en inglés. Lo traducen como "zorra", podría haberlo hecho como "puta", clásicos cometarios machistas que las mujeres seguimos escuchando hoy día. Qué fácil identificarse con ese momento, incluso en un universo de dragones. 

Sororidad y tronos

''La casa del dragón'
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Como decíamos, la precuela muestra sin tapujos la misoginia imperante, la sutil o aceptada y la no tan sutil y brutal. Sin embargo, a diferencia de Juego de tronos, donde los personajes femeninos eran más blancos o negros (para prueba, esa Cersei de Lena Headey), La casa del dragón explora la complejidad de sus protagonistas. 

La actriz Emily Carey ha desvelado que muchos fans de Fuego y sangre, la novela que inspira la ficción, se quejaron de que humanizara a Alicent, villana en las páginas. Que la serie haya optado por darle más profundidad al personaje, hacerlo próximo, que podamos empatizar con ella entendiendo que fue una niña a la que obligaron a casarse con un señor, no hace sino evidenciar que esta serie está a favor de ellas.

Lo mismo pasa con la amistad entre Rhaenyra y Alicent en su adolescencia, mucho más representada en la serie y que crea una especie de sororidad y vínculo omnipresente pese a que las circunstancias las separen. Muchos lo han interpretado como atracción cuando en realidad funciona porque da mayor profundidad a sus desavenencias y trifulcas futuras. 

Resulta estimulante a la vez que frustrante acompañarlas en este viaje en el que a menudo tratan de reencontrarse a medio camino, pero los agentes externos las vuelven a separar. Aunque mucho nos tememos que sus diferencias son ahora, en la edad adulta, irreconciliables, el espectador puede conectar con ese cariño que las unió en el pasado evitando el cliché de la 'guerra de gatas' y, sí, entender a Alicent como algo más que una mujer cegada por el poder.

El amor malentendido 

La casa del dragón
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Como vemos, La casa del dragón consigue captar con sumo acierto el sistema patriarcal al que deben enfrentarse sus mujeres. Sin embargo, no logra eludir del todo uno de los grandes peligros en los que puede caer el espectador: la idealización de relaciones y conductas tóxicas. Claro ejemplo es el personaje de Daemon (Matt Smith), alguien sin escrúpulos que visita burdeles habitualmente, mata a su esposa sin miramientos y tiene un vínculo demasiado cercano con su sobrina adolescente. 

Su relación con Rhaenyra es, como poco, cuestionable a nuestros ojos, pero los fans se han lanzado con los brazos abiertos a este amorío. Y si Daemon es el chico malo pero carismático del que todas se enamoran, su hermano Viserys representa al hombre responsable, amoroso y demasiado bueno para sobrevivir en los Siete Reinos, haciendo que olvidemos por momentos que se casó con una niña. 

Si bien lo acontecido en La casa del dragón pertenece a un periodo determinado en el que el incesto o la diferencia de edad entre los cónyuges poco importa, deberíamos ser capaces de mirar con ojos críticos estos aspectos de la trama, sin idealizar o fantasear de forma desmedida. 

Eso, claro está, deja más en evidencia las deficiencias de nuestro sistema de valores que un mal desarrollo de la trama por parte del equipo detrás de la serie o una intencionalidad a la hora de defender un amor tóxico. 

Si en ningún momento la ficción justifica estos romances, dejemos de hacerlo nosotros. Si el insulto de Criston Cole nos incomoda, cuestionémonos por qué. Si las escenas más aterradoras de La casa del dragón ocurren con un parto de por medio, analicemos la situación. ¿Por qué algunos fans se quejaron de no ver el primer encuentro sexual entre Viserys y Alicent en el primer episodio? ¿O critican que esta última no sea una villana sin matices? ¿Ahora cargamos contra una serie por ahorrarse una brutalidad innecesaria cuando lanza un mensaje igual de explícito? 

La buena ficción fantástica también tiene la capacidad de hacernos reflexionar sobre nuestra realidad, a menudo más que cualquier otro género. Esta apuesta lo hace sin recrearse en la violencia a veces gratuita de Juego de tronos, y por eso resulta contundente, haya o no dragones en el horizonte. Recuerda, Poniente no es más misógina que la vida real y lo que llamamos la historia.

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