'El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro': 'El trastero 36', solvente inicio de la antología de Netflix

Tim Blake Nelson, protagonista de 'El trastero 36'
Tim Blake Nelson, protagonista de 'El trastero 36'
(Netflix)
Tim Blake Nelson, protagonista de 'El trastero 36'

Los aficionados al terror y al fantástico tenían ganas de que llegara a Netflix El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro. El trastero 36, el episodio elegido por el cineasta mexicano (en su faceta de maestro de ceremonias e impulsor creativo) para abrir boca, corrobora como se intuía que lo clásico va a estar presente en las distintas vertientes plasmadas y mantiene viva la expectativa de hallar una antología apreciable.

El capítulo firmado por Guillermo Navarro, respetado director de fotografía y colaborador habitual de su amigo y compatriota, puede saber a poco a los que buscan un terror más directo y contundente, si bien deja un buen regusto por los elementos que se detectan. Aunque apunta a tratarse de un relato menor en el conjunto del gabinete, eso no implica que no revista interés. Desprende precisamente el ‘encanto’ de lo menor y bien abordado.

Tim Blake Nelson, estupendo dentro de que el registro no conlleva grandes complicaciones, interpreta (bordando el arquetipo) a un hombre cabreado con la sociedad como indican su patente racismo y su condición de veterano que se siente maltratado. Acuciado por las deudas, se dedica a comprar en subastas trasteros abandonados para luego vender los enseres de valor que encuentre. En el trastero 36, su última adquisición, descubre unos objetos de ocultismo utilizados con fines demoniacos, circunstancia que le genera una absoluta indiferencia (solo piensa en el dinero que puede sacar) hasta que es demasiado tarde.

El componente clásico de la historia, desarrollada en el marco de la Guerra del Golfo (así lo contextualizan las televisiones que muestran el discurso de George Bush padre y los bombardeos), se manifiesta en la raíz genérica que aflora, alusiva a las inclinaciones ocultistas de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. También en la figura del comprador versado en esos temas, que quiere comprobar si en el trastero hallan además un libro de invocación, y en la lectural moral referente a la actitud del protagonista y su destino. El rechazo y el desdén con los que trata a la señora latina que le pide ayuda dan una pista.

Lo clásico fluye asimismo, como se esperaba, en la propia introducción a cargo de Del Toro, a la vieja usanza de las antologías y con el detalle del protagonismo que concede a los directores. Agrada reencontrarse con aspectos así por el cariño que profesan hacia el terror.

Al correcto capítulo inicial se le perdona que no explore más los aspectos ocultistas descritos, que se quedan en el esbozo.

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