Crítica de 'La red púrpura' en Atresplayer: violencia, asfixia y Nerea Barros en la continuación de 'La novia gitana'

La secuela de 'La novia gitana', adaptación de las novelas de Carmen Mola que acaba de llegar a Atresplayer, no es solo un entretenimiento de meros escalofríos evasivos. Va más allá.
Nerea Barros en 'La red púrpura'
Nerea Barros en 'La red púrpura'
Cinemanía
Nerea Barros en 'La red púrpura'

Se presentó en el Festival de San Sebastián ante una prensa que, a veces, tenía que apartar la mirada de la pantalla del cine. Porque La red púrpura afronta una violencia física que, hasta ahora, jamás hubiera sido permitida en una serie nacional en el prime time en abierto. Aquí sí, esto es ATRESplayer y saben a qué público seriéfilo atrapar. Aunque, que nadie se tape los ojos, aún, pues su director, Paco Cabezas, es astuto para sugestionar enseñando sólo la aletilla del tiburón.

Y la asfixia termina siendo más emocional que literal. Y qué jugosa asfixia, ya que la secuela de La novia gitana no es solo un entretenimiento de meros escalofríos evasivos. Va más allá. También despierta reflexión crítica sobre la sociedad hiperconectada en la que estamos sumergidos, donde ya no acabamos de diferenciar muy bien qué es ficción y qué es realidad.

Escondidos detrás de nuestros móviles y ordenadores, devoramos casi todo como si fuera un reality show en el que el morbo puede destruir la humanidad. Es el debate de trasfondo que sobresalta al terminar el visionado del primer capítulo de los ocho de La red púrpura.

Nerea Barros como Elena Blanco en 'La red púrpura'
Nerea Barros como Elena Blanco en 'La red púrpura'
Cinemanía

Un episodio que funciona como un reloj. Cada cinco minutos, la trama cuenta con un impulso que alimenta más las expectativas de un espectador asistiendo a cómo se intenta desactivar una mafia que retransmite torturas hasta la muerte. En riguroso directo y en "pay-per-view". Como si fuera el espectáculo de un derbi futbolero.

Al frente de la investigación Elena Blanco, que oculta que su hijo anda atrapado en esa red púrpura. Está interpretada por Nerea Barros, que lidera un elenco de actores que sostienen la emoción de la historia en sus primeros planos. Y ya. Es la grandeza de la ficción que adapta, a su manera, la novela de los hombres escondidos bajo el pseudónimo de Carmen Mola: aparenta ser una superproducción norteamericana (con motel de carretera incluido) y, al final, su fuerza echa raíces en que es una historia de personas. 

Personas perdidas, como todos. Personas que pican el anzuelo, como tantos. Personas épicas, como pocos.

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