Vera Valdez, la ‘abuela’ supermodelo que enamoró a Coco Chanel y ahora ha conquistado a Paco Plaza

La actriz y modelo nacida en Rio es la protagonista de 'La abuela', una de las grandes películas de terror del año que se estrena el 28 de enero en cines
Vera Valdez en 'La abuela' (izda.) y para Coco Chanel (dra.)
Vera Valdez en 'La abuela' (izda.) y para Coco Chanel (dra.)
Cinemanía
Vera Valdez en 'La abuela' (izda.) y para Coco Chanel (dra.)

Corría el año 1910 cuando Coco Chanel abrió su primera tienda de sombreros en el número 21 de la parisina Rue Cambon. Ocho años después, la revolucionaria diseñadora se mudaría a un local más grande en el número 31 de aquella misma calle –un edificio del siglo XVIII que a partir de entonces se convertiría en su taller, su boutique y su hogar–. Chanel se convirtió pronto en una figura de la sociedad parisina, pero un amante suyo la reclutó como espía para los nazis y la modista se vio obligada a exiliarse a Suiza.

A su regreso a París, una década después, la francesa restableció su casa de modas, y en 1954 convirtió en una de sus modelos fetiches a la brasileña Vera Barreto Leite, una joven de diecisiete años más conocida hoy por su alias artístico Vera Valdez. "Un francés me preguntó una vez en una fiesta si yo era modelo. Todavía era muy joven, no sabía qué era eso. Mi madre me llevó a un quiosco y me mostró revistas de moda. Quedé fascinada y decidí ir tras ello. Me fui a París con este sueño", comentaría Valdez en una entrevista.

La brasileña creció en el seno de una familia de artistas y periodistas de Río de Janeiro. Su madre, una mujer un tanto bohemia y feminista, se divorció de su padre cuando ella tenía cuatro años, y comenzó a dejarla maquillarse a los catorce. "Un día llegué a clase con pintalabios y el director me llamó a su despacho y me dijo que era indecente. Yo le respondí que lo que era indecente era su cara, y me echaron. Era un caso perdido", explicaría Valdez a la revista Elle.

Sus padres la enviaron a estudiar a Europa, donde entonces vivían su abuela y dos tías. Pero, además de por su rebeldía, Valdez destacaba ya en aquel momento por su encanto, su elegancia innata, su altura y sus proporciones armónicas. Por eso, tras pasar un par de años en Portugal, se instaló con su progenitora en París, donde, a través de un amigo brasileño, logró entrar como maniquí en el estudio de la modista Elsa Schiaparelli

Tras ser entrenada por la supermodelo estadounidense Suzy Parker, Valdez se presentó un día en la boutique de Chanel, que la contrató en exclusiva para que, cada tarde, presentara su colección a los clientes en el primer piso de su edificio. "[Chanel] Me lo enseñó todo, se comportó como una verdadera madre. Me hizo poner los pies en la tierra y consiguió refinarme”, apuntaría una vez la actriz y modelo.

Lo cierto es que Valdez se codeaba en aquellos años con la flor y nata de la vida pública francesa. De día lucía modelitos a destajo, y de noche acudía a fiestas, coqueteaba con el alcohol y experimentaba con drogas. De hecho, en un viaje a su país natal, en plena dictadura militar brasileña, los agentes la pillaron con una papelina de cocaína en el aeropuerto de São Paulo. Aquello sirvió para que la acusaran de posesión de drogas y la entregaran al temido Doi-Codi, que la torturó de forma salvaje. "Sufrí descargas eléctricas, golpes y todo lo que uno pueda imaginar. Querían que hablara y delatara a opositores, pero jamás lo hice. Estuve un año encerrada y me volví paranoica", apuntaría Valdez, que pudo salir de Brasil con la ayuda de Bernardo Bertolucci y Louis Malle.

Al regresar a París, continuó ejerciendo como niña bonita de Coco Chanel y sus clientes y, sobre todo, siguió desplegando su espíritu libre. Durante una breve estancia en Brasil, Valdez conoció a Luís Linhares, con quien vivió un fugaz matrimonio y tuvo a su hija Paula –el actor exigió el divorcio después de que la modelo posara desnuda para una revista–. 

Aunque ella no se deprimió demasiado por aquello y vivió numerosos romances con hombres como el expresidente de Francia Georges Pompidou, el director de fotografía Pedro de Moraes –padre de su segunda hija, Mariana– o el cineasta Louis Malle, que tuvo a bien darle un diminuto papel en su película El fuego fatuo (1963). “Fue divertido follar con él mientras recolectaba confidencias en la ciudad de las muchas mujeres que soñaban con acostarse con él. Todas querían ser actrices”, señalaría luego ella a una periodista.

La que está considerada como la primera supermodelo brasileña de la historia se consagró en aquellos años como la reina de las pasarelas. "Sin duda, en ese momento el rol de la modelo era saber llevar un vestido en su cuerpo. La elegancia era algo fundamental, y no la belleza de la modelo. Hoy en día es negocio, las chicas sueñan con ser modelos por el dinero y la fama, pero no por la elegancia. Son robots, Barbies, todas iguales", afirmaría años después Valdez, quien desfiló para Chanel por última vez en el verano de 1970 –la diseñadora se fue al otro barrio en enero de 1971–.

Al poco de la muerte de su mentora y consciente de que la alta costura había empezado a entrar en declive, Valdez se vio obligada a desempeñar todo tipo de trabajos para sacar las castañas del fuego. “Incluso vendí el periódico Libération por las calles. Ganaba tan poco dinero que lo gastaba rapidísimo”, confesaría luego la brasileña, que al cabo de unos años recogió los bártulos y regresó de mala gana a su Brasil natal, donde fue amnistiada en 1982 y se convirtió en lo que siempre había querido ser: actriz de teatro.

La bella y salvaje Valdez, que siempre ha apostado por el confort y la ropa ligera a la hora de vestir, siguió haciendo de su capa un sayo a partir de entonces. No en vano, a finales de 2008, a sus 72 primaveras, lució desnuda (ataviada únicamente con unas medias de rejilla) su figura esbelta y flexible en la revista brasileña Trip, lo que le granjeó algunas críticas y comentarios machistas.

“Produjeron 5 páginas de fotos con la temática ‘cabaret’. No quería hacer algo tan simple como posar en un apartamento corriente. ¡Tenía que ser Vera! ¡Tenía que haber teatro!”, comentaría luego con bastante sentido la coprotagonista de La abuela. Curiosamente, esta esperada cinta de terror dirigida por Paco Plaza habla claramente de la vejez, una etapa que, a pesar de suscitar tabú y sentimientos encontrados en mucha gente, no resta un ápice de ganas de dar guerra a la libertaria artista brasileña.

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