La especialización en cine español define FlixOlé, lo que no quiere decir que no puedan encontrarse contenidos más allá de esa raíz. El estreno de la trilogía original en torno a John Rambo, el icónico soldado de elite encarnado por Sylvester Stallone, en exclusiva en la plataforma desde este 2 de junio, constituye un nuevo ejemplo.
La llegada de las tres películas, complementada con la entrada en escena en FlixOlé de títulos como la fundamental Terminator 2. El juicio final y Danko. Calor rojo, da la oportunidad de recuperar o redescubrir una figura más que representativa del cine de acción de los 80 así como de volver a familiarizarse con los rasgos que tenía entonces el género y con la edad dorada de esas historias en las que el musculado héroe acababa con todos los enemigos.
John Rambo es el segundo gran personaje de Stallone. Primero, por simbolismo y relieve en el imaginario, siempre estará Rocky Balboa, y después el veterano marcado por el infierno estadounidense sufrido en Vietnam. Su importancia para el actor se manifiesta en que, en un movimiento similar al que realizó con el emblemático boxeador, retomó el rol en dos entregas tardías envueltas en el factor de la última etapa, John Rambo (2008) y Rambo. Last Blood (2019).
Stallone, tras unos inicios difíciles, despuntó, y de qué manera, en 1976 con la memorable Rocky. Acorralado (así se tituló en España el filme primigenio de Rambo) y su éxito surgieron en 1982, el mismo año de Rocky III. El intérprete ya era por tanto una estrella, y con Rambo forjó su condición de figura del género, estatus cuyo esplendor se extendió a la década de los 90 como atestiguan Máximo riesgo, Demolition Man o Daylight. Pánico en el túnel.
'Acorralado' (Ted Kotcheff, 1982)
Merece la pena reivindicar la notable Acorralado, que trasciende su perfil por el discurso que canaliza. Acercarse a ella por primera vez sorprende, en especial si uno se guía por los prejuicios respecto a este tipo de largometrajes ochenteros. La obra, a partir de la figura del veterano de guerra que regresa, habla del rechazo de la sociedad y del sistema. Rambo no se ha adaptado porque tampoco le han dejado. El pueblo al que llega en su caminar errante dice en su letrero de entrada que da la bienvenida a quienes les visitan, pero el sheriff, nada más verlo, le deja bien claro que allí no les gusta la “gentuza” como él.
La película, basada en una novela de David Morrell, expone que la actitud policial, su abuso (el trato recibido en comisaría tras su detención), 'activan' al personaje. Esta circunstancia incide en el trauma que arrastra (esas imágenes fugaces de las torturas y del cautiverio, el hecho de ser el único del batallón que sigue vivo) y le lleva a hacer lo que mejor sabe, sobrevivir en medio de la violencia. Rambo escapa y se esconde en las montañas, donde las autoridades emprenden una 'cacería humana' a la que el fugitivo responde con tácticas de guerrilla. La muerte del agente que le dispara desde el helicóptero enciende todavía más los ánimos policiales.
La plasmación del esquema argumental del hombre solo que puede con todos se conjuga con alicientes como el de la presencia que irradia el coronel Trautman (Richard Crenna), su superior en Vietnam, su mentor, el único que le entiende y el vínculo emocional que le queda; el retrato del antagonista, el sheriff encarnado por un genial Brian Dennehy (con más dimensión y matices de los que parece); y los diálogos entre estos dos secundarios. Asimismo, hay que mencionar la dirección de un artesano del género como Ted Kotcheff.
El desenlace desprende significado por cómo Rambo se derrumba ante su amigo y antiguo jefe y expresa cómo se siente y qué le ha llevado a actuar así. Este monólogo final, que contrasta con el resto del relato, en el que Rambo apenas habla, es muy recordado.
'Rambo. Acorralado parte II' (George P. Cosmatos, 1985)
Firmada por George P. Cosmatos en 1985, Rambo. Acorralado parte II se ajusta a la secuela que implica que el personaje vuelva al lugar que lo transformó. En un inicio estupendo por su tono, detalles y concisión, el coronel Trautman visita a Rambo, quien cumple condena picando piedra a pleno sol, para proponerle una misión en Vietnam. El exsoldado acepta para 'ganar su guerra', esta vez rescatando a prisioneros americanos.
Esta continuación, por los senderos de la historia y el tratamiento aplicado, construyó de manera más marcada el arquetipo de Rambo como 'máquina de lucha'. Supone un claro producto de su tiempo, de los héroes cinematográficos de los 80 bajo los que asoman los ecos de la época de Reagan. A ello remiten el enemigo ruso, la potencia detrás de los soldados vietnamitas; el antagonismo, dentro del bando propio, del burócrata de Washington que organiza una pantomima con la intención de dejar las cosas como estaban, y la expresión patriótica de la conversación final con Trutman.
Rambo resalta que moriría por su país pero que lamenta que ese amor no sea recíproco. De nuevo emerge la cuestión del rechazo del sistema, representado antes por el mencionado hombre de despacho (rol a cargo de Charles Napier) que traiciona al héroe en territorio hostil. A pesar de lo apuntado, la película no tiene el fondo de la original por lo señalado del énfasis en el arquetipo y la acción aparejada. Sin embargo, convence, entretiene y regala momentos de desfase (Rambo aniquilando malos con el helicóptero).
'Rambo III' (Peter MacDonald, 1988)
También entretiene, sobre todo cuando el héroe se adentra por fin en la base rusa, Rambo III (Peter MacDonald, 1988). Esta entrega, con un potente y eficaz despliegue de acción, sigue la línea del título previo dentro de que introduce una variante respecto a Trautman, esta vez sobre el terreno y al que el soldado debe rescatar después de que los malvados soviéticos lo capturen en Afganistán.
El ensalzamiento a la americana de la fortaleza y resistencia del pueblo afgano, poniendo el foco en los guerreros muyahidines, chirría si se piensa en lo que sucedió a partir de 2001, si bien entra en el cauce de lo anecdótico y pintoresco. Otra señal de que Rambo es reflejo de su época.
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