[SEFF 2020] 'Sweat': ¿qué piensa Patry Jordán cuando no está haciendo ejercicio?

Magdalena Kolesnik es una especie de Patry Jordán del Este en esta película polaca que se pregunta qué hacen las estrellas del fitness en internet cuando no las enfoca un smartphone.
'Sweat' (Magnus von Horn, 2020)
'Sweat' (Magnus von Horn, 2020)
'Sweat' (Magnus von Horn, 2020)

En cuestión de denunciar cómo internet nos está devorando vivos, el desaliño de Borrar el historial se convierte en diseño en Sweat, del sueco afincado en Polonia Magnus van Horn, otra interesante aportación de una de las cinematografías más en forma del momento. Da envidia (sana y malsana), ver cómo sus películas se están poniendo las pilas para preguntarse acerca del presente, algo que un servidor echa de menos en el cine español. Lo hace Van Horn y lo hace Jan Komasa en la recomendable Hater (Netflix). 

La protagonista Sylwia (Magdalena Kolesnik) es una especie de Patry Jordán del Este. ¿Qué ocurre con Patry cuando no nos mira desde sus vídeos de YouTube con esa media sonrisa de “mueve tu puto culo, que estás para el desguace”? Sylwia puede darnos alguna pista. Con sus glúteos de acero y sus abdominales para cascar nueces, está perfectamente asimilada e integrada en el mundo de las redes sociales. 

Bueno, está tan sola que solo tiene millones de followers. Millones de personas que esperan que rellene su vacío existencial con sus stories de felicidad, su color fucsia, sus recetas macrobióticas y sus ejercicios gimnásticos. 

Ella es un producto y como tal no tiene derecho a tener sentimientos. Es una Thermomix (o su versión Lidl) de la felicidad. Un T-3000 de Terminator del aerobic. Pero no está hecha de circuitos. Lleva una existencia bipolar, en el que su relato en redes ha deglutido su vida personal y le acarrea serios problemas de sociabilidad si no es a través de una pantalla. La obsesión de Van Horn con la violencia le hace perder pie en el último tramo del filme, aunque su reflexión sigue siendo tan pertinente como desoladora.

Por último, también vista en el Festival de Sevilla, Fucking with Nobody, de la finlandesa Hannaleena Hauru da la visión lúdica y optimista de la distopía digital. Con un formato de falso documental y echando mano de la autoficción, nos plantea (o más bien afirma) que ese gran relato con imágenes en movimiento que constituye el cine no está ya en las sales, ni siquiera en las televisiones, sino en Instagram. Con una influencia obvia de Lena Dunham (Girls) es la más amable de las tres: refrescante, divertida, pero no por ello exenta de retorcimiento de colmillo.

En las proyecciones, virus y distancia de seguridad mediante, somos apenas un puñado… y todos estamos ensimismados en nuestro móvil antes de la proyección. Vemos las tres películas. Y a la que se encienden las luces, los que nos hemos contenido de echar mano al móvil durante la proyección (que cada vez somos menos), volvemos a la pantallita a ver qué chorradas han pasado en el mundo durante 120 minutos, o qué nuevo vídeo de gatetes se ha hecho viral. Al final Michel Houellebecq tiene razón cuando escribe en Serotonina: “Es así como muere una civilización, sin trastornos, sin peligros y sin dramas y con muy escasa carnicería…”. Pero con datos ilimitados, eso siempre.

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