20 años de 'El ataque de los clones', la película de George Lucas más incomprendida de 'Star Wars'

La primera visión sin adulterar de la galaxia de 'Star Wars' salida de la mente de George Lucas.
El ataque de los clones
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Cinemanía
El ataque de los clones

20 años después de su estreno, El ataque de los clones sigue siendo la entrega de Star Wars más incomprendida y vilipendiada. Pero su arrojo narrativo y artístico y su importancia en la explosión del cine digital merecen que se coloque a este Episodio II en el panteón de la saga creada por George Lucas.

La casualidad ha hecho que coincidan en el tiempo la llegada de Obi-Wan Kenobi, el serial de Disney + que reúne de nuevo a Ewan McGregor y Hayden Christensen tras los acontecimientos de La venganza de los Sith y el veinte aniversario de El ataque de los clones, donde ambos actores comenzarían a desarrollar la relación entre Obi-Wan Kenobi y Anakin Skywalker.

El ataque de los clones fue y sigue siendo el patito feo de las precuelas de Star Wars. La amenaza fantasma fue esperada con alborozo y recibida con desilusión (era imposible estar a la altura de las expectativas tras dieciséis años sin Star Wars) y La venganza de los Sith reconciliaría a la generación de la trilogía original con la nueva propuesta de George Lucas.

Una revalorización necesaria

En la actualidad, La amenaza fantasma ha adquirido una cierta clase de reivindicación y revalorización, más por parte de una nueva generación que la vieron en su tierna infancia y ahora son adultos y La venganza de los Sith sigue en el panteón galáctico, disputándose los puestos principales junto a la casi inamovible El Imperio contraataca y la Star Wars original.

En cambio, El ataque de los clones permanece en una extraña tierra de nadie. Ninguneada en el mejor de los casos y despreciada y arrastrada por el barro en el peor, en el momento de su estreno no conseguiría ser la película más taquillera del año en el 2002, al contrario que las entregas que la precedieron y continuaron, que si que consiguieron el primer puesto de la taquilla en sus respectivos años.

Algo parecido a lo que le ocurriría a El Imperio contraataca. La diferencia, que el Episodio V con el paso de los años se convertiría en la quintaesencia de lo mejor que podía ofrecer la galaxia lucasiana.

El ataque de los clones
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A día de hoy, e incluso tras la infausta nueva trilogía pergeñada a cuatro manos por Kathleen Kennedy y J.J. Abrams (Los últimos Jedi de Rian Johnson es un extraño, maravilloso y fugaz destello de lucidez y arrojo en un conjunto cínico y mediocre), El ataque de los clones sigue considerándose, dentro del imaginario colectivo y el fandom de la saga como el momento más bajo de la franquicia.

Pero El ataque de los clones no solo es posiblemente la mejor o una de las mejores entregas de la saga galáctica (en dura pugna con Episodio III y Episodio V) sino también el blockbuster y largometraje más importante de los últimos 20 años. Las decisiones técnicas y artísticas de George Lucas, de nuevo, harían avanzar a la industria cinematográfica a un terreno que, a veinte años vista, redefiniría el panorama del medio de la misma manera que lo hiciera el Star Wars original en 1977.

Del analógico al digital

Para George Lucas, arte y tecnología van de la mano. Y de la misma manera que el paso del óleo al acrílico cambiaría las maneras y las formas de expresarse en el arte pictórico, el paso del celuloide al digital transformaría la manera de aproximarse a las formas y el lenguaje cinematográfico de toda una generación de creadores.

George Lucas
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Una de las razones por las que la trilogía original es tan laureada -y la trilogía de precuelas tan criticada- viene motivado por la aproximación técnica, formal y estética de las mismas. Cuando Lucas realizó la trilogía original, nos encontrábamos en el cenit de lo que fueron los efectos prácticos o analógicos.

Unos trucos de prestidigitación que se sostenían en el desarrollo que de los mismos desarrollaran genios como Georges Méliès, Willis O’Brien, Ray Harryhausen o Douglas Trumbull. Lucas, de la mano de John Dykstra y posteriormente de Dennis Muren y la ILM primigenia, llevarían al paroxismo las matte paintings, las maquetas en miniatura, la postproducción analógica de la imagen, las criaturas prostéticas, etc…

El Imperio contraataca
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Entre finales de los 70 y a lo largo de la década de los 80, ILM en general y Star Wars en particular, revolucionaron, en materia de efectos especiales, la industria del entretenimiento, llevando el arte de los efectos prácticos al cénit de sus posibilidades. Pero para George Lucas no era suficiente y siempre se quedó frustrado con los resultados de la trilogía original, ya que eran una mera sombra de las ideas que supuraban en su mente y que provenían de la imaginería de Alex Raymond en Flash Gordon, las portadas pulp de Frank Frazzetta o las descripciones narrativas del Edgar Rice Burroughs de John Carter de Marte.

Esa, y no otra, fue la razón por la que Lucas postergó 16 años la llegada de la trilogía de precuelas que narrarían los hechos que servirían de background para los episodios originales y que ya aparecían en el prólogo con el que arrancaba la novelización del Star Wars original. Pero aunque ya había jugueteado con las posibilidades del digital de baja resolución en Las aventuras del Joven Indiana Jones y en Radioland Murders, no sería hasta que vio lo que su propia ILM estaba desarrollando para Parque Jurásico, que se atrevería a lanzarse a desarrollar la trilogía de precuelas.

Redefiniendo el arte cinematográfico

Aprovechando el futuro 20 aniversario del Star Wars original, usó su trabajo previo como campo de pruebas de las posibilidades de la postproducción digital, rehaciendo y modificando aquellos efectos y secuencias con las que no se había quedado contento. Pero Lucas no se contentaba con posproducir digitalmente, sino que también quería filmar en digital, porque el celuloide le parecía un proceso lento y extenuante.

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Por ello, entabló conversaciones con Sony, para que le desarrollaran unas cámaras cinematográficas digitales de alta resolución para rodar su nueva trilogía. El problema, que para cuando comenzó a rodar La amenaza fantasma en 1997, Sony no había podido entregar el encargo. 

Y así, La amenaza fantasma se convertiría en el escalón entre lo analógico y lo digital, creando las primeras criaturas protagonistas de la historia del cine (Jar Jar Binks, Watto, Sebulba) y una gran cantidad de secuencias con entornos digitales, pero el rodaje seguiría siendo en celuloide.

Pero para El ataque de los clones, Lucas vería cumplido su deseo. Sony le entregaría la primera cámara digital cinematográfica de alta resolución, la Sony HDW-F900 y Panavision las lentes necesarias, las Panavision Anamorphic Lenses. En ese momento, Lucas se dio cuenta que las maneras de aproximarse a la creación cinematográfica habían cambiado para siempre.

Ya no era necesario esperar un día entero para ver el resultado de lo que había filmado; podía estar rodando a sus actores principales, mientras en paralelo la segunda unidad podía filmar las miniaturas y los encargados de los distintos departamentos de efectos especiales, John Knoll y Rob Coleman, podían trabajar en paralelo en la creación de las criaturas digitales, para finalmente componer, como si fuera un pintor, los diferentes elementos que tenía a su disposición, de una manera no lineal y consecutiva.

Equilibrando arte y tecnología

Eso hace de El ataque de los clones la primera visión sin adulterar de la galaxia de Star Wars salida de la mente de George Lucas. Tanto es así, que las posibilidades del nuevo cine digital y las capacidades de modificar la colorimetría de los planos en post-producción, hizo que contratara como desarrolladores conceptuales a dos nuevos artistas, Erik Tiemens y Ryan Church que aportarían una paleta cromática y un tono al universo Star Wars como nunca habíamos visto hasta el momento.

Y así, de planos generales de la ciudad de Coruscant (introducida tímidamente en la versión restaurada de El retorno del Jedi y posteriormente en planos de situación en La amenaza fantasma) pasamos a una megalópolis recreada con todo lujo de detalles, salida directamente de la imaginación de Syd Mead; o los paisajes acuáticos de Kamino o marcianos de Geonosis, cuyo entorno y criaturas parecen haber brotado de las ilustraciones de Frank Frazetta.

El ataque de los clones
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A su vez, la evolución y la revolución digital de Lucas no quedó ahí, entregando también los primeros protagonistas humanos digitales. Cansado de realizar set-pieces de acción y coreografías de combate lastradas por las medidas de seguridad los cables, Lucas decidió, aconsejado por Knoll y Coleman,atreverse a recrear digitalmente a sus actores protagonistas, ya sea un Christopher Lee imposibilitado físicamente para las proezas de un lord Sith, o unos Hayden Christiansen o Ewan McGregor digitales, casi indistinguibles de sus avatares reales.

Sin olvidar el salto cualitativo en la creación de otras criaturas digitales como Yoda o el ejército clon, integrados sin fisuras con sus contrapartidas de carne y hueso, algo que, a partir de este título, se convertiría en procedimiento común de cualquier blockbuster que se precie desde entonces.

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Ultimate Star Wars

Toda esta tecnología podía haber hecho de El ataque de los clones un envoltorio tecnológico apabullante pero vacío de contenido y de alma, al estilo del Avatar de James Cameron. En cambio, la evolución tecnológica de lo digital, alienta la creatividad, el arrojo y el ingenio de George Lucas. Episodio II es el capítulo más arriesgado y atrevido de las seis entregas que componen la saga original.

En primer lugar, porque se atreve a adentrarse en subgéneros y temáticas que hasta el momento la saga había obviado. Desde el género detectivesco de atmósfera neo-noir (Obi-Wan es casi un Philip Deckard empático) en la investigación que le lleva desde las calles de neón de Coruscant, al misterioso planeta de Kamino y de allí a la aridez burroughsiana de Geonosis, pasando por el género romántico.

Un elemento romántico principalmente vapuleado por los haters de la obra que, aunque algo naif y abrupta en su construcción -a la cinta le habría venido bien incluir las escenas eliminadas entre Anakin y Padme, sobre todo aquella que sucede en el domicilio de los padres de Padme-, pero que en su torpe brusquedad remite a una manera de entender la ficción fantástica, heredera del serial de los años 30.

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Además, Lucas introduce a la audiencia en profundidad dentro del lore de Star Wars a partir de una mezcla de géneros y subgéneros que convierten la saga en algo único en su género y que autores como J.J. Abrams no supieron reinterpretar al eliminar aquellos elementos con los que no se sentía cómodo o no comprendía.

En cambio, El ataque de los clones es en parte western fordiano -todo el fragmento en Tattoine, en especial la búsqueda y la muerte de Shmi, la madre de Anakin, quizá uno de los mejores momentos de toda la saga-, cine bélico -la apabullante concatenación de cuatro set-pieces de acción en el clímax de la cinta-, intriga palaciega -las maquinaciones de Palpatine en la República-, o el componente místico-religioso de los Jedi, que aquí tienen más protagonismo que nunca, más los ya mencionados géneros románticos y detectivescos.

Todos estos elementos hacen que todos los colaboradores habituales de Lucas den lo mejor de si mismos. En primer lugar, un John Williams que entrega uno de sus scores más inspirados: desde el romántico Across the Stars, leit motiv de la entrega, pasando por las distorsiones de rock progresivo de la persecución urbana sobre los cielos de Coruscant o el medley sonoro que fusiona la Imperial March y Across the Stars, dos acontecimientos que son causa y efecto de la tragedia inminente.

Sin olvidar el trabajo dual de Ben Burtt, tanto en su labor como creador de los sonidos de la saga -aquí brilla en la persecución en el campo de asteroides entre Jango Fett y Obi Wan, en concreto con el efecto agujero negro de los explosivos de la Slave I- y su labor por primera vez como montador de la cinta y su habilidad para concatenar las acciones en paralelo del trío protagonista, al estilo de lo realizado en El Imperio contraataca, sin que ninguno de los protagonistas del reparto coral con el que trabaja Lucas pierda protagonismo ni presencia en ningún momento.

Es cierto que a 20 años vista, las revoluciones digitales de Lucas han sido superadas por sus sucesores espirituales. Pero también es cierto que si Lucas se encontraba en el cénit de los efectos prácticos y analógicos en la trilogía previa, recogiendo y mejorando el trabajo de sus predecesores, aquí estaba creando y allanando el camino al cine del siglo XXI.

Y todo ello sin perder la esencia y el espíritu de la saga que comenzó a desarrollar tres décadas antes y que junto a La venganza de los Sith, conformaron un díptico que no solo redefiniría el universo Star Wars, llevándolo a cotas de magnificencia nunca vistas, sino que demostraría que tras esta obra de amor que fueron las precuelas, poco más se podía y debía hacer en este trabajo y universo tan personal como es y sigue siendo el Star Wars de George Lucas.

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