'Sinister' cumple diez años: ¿por qué sigue siendo una película tan aterradora?

El turbador comienzo de 'Sinister'
El turbador comienzo de 'Sinister'
(eOne)
El turbador comienzo de 'Sinister'

Black Phone tiene elementos para seducir al aficionado al cine de terror. Su estreno y la implicación de Scott Derrickson y de Ethan Hawke traen a la memoria la notable Sinister, la primera colaboración entre director y actor, también en el marco de Blumhouse. La película va además camino de cumplir diez años (se estrenó en octubre) y es una de las que conviene reivindicar de la pasada década.

Se considera una de las más aterradoras de entonces, e incluso el denominado Science of Scare Project, estudio basado en la frecuencia cardiaca media de los participantes mientras veían filmes de género, la eleva a la primera posición de la historia en lo que a inquietud se refiere. Una valoración excesiva pero más que significativa acerca de las sensaciones que suele suscitar.

¿A qué se debe esta aura? Sin duda, a la carga turbadora que desprenden las escenas de metraje encontrado, en un estupendo tratamiento del concepto. Este componente, el inspirado trabajo de Derrickson, que antes había sorprendido con El exorcismo de Emily Rose, y la sólida interpretación de Hawke motivan que la obra gane en visionados posteriores frente a algún detalle menos convincente que dentro del interés generado puede pesar más la primera vez.

La plasmación formal de las viejas filmaciones en Super 8, colocadas intencionadamente en el desván para que el protagonista las encuentre, remueve desde lo sórdido y lo desasosegante por la estética sucia, el grano de la fotografía y el tono seco, extraño y enfermizo. La introducción resulta magistral a este respecto y depara la que quizá sea la imagen de mayor simbolismo perturbador de Sinister, la de los miembros de una familia con las cabezas cubiertas y sogas al cuello que después son ahorcados en el árbol del jardín.

Ethan Hawke, un aterrado escritor en 'Sinister'
Ethan Hawke, un aterrado escritor en 'Sinister'
(eOne)

Estas secuencias de found footage (atención a la música y los sonidos asociados) muestran situaciones familiares cotidianas (aparentemente grabadas por terceros) tras las que se expone cómo estas personas se convierten en víctimas al ser asesinadas de manera despiadada y retorcida. Derrickson fusiona el factor del hallazgo y del visionado con la clásica inmersión propia del proceso creativo o de una investigación, combinación que reviste enorme sugerencia.

Las películas alteran a un escritor especializado en libros sobre sangrientos crímenes que, en su obsesión por reencontrarse con el ya esquivo éxito editorial, se muda con su mujer y sus dos hijos precisamente a la casa del atroz ahorcamiento, pasado que oculta a su esposa, que solo sabe que se instalan en ese pueblo para ahondar en la desaparición de una niña.

El escritor se topa con la que puede ser la historia cumbre de su carrera, pero a partir de los sucesivos visionados, descubrimientos y conexiones establecidas surgen el impacto por lo contemplado, las experiencias extrañas, el desconcierto y un miedo y un despertar que le llevan a tomar decisiones poco sopesadas.

Variación del hombre del saco

El horror fluye asimismo por la figura de Mr Boogie (como aparece nombrado en unos dibujos infantiles), aterradora variación del arquetipo del hombre del saco. El personaje de Hawke comprueba que sale en todos los vídeos (atención a la primera imagen congelada que desvela su presencia). Esta entidad maligna entraña el acierto de que Derrickson la muestra en su justa medida para que el efecto sea más potente.

El experto universitario al que recurre el protagonista, encarnado por un no acreditado Vincent D’Onofrio, por mediación del policía que le ayuda (el siempre interesante James Ransone) habla del bughuul, ser antiguo que se alimenta del alma de los niños. Las explicaciones del secundario conllevan que las grabaciones conecten con el ocultismo y los rituales de iniciación.

Lo que redondea la carga siniestra indicada en el título es lo relacionado con la utilización de los niños y el papel que juegan, cuestiones que desasosiegan aunque el giro clave se conozca o se vea venir (o que uno de los pósteres oficiales diga demasiado). A pesar de que los rostros maquillados de los menores fantasmagóricos generan dudas, el cauce funciona, y además Derrickson lo escenifica bastante bien (la secuencia en la que corren y se esconden al lado de un escritor ajeno a su presencia, reflejo de los ecos de terror japonés que se detectan).

La causa de la turbación que ejerce este tema reside en la situación a la que enfrenta y en que constituye un horror incomprensible y antinatural, por ello tratado con esas reminiscencias en el cine, de ahí también su sustrato clásico. Este fondo favorece que del desenlace, que en el primer visionado corre riesgo de resultar algo risible, uno se quede con mal cuerpo con su contundencia y su sentido. En la evocación se instala también la cuestión de la maldición que persigue y que ya ha parasitado. De las imágenes finales, logradas como siniestro colofón, se perdona el efectismo del susto de cierre, una concesión convencional.

Cabe recordar que en 2015 se estrenó Sinister 2, secuela que casi nadie vio y que sin embargo no estaba nada mal. Sin Derrickson ni Hawke, la firmó Ciarán Foy (Citadel) y se centraba en el personaje del citado Ransone. Merece la pena recuperarla.

¿Quieres estar a la última de todas las novedades de cine y series? Apúntate a nuestra newsletter.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento