‘Santiago, Italia’: Nanni Moretti firma un conciso y emotivo ejercicio de memoria contra el terror

El cineasta recupera la historia de la embajada italiana en Santiago de Chile, que acogió a centenares de opositores al régimen de Pinochet.
Santiago, Italia
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Santiago, Italia

La penúltima película de Nanni Moretti llega con retraso a España, estrenada en VOD por Filmin casi al mismo tiempo que Tre piani, su nuevo filme, era recibido con cierto desdén en Cannes. Habrá que esperar unos meses todavía para verla con nuestros propios ojos, pero de momento podemos ver Santiago, Italia, un documental tan mesurado como conmovedor que revela el papel heroico que jugó la embajada italiana en Santiago de Chile acogiendo a opositores durante los meses posteriores al golpe de estado de 1973 contra el gobierno de Salvador Allende.

El director de Caro diario ya había rodado alguna pieza documental, pocas y espaciadas en el tiempo: una de ellas fue La cosa, de 1990, donde se asomaba al proceso de refundación del Partido Comunista Italiano. Sea como fuere, cometeríamos un error si despacháramos Santiago, Italia como una anécdota al margen de las ficciones de Moretti. 

A veces, el enjuiciamento crítico o el tratar de ser lo más rigurosos que podamos con una película nos hace menoscabar su capacidad de llegar al público: quien esto escribe ha podido ver, diríase que a dos tiempos, la exultante ovación que recibió el cineasta tras el estreno mundial del documental en el Festival de Cine de Turín de 2018 y también el entusiasmo que ha despertado recientemente en algunos buenos amigos.

Y es que la exposición de los hechos, que se nos vehicula por medio de planos medios de testimonios que hablan a cámara y algunos fragmentos de material de archivo o de películas de la época, ya es de por sí elocuente. Antes de llegar al corazón de su relato, la ya mencionada embajada italiana, Moretti contextualiza brevemente los convulsos años de Allende y las motivaciones detrás del golpe de estado, recordando también episodios infaustos como el campo de concentración en que se convirtió el Estadio Nacional de la capital chilena.

Por allí pasó Patricio Guzmán, uno de los entrevistados en el documental y también autor del que es quizá el filme fundamental sobre los años del gobierno de la Unidad Popular de Allende: La batalla de Chile: La lucha de un pueblo sin armas. En Santiago, Italia también aparecen, entre otros, los cineastas Miguel Littin o Carmen Castillo. El concienzudo proceso de montaje, que partía de alrededor de cuarenta horas de entrevistas, se ciñe a lo esencial para lograr una narración límpida pero deja también algunos momentos en los que las emociones de quienes hablan se desbordan.

Nanni Moretti es aquí un periodista, alguien que pregunta y escucha, y le vemos poco delante de la cámara. Pero ello no quiere decir que no vaya a dejar patente de qué lado está. Aparece un par de veces en la película: la primera, al principio, de espaldas frente a una vista de Santiago, y la segunda en una entrevista con un militar afín a Pinochet al que va a visitar a la prisión donde cumple condena. Allí, ante una respuesta algo airada de su interlocutor, el cineasta le suelta: “Yo no soy imparcial”.

A medida que la narración avanza y empezamos a conocer lo que ocurrió en la embajada italiana, ocurre algo hermoso: nos damos cuenta de que si hoy podemos ver los rostros de esas personas y escuchar sus historias es porque en 1973 fueron acogidos en ese edificio, tras saltar una cerca con cuidado de que no les descubrieran los policías que patrullaban las calles. De los alrededor de 250 perseguidos que allí se refugiaron, algunos obtuvieron el visado para viajar a Italia, donde hubo quienes terminaron por quedarse, rehaciendo allí sus vidas.

Fuera de los muros de la embajada, las calles de Santiago y el resto del país se adentraban en la larga noche de una cruenta dictadura que duró diecisiete años. Y no fue hasta octubre del año pasado que los chilenos lograron enterrar mediante un referéndum la Constitución de Pinochet. Santiago, Italia es no solo un atinado ejercicio de memoria sino también, y esto no es para nada trivial, una llamada a la empatía en unos tiempos en que este es un valor que parece estar en franco retroceso.

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