San Sebastián 2022 | La sección oficial florece con ‘La consagración de la primavera’

Fernando Franco estrena en Zinemaldia esta historia sobre sexualidades reprimidas protagonizada por los debutantes Telmo Irureta y Valèria Sorolla

La consagración de la primavera
La consagración de la primavera
La Aventura
La consagración de la primavera

Hay una extraña sensualidad en La consagración de la primavera, la tercera película de Fernando Franco tras La herida y Morir y el filme más luminoso y grácil de su filmografía. Y no es que la historia que cuenta sea ligera. La consagración de la primavera gira entorno a la sexualidad reprimida.

Laura (Valèria Sorolla, otro debut de 2022 a tener en cuenta) es una estudiante de universidad recién llegada a Madrid. Viene de Mallorca y de una familia conservadora que la tiene controlada en un colegio mayor de monjas. Ella, sin embargo, se empeña en liberarse sexualmente de todas las maneras posibles: en fiestas, en Tinder… Y, cuanto más lo intenta, más sufre, un sufrimiento cuyas causas Fernando Franco explica sutilmente en una visita a un sex shop. Y así marcha Laura por un Madrid fuera de foco, de planos cortos, hasta que conoce a David (carismático Telmo Irureta).

David es un joven con parálisis cerebral y un activista que escribe un blog sobre la necesidad de asistencia sexual para personas con discapacidad. Tras un encuentro casual, Laura decide convertirse ella misma en su asistente con la complicidad de la madre del chico (una estupenda, como siempre, Emma Suárez).

La consagración de la primavera
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Y lo mejor de La consagración de la primavera es, sin duda, la química que hay entre Sorolla e Irureta. También el personaje de él y esos diálogos trufados de humor negro que, al parecer, tienen mucho que ver con los monólogos y el universo humorístico del actor con parálisis cerebral.

La consagración de la primavera es una película que va de menos a más, que crece como su personaje principal. Con una caligrafía limpia, como siempre en las películas de Fernando Franco, es un filme con mucho encanto y con un final inesperado y duro, pero tan real como la vida. Su último plano, aparentemente anodino pero de hondo calado, es de los que te acompañan en los días que siguen al visionado.

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