Ricardo Gómez ('Donde caben dos'): "Sería un poco más sano poder separar el amor del sexo"

Hablamos de sexo, fama y redes sociales con uno de los protagonistas de la comedia coral 'Donde caben dos'.
Ricardo Gómez en 'Donde caben dos'
Ricardo Gómez en 'Donde caben dos'
Cinemanía
Ricardo Gómez en 'Donde caben dos'

Dice Ricardo Gómez que aprendió a actuar sobre la marcha. No es de extrañar, pues apenas levantaba un palmo del suelo cuando le ofrecieron interpretar a la tacita en el musical La bella y la bestia, y luego pasó dieciocho años de su vida encarnando a Carlitos Alcántara en Cuéntame cómo pasó. 

Antes de abandonar la que ya es la serie más longeva de la televisión patria en 2018, Gómez probó suerte en la universidad —cursó la carrera de Literatura General y Comparada durante un año y un semestre—, recibió algunas clases de dirección —una de sus mayores aficiones— y hasta logró una nominación al Goya por su papel en 1898: Los últimos de Filipinas (2016), aunque no pudo llevarse el 'cabezón'. 

Desde que les dijo adiós a los Alcántara, se ha esforzado por seguir labrándose un nombre tanto en el cine como en el teatro. De hecho, el madrileño tiene pendientes de estreno varias películas, y estos días promociona Donde caben dos, una película sobre las relaciones sexuales y amorosas dirigida por Paco Caballero, en la que su personaje se encuentra en un club swinger con otro chico interpretado por Álvaro Cervantes.

CINEMANIA ha charlado con el actor sobre esta comedia coral, la fama mediática y la vida después de petarlo en televisión.

Tu personaje en Donde caben dos tiene un encuentro picante con un desconocido en el glory hole de un club de intercambio de parejas. ¿Qué tal fue la experiencia de dejarse chupar un dedo del pie por Álvaro Cervantes?

[Risas]. Bien, bien. Nunca sabes a qué sitios te puede llevar esta profesión, así que un día estás en un set de rodaje y te están chupando un dedo del pie. La verdad es que el rodaje fue bastante divertido. Yo, generalmente, lo suelo pasar bien en los sets de rodaje, aunque hay algunos en los que más y otros en los que menos. 

Era una situación nueva, y no solamente para nosotros dos como actores sino también para todo el equipo. Eso de tener una pared entre medio de los dos actores de la escena nos condicionaba a todos. Es muy raro trabajar con alguien a quien no ves, pero fue un rodaje diferente, con todo el mundo bastante entregado a pasarlo bien.

La peli es un canto a la libertad sexual y a la necesidad de derribar muros morales. ¿Sientes que nos hemos vuelto algo mojigatos y pacatos?

No sé si mojigatos es la palabra. Creo que, con el paso de los años y la evolución de la autoconciencia, vamos poniendo el foco en cosas que a lo mejor se pasaban más por encima antes. Esto hace que, a veces, pongas una censura sobre cosas muy censurables, y también hace que nos autocensuremos ciertas cosas. Como resultado, sí que es posible que seamos un poco más parcos que antes.

Personalmente, ¿ves posible separar el amor del sexo?

Pienso que estamos muy condicionados por la educación que nos viene dada como persona que se ha criado en el mundo occidental. Nos enseñan que eso [amor y sexo] van muy de la mano. Creo que sería un poco más sano poder separarlo algo más de lo que está establecido que debe ser. Pero también entiendo que es complicado, pues se mezclan emociones y muchos tipos de cosas.

¿Cuántos 'piensa bien lo que haces' escuchaste en boca de tus allegados al anunciarles que ibas a abandonar Cuéntame?

De mis allegados, ninguno. Lo escuché muchas veces, pero nunca de la gente que me quiere y a la que yo quiero, o a la que considero de mi círculo más cercano. Todo el mundo me entendía.

Todos, excepto aquellos fans de la serie que se pusieron hechos un basilisco, y hasta te llegaron a increpar en las redes sociales. ¿Cómo reaccionaste ante aquella locura?

Al final, las redes sociales no son más que la visibilidad de lo que siempre ha existido, que es la opinión que todos tenemos. Opiniones sobre las cosas han existido siempre, solo que ahora son más tangibles y es más fácil acceder a ellas. Si actuase en base a lo que la gente va a opinar sobre mí, sería un poco más infeliz. 

Como ser humano, no soy ajeno a que me insulten o a que me critiquen, pero cuando tienes una convicción muy clara de algo, ya sean unos ideales o bien una decisión, lo que una cantidad de gente pueda opinar no tiene por qué modificarla.

¿Alguna vez has sentido que en la industria se te miraba un poco por encima del hombro por ser 'el de la tele'?

No te podría decir que yo he sentido algo así. La verdad es que siempre he sentido que se me abrían bastante las puertas, que se me prestaba atención y se me daba cariño allá donde he ido. Fue así cuando empecé a hacer teatro y entré en un universo en el que no tenía ningún recorrido ni ninguna experiencia. 

En los últimos años, según he ido sumando proyectos y me he ido sintiendo cada vez más en mi salsa, no he sentido ningún tipo de exclusión. Y con el cine, más de lo mismo. Imagino que sí debe de haber ciertos proyectos o ciertos tipos de cabezas pensantes que puedan decir: 'este es el de la televisión', pero también pienso que eso cada vez existe menos.

Más de un actor ha hablado de la ansiedad y el miedo a no dar la talla que experimenta cuando empieza un nuevo proyecto. ¿Cómo gestionas tú este asunto?

A mí me pasa que llevo dedicándome a mi trabajo muchísimo tiempo. Pero no se trata de una cantidad de años, sino de con cuántos años empecé. Yo empecé en esto a una edad muy temprana y, de alguna forma, me he ido formando como persona y me he ido criando con la responsabilidad y con la presión, si quieres llamarlo así. Siempre lo he entendido como parte del juego. A mí me gusta pensar que mi trabajo es un juego en el que, cuanto mejor me lo pase, mejor me va a ir a mí y mejor les irá a todos.

¿Te han pesado alguna vez la exposición pública y la fama mediática?

La verdad es que no. Es verdad que en alguna situación o circunstancia puntual sí que habría preferido un poco más de anonimato, pero no es la tónica general de mi vida. [La fama] Es una cosa con la que convivo de forma bastante fácil.

¿Es cierto que, desde que te dejaste la barba, la gente te para menos por la calle y en el metro?

Bueno, sí [risas]. Hace tiempo que no estoy en pantalla semana tras semana, y supongo que si a eso le sumas un cambio de look tan radical y el hecho de que ahora vamos todos con media cara tapada, todo ayuda... Pero, en mi caso, el cambio es deliberado. ¡No me voy a dejar la barba para pasar de incógnito!

¿Y sigue la gente dándote consejos a través de Instagram sobre cómo debes recortártela?

Sí. La gente se cree en todo su derecho a decirle a los demás cómo se tienen que vestir, o qué tienen que hacer con su aspecto físico. Yo no soy sociólogo y no sé de dónde nace esa libertad con la que actúa esta gente. Como te decía antes, es algo que siempre hemos hecho, pero que ahora queda reflejado ahí. 

No sé si habla muy bien de nosotros mismos como sociedad el que nos sintamos con la total libertad de poder insultar o criticar. Creo que las redes sociales tienen algo muy positivo, que es la hiperconectividad, pero, a la vez, llevan muy poco tiempo con nosotros y no sé si sabemos utilizarlas, o si hemos recibido la formación suficiente.

¿Es por eso que tú ejerces un rol más pasivo en su uso?

¡Sí, total! Evidentemente, soy un adicto. Tengo un cacharro encima de mí prácticamente durante todo el día, y paso parte del tiempo mirando este tipo de aplicaciones que miramos tantas y tantas personas. Pero, con respecto a mis opiniones o mi vida, creo que soy un poco más celoso.

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