Puede que la continuación de la popular película de Ridley Scott no alcance las salas de cine ni este año ni el próximo. La muerte de Máximo Décimo Meridio, comandante romano nacido en un rincón de España (Augusta Emerita, la actual Mérida), hacía improbable la aparición de Russell Crowe en este nuevo proyecto, razón que no parece haber convencido a los periodistas, que siguen acosando al actor neozelandés con preguntas sobre Gladiator 2.
“Deberían pagarme por todas las preguntas que estoy respondiendo acerca de una película en la que no estaré”, bromeaba Crowe, que añadía, para quien no lo recordase, que su personaje estaba “muerto. A dos metros bajo tierra”. Sin embargo, el ganador de un Óscar reconocía cierta melancolía al abordar este título, ya que la secuela le hacía pensar en los tiempos en los que rodó Gladiator, cuando “era mucho más joven”.
Crowe tenía, entonces, 35 años, ocho más que Paul Mescal, previsible protagonista de Gladiator 2.
Entre ambos actores hay paralelismos: los dos se pusieron a las órdenes de Ridley Scott un año después de recibir su primera nominación al Óscar (El dilema en el caso de Crowe y Aftersun, en el de Mescal), ambos habían rodado películas en Oceanía, tanto Crowe como Mescal atesoran un acento bastante peculiar para Hollywood y, por último pero de no menor importancia, los dos actores pasaron muchas horas en un gimnasio, aunque parece que Crowe dejó de frecuentarlo hace tiempo.
“Tenemos a nuestro hombre”
El talento de Paul Mescal no ha sido su única baza para ser admitido en Gladiator 2. Como ya le ocurriese a su predecesor, el físico ha desempeñado un papel indispensable: Mel Gibson, que había sido la primera opción para interpretar a Máximo Décimo Meridio, le dio la espalda al proyecto porque, parafraseando a su colega Danny Glover en Arma letal, “estaba demasiado viejo para esta mierda”.
Quien no lo estaba era Russel Crowe, que tenía la edad y la musculatura idóneas para el personaje. Igual que Paul Mescal para el suyo.
En una entrevista para Variety, Brian Robbins, ejecutivo de Paramount Pictures, confesó cómo se decidió a contratar al joven actor irlandés. Al contrario de lo que pueda pensarse, el motivo determinante no fue su espléndida irrupción cinematográfica como padre primerizo y devastado en Aftersun, o su trabajo, aún anterior, en la serie Normal People, sino su actuación en la enésima versión de una de las obras de teatro más representadas de la historia, Un tranvía llamado deseo.
Robbins envió a dos altos dirigentes de Paramount para que viesen en directo al prometedor intérprete, que daba vida a Stanley Kowalski, idéntico papel que lanzó a la fama a Marlon Brando. Como ya ocurriese con el de Omaha, Mescal abrazó el lado lúbrico de su personaje, que desarma a la risueña Blanche DuBois. Pero no sólo a ella.
En los numerosos momentos en los que el personaje de Mescal tiene que quitarse la camiseta, los ejecutivos de Paramount apreciaron cómo el aire del teatro se cargaba de electricidad. “Las mujeres del público fueron muy claras al respecto”, explicaba Robbins, “por lo que dijimos ‘tenemos a nuestro hombre’”.
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