La olvidada película de satanismo de los directores de la nueva etapa de 'Scream'

Allison Miller, en 'El heredero del diablo' (2014)
Allison Miller, en 'El heredero del diablo' (2014)
(Fox)
Allison Miller, en 'El heredero del diablo' (2014)

Las películas de los orígenes creativos traen el despunte o pasan desapercibidas. Los directores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett se dieron a conocer entre los amantes del terror con la lúdica y sangrienta Noche de bodas (2019) y especialmente al modular el legado de Wes Craven en la quinta entrega de Scream (2022). El estreno de Scream VI, de nuevo con ellos reconstruyendo el imaginario en torno a Ghostface, anima a revisar su muy olvidado debut, El heredero del diablo (2014).

El dúo, que venía de participar, firmando como Radio Silence, uno de los segmentos de la antología V/H/S (2012), se fogueó con un filme adscrito a la moda del 'metraje encontrado', tendencia que tras la sugerencia inicial acabó saturando por su carga reiterativa. Su propuesta, que pasó por las salas españolas y que por si surge la curiosidad puede recuperarse en Disney+, concentra de hecho lo bueno y lo malo del desgastado subgénero.

La tenía más que enterrada en la memoria cinéfila y solo recordaba que, cuando escribí de ella, resalté lo rutinaria y anodina que resultaba. Casi una década después, el segundo visionado rebaja aquel 'veredicto' y, aunque le sigue pesando lo repetitivo (y eso que no llega a los 90 minutos), entra en la categoría de lo pasable sabiendo la dinámica y lo que hay.

Allison Miller y Zach Gilford, en 'El heredero del diablo' (2014)
Allison Miller y Zach Gilford, en 'El heredero del diablo' (2014)
(Fox)

Bettinelli-Olpin y Gillett, a partir del guion de Lindsay Devlin, aplican con oficio los rasgos formales del found footage, base de tratamiento conjugada con la premisa clásica de las acciones para favorecer el nacimiento del anticristo por parte de una secta satánica en la sombra. Ajenos a esos planes, los recién casados (interpretados por Zach Gilford y Allison Miller) son las víctimas. El título español de la obra (también el inglés, Devil’s Due) y el cartel (que hace spoiler del clímax) dejan bastante claro de dónde bebe la historia y el camino que va a tomar.

El cartel y el título, de los que dejan bastante clara la historia
El cartel y el título, de los que dejan bastante clara la historia
(Fox)

La justificación de la cámara siempre grabando se debe a la afición del protagonista por inmortalizar momentos, perfil de plasmación que como se sabe aporta realismo documental. Lo reconocible determina el desarrollo, con la felicidad, primero por darse el 'sí, quiero' y después por el inesperado embarazo temprano, precediendo el cambio de comportamiento de la mujer, los detalles turbadores y el descubrimiento tardío de lo que sucede. El metraje encontrado se funde con el factor de la posesión conforme avanza la gestación.

La cuestión de la semilla del mal comienza en el ritual realizado con el matrimonio inconsciente a raíz de que los engañen en su última noche de luna de miel en la República Dominicana. La lectura de manos previa, con la vidente hablando de muerte, sirve de presagio.

El heredero del diablo genera dualidad al convivir desde su inicio el ligero interés con la rutina y la amenaza de lo aburrido por su linealidad y la citada reiteración. El proceso provoca que paradójicamente la indiferencia vaya a más cuando empieza a mostrarse más lo esperado.

No obstante, del tramo final convence el efecto que ejercen las figuras espectrales de los miembros de la secta. Antes, en la exposición de la transformación que experimenta la mujer, destacan la escena en la que come carne cruda en pleno supermercado y, sobre todo, la secuencia en la iglesia en la que el sacerdote sufre un ataque mientras ella le observa fijamente.

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