'Anastasia'

La olvidada película de animación que desafió a Disney con la leyenda de la hija del zar

En 1998, la primera producción de Fox Studio Animation consiguió rascar el éxito con dos nominaciones al Oscar.
Fotograma de 'Anastasia'
Fotograma de 'Anastasia'
Cinemanía
Fotograma de 'Anastasia'

Era 23 de marzo de 1998 y Titanic contaba con 14 nominaciones en la 70ª edición de los Premios Oscar. El indomable Will Hunting, Gattaca y L. A. Confidencial competían junto a ella por llevarse alguna estatuilla dorada aquella noche y nombres como Matt Damon, Jack Nicholson, Helen Hunt o Kate Winslet resonaban entre los nominados a mejor actor y actriz protagonista. Hace 25 años, aquellos eran los filmes del momento.

Céline Dion acababa de estrenar la mayor canción de amor jamás cantada, Disney nos había presentado su versión de la mitología griega con Hércules y su Ese es mi destino y, entre las composiciones de Danny Elfman para Hombres de negro y las de Hans Zimmer para Mejor… imposible, una película de animación basada en hechos reales aparecía entre las nominadas a mejor canción original y mejor banda sonora original.

Si los niños de los 90 la recuerdan, es otra historia. Habrá a quien la melodía que salía de aquella caja de música no le diga nada, y habrá a quien las imágenes del recuerdo de un baile le vengan a la memoria. Para los segundos, Anastasia siempre será aquella huérfana llamada Anya que, tras conocer a los timadores Dimitri y Vladimir y viajar a París, se enfrentó a Rasputín y descubrió que era la hija del último zar de Rusia. Al menos, esa es la historia que se nos contó.

Dime dónde vas

Anastasia fue un éxito entre fracasos fruto de la lucha incesante de su creador por mostrarnos mundos visuales que acompañasen a esas buenas historias que él siempre andaba buscando, aquellas “con las que todo el mundo se identifique y que todo el mundo ame”. Una vocación que Don Bluth, texano nacido en 1937, nunca quiso ignorar. Tampoco después de dejar Disney, crear dos productoras y caer en bancarrota ambas veces.

Durante sus años de trabajo para el gigante de la animación, encontramos sus aportaciones en aquellas películas centradas en paisajes y animales protagonistas. Nos dio a Robin Hood (1973) y a Los rescatadores (1977) y, tras abandonar Disney, fundar Bluth Productions, estrenar Nimh, el mundo secreto de la señora Brisby (1982), cerrar su productora y volver a fundar otra junto al empresario Morris Sullivan, se unió a Steven Spielberg y George Lucas para trasladarnos a la época de los dinosaurios con En busca del valle encantado (1988).

Fotograma de 'En busca del valle encantado'
Fotograma de 'En busca del valle encantado'
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Sin embargo, a sus grandes éxitos siempre le seguían fracasos, sobre todo porque, durante aquellos años 80 y 90, tuvo que enfrentarse a los estrenos de películas como La sirenita (1989) o la primera asociación de Disney con Pixar y el taquillazo de Toy Story (1995). Su visión más oscura y seria de las películas de animación no acabó de gustar ni al público más joven ni al adulto, quienes disfrutaban más con los universos llenos de color de Walt.

Pero, a pesar de los reveses, junto a él siempre estuvo su compañero y amigo —al que conoció durante su época con Mickey Mouse—, el animador, guionista, productor y director Gary Goldman, quien siempre le apoyó en su defensa de la animación tradicional. Con él, y tras el fracaso que supuso Todos los perros van al cielo (1989), en 1997, volvió a rascar el éxito gracias a su versión de la historia de Anastasia.

Rumores en San Petersburgo

En realidad, la historia se escribió sola, y no fueron Bluth y Goldman los primeros en recuperarla, sino una dramaturga francesa llamada Marcelle Maurette quien, apasionada de las vidas de heroínas dramáticas con trágicas historias, publicó en 1967 la obra de teatro Anastasia sobre la más famosa impostora de la hija del zar Nicolás II.

La canción del principio nos lo contaba todo si estábamos atentos a lo que los vecinos de San Petersburgo cantaban. La desgracia de un zar muerto, el milagro de una hija que se salvó y una abuela dispuesta a pagar si su nieta aparecía viva. La historia real, sin embargo, fue mucho más triste y sangrienta, y a ella le siguieron incontables jóvenes desesperadas por formar parte de la familia imperial rusa.

En Rasputín se encuentra la primera licencia cinematográfica de la cinta. De gran influencia para la familia y, en especial, para la madre de Anastasia —se decía que este había conseguido curar a su hijo de la hemofilia que padecía mediante el rezo—, la estrecha relación del místico ruso con el zar y su esposa y los rumores de sus conductas pecaminosas que desacreditaban a la Corona dieron como resultado su asesinato por parte de un miembro real en 1916, dos años antes de la muerte de Anastasia.

La vida del zar Nicolás II y la continuidad de la dinastía Romanov terminó junto a su esposa Alejandra Fiódorovna y sus cinco hijos, las grandes duquesas Olga, Tatiana, María y Anastasia y el pequeño Alekséi, zarévich de Rusia, a manos de un grupo bolchevique en 1918. Sumidos en una guerra civil después de la Revolución rusa de 1917, la familia imperial se refugió en Ekaterimburgo, donde fueron ejecutados la noche del 17 de julio tras ser evacuados del palacio bajo la excusa de una reubicación por su seguridad.

En 1992, Edvard Radzinsky recogía en su libro El último Zar el llamado Informe Yurovski, encontrado en 1989, en el que Yákov Mijáilovich Yurovski, revolucionario ruso, remitía a sus superiores los sucesos ocurridos durante la ejecución, resumidos de manera apática en disparos a la cabeza, gritos, lágrimas y remates con bayonetas. Nadie se salvó, ni los criados, ni la joven Anastasia de 17 años, pero eso no se supo con certeza hasta 1991.

Hasta entonces, los chismorreos sobre los que se basaba aquella primera canción no hicieron sino invitar a las jóvenes rusas a hacerse pasar por la hija del zar, quien se decía que había conseguido salvarse aquella noche. Entre ellas, la más famosa de sus impostoras, una muchacha que había sido encontrada en el río Spree tras un intento de suicidio e internada en un hospital psiquiátrico en 1920 y que, después de constatar su parecido con la duquesa, pasó de ser Anna Anderson a Anastasia Romanov.

En 1991, unas pruebas de ADN sentenciaron que la joven no compartía ningún parentesco con la familia imperial pero, para entonces, Maurenette ya había publicado su obra e Ingrid Bergman ya había ganado el Oscar a mejor actriz en 1956 por darle vida en el cine bajo la dirección de Anatole Litvak. No fue hasta 40 años más tarde que Bluth y Goldman retomaron esa historia sobre una nieta perdida y el reencuentro con su abuela.

Fotograma de 'Anastasia'
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Una vez en diciembre

Después de estrenar algunas películas sin mucho éxito, 20th Century Fox decidió apostar por la animación de este dúo para la que se convirtió en la primera película producida por Fox Animation Studios —después vendría Titan A. E. (2000), aquella película futurista que no merecía el fracaso en taquilla que vivió— y, por ello, en una época en la que todas las películas de dibujos empezaban con el castillo de Disney y el anuncio de cómo meter el vídeo en el reproductor, Anastasia era aquel filme que daba comienzo con grandes focos y una orquesta de fondo.

Meg Ryan, John Cusack, Angela Lansbury, Kirsten Dunst y Christopher Lloyd dieron vida a los personajes en una animación que recordaba a aquellos antiguos trabajos de Bluth para Disney, pero que jugaba con una libertad creativa reflejada en los decorados y el guiño al neoimpresionismo de George Seurat y a los personajes influyentes de los felices años 20 con Chanel, Claude Monet o Auguste Rodin cantando París es el rey del amor en una ciudad puntillista.

Una propuesta que les valió 8 nominaciones a los premios Annie de animación, entre ellas a mejor película, mejor dirección, mejores efectos de animación y mejor producción, aunque solo consiguió llevarse el premio a mejor interpretación vocal masculina por el trabajo de Hank Azaria como el murciélago Bartok. Un doblaje que, junto a las melodías que lo acompañaban, consiguió elevar la creación de Bluth y Goldman y posicionarla como una de las mejores películas de animación de 1998.

La banda sonora fue heredera de la adaptación de Bergman. Las melodías de Lynn Ahrens, Stephen Flaherty y David Newman —hijo de Alfred Newman, creador de las composiciones para la película de 1956— consiguieron situarse entre las nominadas a los premios Oscar de aquel año, mientras que Journey to the Past (Dime dónde vas) y Once Upon a December (Una vez en diciembre) se disputaron también el Globo de Oro. Lamentablemente, nada tuvieron que hacer frente a la titánica My Heart Will Go On.

Así, entre tantas nominaciones, la unión entre la trágica historia de la dinastía Romanov y la voluntad de un animador por seguir adelante desembocó en esa prima lejana de las princesas Disney que nunca perteneció a la familia y que, a pesar de ello, consiguió convertirse en uno de esos clásico que algunos todavía recuerdan, aunque sea de haberla visto hace mucho tiempo, alguna vez en diciembre.

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