Así afronta la muerte un optimista Michael J. Fox en 'No hay mejor momento que el futuro', su nuevo libro de memorias

A los 60 años, Michael J. Fox reflexiona sobre la mortalidad y el pronóstico de su enfermedad en su libro más reciente, ahora publicado en España.
Michael J. Fox
Michael J. Fox
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Michael J. Fox

Un curioso optimismo ha impregnado a Michael J. Fox desde que, a finales de 1998, hiciera público que sufría párkinson precoz (denominado así cuando la enfermedad aparece en personas menores de 50 años). 

En una entrevista publicada por la revista People, el actor que se hizo famoso con la saga de Regreso al futuro desveló que llevaba siete años conviviendo con aquel trastorno (que afecta al sistema nervioso central de forma crónica y progresiva), y que en marzo de ese año se había sometido a una complicada operación para tratar de aliviar los síntomas más tremendos de una enfermedad que combatía a diario con una severa medicación. 

Según confesó Fox, que entonces tenía 37 años y triunfaba protagonizando la telecomedia Spin City, había detectado la enfermedad a raíz de un ligero temblor en un dedo durante el rodaje de una película. 

"Mi personaje del teniente de alcalde Michael Flaherty en Spin City no tenía párkinson, de modo que, al final de la segunda temporada, le costaba aparentar que se encontraba sano. Yo me sentía cada vez más preocupado por la posibilidad de que mis espasmos confundieran a los espectadores si estos no estaban al tanto de mi enfermedad, y más incluso por la posibilidad de perderlos como público si llegaban a enterarse", comenta Fox en No hay mejor momento que el futuro (Libros Cúpula), una suerte de ensayo autobiográfico escrito con amenidad y sentido del humor por quien llegó a ser considerado uno de los reyes de la comedia.

No hay mejor momento que el futuro, Libros Cúpula
No hay mejor momento que el futuro, Libros Cúpula
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Sin embargo, dos años después de hacer público que padecía párkinson, y tras pensarlo detenidamente, Fox decidió retirarse de Spin City (por la que ganó tres Globos de Oro y un Emmy) para dedicar más tiempo a su familia y a recaudar dinero para la investigación contra una enfermedad que en su día padecieron otras celebridades como la leyenda del boxeo Muhammad Ali. En aquel momento, el actor no dejó muy claro si se trataba de un adiós definitivo al mundo del show business . Sin embargo, a finales de 2020 sí que anunció que ponía fin a su carrera por el deterioro de su salud.

La vida después del cine

El estadounidense reflexiona en el libro sobre temas como la vejez, el poder de la familia y los amigos, o cómo el tiempo influye en nuestra manera de afrontar nuestra mortalidad. Cuenta que, de algún modo, la enfermedad le ayudó a despojarse del ego de sus grandes ambiciones profesionales, y a sacar pecho de su participación en cintas como la divertida Stuart Little (1999), o en la serie Scrubs (2001), donde se metió en la piel de un hombre con un trastorno obsesivo-compulsivo, 

“Descubrí que podía centrarme menos en lo exterior y dejar de intentar ocultar mis síntomas [...]. Me sentía libre para concentrarme en la tarea que cualquier actor, discapacitado o no, debe cumplir: desvelar la vida interior de un personaje. Al poner el énfasis en los aspectos vulnerables de mi personaje y no en los míos, el párkinson podía desaparecer y convertirse en aquello que lo atormentaba”, escribe Fox.

El de Edmonton llevaba tres años casado con la también actriz Tracy Pollan y acababa de tener al primero de sus cuatro hijos cuando los médicos le dijeron lo que tenía. En sus memorias cuenta que, en un primer momento tras conocer su diagnóstico, quiso guardarlo en secreto y hasta se entregó a la bebida para tratar de adormecer el dolor. Por suerte para él, su mujer evitó que cayera en una espiral de autodestrucción. 

“Al final, tras una noche de empinar el codo a lo bestia, me desperté en el sofá y me encontré a Tracy, que me miraba a mí y a la cerveza derramada en la alfombra, junto a mi brazo. Contempló la escena y simplemente me preguntó: '¿Esto es lo que quieres de verdad?'. Lo que me hizo cambiar de vida allí mismo y para siempre no fue el enfado de su voz, sino el aburrimiento. Lo que me dio un susto de muerte fue lo harta que estaba de todo aquello”, relata en el libro el actor, que al cabo de un tiempo aprendió a aceptar y a comprender su nueva enfermedad, y fue capaz de abandonar la bebida.

El optimismo de Michael J. Fox

Durante años, el actor se mostró optimista con respecto a la posibilidad de encontrar una cura para una enfermedad con la que hoy conviven alrededor de diez millones de personas en todo el mundo. Pero el paso del tiempo y la falta de avances científicos le llevaron a ir abandonando su característico pensamiento positivo. “Cuando me preguntan si creo que curarán mi párkinson, les digo: ‘Ya tengo 60 años y la ciencia es difícil. Así que no”, confesó Fox.

"El párkinson es como el golpe defensivo de un boxeador: rápido e insistente, algo que puedo soportar al saber cómo amagar y esquivarlo, pero entonces llegó el directo a la mandíbula que me hizo clavar la rodilla durante un tiempo: me encontraron un tumor en la médula espinal que no tenía nada que ver con el párkinson. Era benigno, pero oprimía la médula y estaba a punto de dejarme paralizado", señala igualmente el actor, que en 2018 tuvo que someterse a una operación que le obligaría a tener que volver a aprender a caminar.

El cúmulo de vicisitudes vividas llegó a minar el ánimo de un hombre que asegura que la gente “no muere de párkinson, pero sí muere con él”. Algo lógico, teniendo en cuenta que la dolencia ha supuesto un punto de inflexión en el estado físico de salud del actor, que ha ido perdiendo la memoria a corto plazo y hoy ya necesita ocasionalmente una silla de ruedas (tampoco puede escribir ni mecanografiar y, de hecho, preparó su libro dictándoselo a su asistente).

Además de impulsar la ciencia a través de la fundación que lleva su nombre (y que ha recaudado la friolera de 800 millones de dólares para luchar contra el párkinson), Fox ha escrito en las últimas dos décadas tres libros de memorias que se han convertido en éxitos de ventas. Hoy día, además, enfoca sus esfuerzos en desmitificar y normalizar el párkinson, al mismo tiempo que sostiene en entrevistas que no le teme a la muerte y que se considera afortunado. 

"En realidad, todo se resume en dar gracias", apostilla. "Estoy agradecido por todo, por cada fractura, por cada gesto y por cada giro equivocado, por las pérdidas inesperadas porque han ocurrido de verdad y porque solo así pueden poner de relieve la alegría, los logros y el tremendo amor de mi familia. Creo que, al final, puedo ser al mismo tiempo un optimista y un realista".

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