Sola, enferma y estafada: así vivió sus últimos días Gracita Morales, una de las actrices cómicas más populares

La mejor actriz de reparto pasó del cine al psiquiátrico y murió en depresión mientras hacía reír a la gente.
Gracita Morales en '¡Cómo está el servicio!'
Gracita Morales en '¡Cómo está el servicio!'
Cinemanía
Gracita Morales en '¡Cómo está el servicio!'

La primera novela de la periodista Valeria Vegas, titulada La mejor actriz de reparto, está protagonizada por una actriz casi retirada, bastante gruñona y algo engreída, que en un momento dado se ve recibiendo ayuda de una fundación que cuida de artistas. El personaje está inspirado en la actriz Gracita Morales, que en sus últimos años de vida atravesó un importante bache económico y sufrió una fuerte depresión. Para echarle un cable, la asociación AISGE llegó a contratar a una persona para que fuera a hacerle compañía todos los días.

Atrás habían quedado los tiempos en los que Gracita era una de las actrices españolas más taquilleras y ganaba dinero a espuertas. Gracias a su inconfundible voz atiplada y su físico común, los productores de cine se rifaron a la madrileña, quien de niña fantaseaba con convertirse en bailarina, pero desechó la idea cuando los médicos le aconsejaron que cambiara de profesión por un problema que tenía en las piernas.

Gracita Morales y el señorito

La actriz empezó su carrera trabajando como meritoria en varias compañías, triunfó actuando en la obra de Miguel Mihura Maribel y la extraña familia (que repitió luego en el cine en la versión dirigida por José María Forqué) y dio vida a alguna que otra monja y a montones de criadas respondonas en comedias como Sor Citroën (1967) o ¡Cómo está el servicio!, en las que por cierto coincidió con su querido José Luis López Vázquez.

Tal y como Mónica Gozalbo escribió en su artículo Gracita Morales y Lina Morgan, damas donaire de las comedias del cine del desarrollismo, tanto en teatro como en cine “se valora la faceta cómica de Gracita y su espontánea conexión con el público". 

"Independientemente del peso que tenga su personaje en el conjunto de la trama, Gracita es capaz de realizar una intervención cómica que se convierte en estelar, y estas aportaciones despiertan el ferviente aplauso de la crítica, que, sin embargo, resiente en la misma medida la excesiva estereotipación de sus personajes protagonistas”, escribía.

Gracias al éxito que tuvo, Gracita pudo comprarse un estupendo ático en la madrileña calle O'Donnell. Sin embargo, el elevado ritmo de trabajo hizo que apenas tuviera tiempo de disfrutar de lo logrado. “Hacía cine y teatro, pero eso era horroroso. Eso no se puede hacer, porque acabas como acabé yo, loca”, dijo la actriz, quien, según una de sus sobrinas, llegó a ser internada en un psiquiátrico “porque se cortó las venas en dos ocasiones”.

Gracita Morales, su marido y Concha Velasco

Tampoco tuvo suerte en el terreno sentimental. En 1960 se casó con el pintor Martín Zerolo, pero ambos se llevaban como el perro y el gato, y la relación llegó a su fin una década después, lo que hizo que Gracita se sintiera hundida, cayera en una depresión y pasara ciertos apuros económicos.

“Siempre deseé ser madre, pero el destino quiso negarme ese don”, confesó. “Al principio me rebelaba, pero después acabé aceptando la realidad con muchísima filosofía. Todo mi amor lo vuelco en mi familia, en mis amigos y en una perrita que nada más verme entrar en casa mueve el rabo de alegría y me llena de cumplidos”.

Gracita Morales en 'Sor Citroën'
Gracita Morales en 'Sor Citroën'
Cinemanía

Los arrebatos y los cambios de humor derivados de sus problemas de salud mental llevaron a que los directores y productores comenzaran a rehuir a la actriz, que se granjeó cierta fama de complicada. “Fue vetada porque era temperamental”, aseguró López Vázquez en su biografía. 

“Estaba enferma mentalmente, lo que le creó un estado de ansiedad que nos hacía la vida imposible a todos. Siendo una persona maravillosa, con un carisma y una personalidad asombrosas, gracia espontánea y arrebatadora... no compensaba trabajar a su lado”.

“Lo que yo soy es muy nerviosa”, respondió la propia actriz cuando Mercedes Milá le preguntó por el asunto. “Al tomar pastillas para acostarme, pastillas para levantarme y pastillas para trabajar, estaba desequilibrada. Puede que eso influyera un poco [a la hora de que dejasen de llamarme]”. 

En esa época, Gracita sintió que la mayoría de sus compañeros se habían olvidado completamente de ella. Todos, excepto Concha Velasco, que por lo visto fue una de sus mejores amigas.

Gracita Morales, una muerte con estafa

La carrera actoral de Gracita se fue diluyendo a lo largo de la década de los setenta, en la que el tipo de comedia española que la llevó al estrellato perdió fuelle. “Llegó la época del destape y todo el mundo hacía películas de ese tipo, pero yo no tenía cabida en esos repartos”, señaló una vez la actriz, que en los ochenta participó en varias obras de teatro y llegó a parodiar su propio arquetipo recurrente en El pico II (1984), de Eloy de la Iglesia.

Con aspecto demacrado y envejecido, Gracita apareció en 1994 en un episodio de la serie de Antena 3 Los ladrones van a la oficina. En abril del año siguiente, falleció a los 66 años tras sufrir una insuficiencia respiratoria horas después de ser ingresada en una clínica. Sus restos fueron depositados en el Cementerio Sur de Madrid.

Años después, su sobrina, la también actriz Ana Carvajal, reveló que Gracita había llegado a ser estafada por unas monjas que iban a su casa a cuidarla cuando no estaba la empleada del hogar.

“Tras su muerte, fui al notario porque era la única Morales que vivía y, por tanto, su heredera", explicó. "Sin embargo, me dijeron que les había dejado a unas monjitas su piso de la calle General Pardiñas y sus derechos de imagen, que al año pueden ser de 100.000 a 200.000 euros". Un triste final para una mujer cuya máxima en la vida fue hacer reír a la gente.

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