'Fue la mano de Dios': así nació el Sorrentino cineasta

Salió de Venecia con el Gran Premio del Jurado y el premio Marcello Mastroianni para su actor protagonista. ¿Quieres saber cómo es la película más autobiográfica del italiano?
Fue la mano de Dios
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Netflix
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El oscarizado guionista y director Paolo Sorrentino (‘Il Divo’, ‘La gran belleza’, ‘The Young Pope’) presenta la historia de un chico, Fabietto Schisa, en el turbulento Nápoles de los años ochenta.

En plena escritura de The Young Pope, Paolo Sorrentino se dio un descanso de conspiraciones cardenalicias. Escribió entonces, en 48 horas, la historia que le había cambiado la vida en su adolescencia y que nunca se había atrevido a poner en palabras. 

Cuando le preguntamos en el Festival de San Sebastián por qué ha dirigido esta película, la más personal y autobiográfica de su carrera, ahora y no antes, responde enseguida, como si hubiese tenido toda la vida para reflexionarlo: “Por mis hijos. Quería que comprendiesen por qué tengo este carácter tan raro, por qué soy un adulto tan extraño a sus ojos. Un poco niño todavía y un adulto lleno de defectos. Para que vean lo que ocurrió y ha hecho que sea el adulto que soy”.

Lo que ocurrió sucede a mitad de película y nadie lo va a contar mejor que Sorrentino, así que preferimos no revelarlo aquí. Digamos que fue un evento traumático en la vida del cineasta y que, 35 años después, todavía no sabe qué hacer con el dolor que le causó. A la respuesta de si ha sido terapéutico ponerlo en imágenes, contesta: “Espero que compartir este soliloquio con los demás tenga un efecto terapéutico porque hasta ahora no he visto ningún progreso. Todavía no es una terapia. Es un intento de terapia”. Y añade: “También creía que podía ser una película interesante para los chicos jóvenes que muchas veces no consiguen ver el futuro. Pero sí que lo hay”.

Fue la mano de Dios
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Para contar ese momento en el que su vida cambió para siempre, Sorrentino recrea en Fue la mano de Dios su adolescencia en la Nápoles de los 80, a la que no volvía a rodar desde su ópera prima. “No todo lo que cuento en la película tiene que haber sucedido realmente pero sí que es un recuento de cómo me sentía en ese momento”, explica. 

El título de la película, sin ir más lejos, hace referencia a esa Nápoles a la que fue a parar Diego Armando Maradona haciendo las delicias de los napolitanos, incapaces de creer que el “mejor futbolista de todos los tiempos”, según lo define al inicio de la película el propio Sorrentino, dejaría el Barcelona para ir a jugar a un equipo que había estado a punto de descender a segunda división.

“Maradona no aterrizó en Nápoles en avión sino que apareció como un Dios –recuerda Sorrentino–. Él ofreció redención a la gente, como una figura religiosa, y nos invitó a amarlo con todos sus pecados. Para los chicos de mi generación supuso el comienzo de una relación con el fútbol que iba más allá de ser un fan, una relación que nos proporcionó una alegría absoluta”. 

'Fue la mano de Dios'
'Fue la mano de Dios'
Cinemanía | Gianni Fiorito

Maradona también causa estragos en la familia de Fabietto, protagonista de Fue la mano de Dios y álter ego del director. Esa familia ruidosísima, desparramada, caricaturesca que “representa a la mayoría de familias napolitanas populares”, explica el director haciendo mención a la tradición teatral que hay en Nápoles y cómo cuando regresa a su ciudad natal la gente le para por la calle para pedirle papeles en sus películas.

Para interpretar a su padre, Sorrentino tenía claro a qué napolitano iba a llamar. Toni Servillo, natural de Afragola y actor fetiche del cineasta –ha trabajado con él desde su ópera prima, Un hombre de más (2001) y esta es su sexta película juntos–, es para el director una figura entre el padre y el hermano mayor. 

“Era absolutamente lógico que le pidiese que interpretase a mi padre. Me parecía que era el único actor que lo podía hacer –reflexiona–. Él ha sido muy valiente al aceptarlo y lo ha hecho muy bien. Lo ha creado de cero porque ha sido la primera vez que no he sido capaz de describir un personaje. Mi padre era un poco misterioso, no conseguí entenderlo del todo. Le di un par de notas contradictorias a Toni y él lo desarrolló solo”.

Fotograma de 'Fue la mano de Dios'
Fotograma de 'Fue la mano de Dios'
Cinemanía

A su álter ego, Sorrentino lo encontró en el debutante Filippo Scotti, aspirante a actor y director. “De todos los actores que vimos, Filippo era el más talentoso. Pero, sobre todo, al conocerlo sentí la misma ternura que sentía hacia mí mismo de joven”. Como él en su adolescencia, Filippo era un chico tranquilo, más bien paradito. 

Con esas palabras se describe el cineasta que, recuerda, “pasaba casi todo el tiempo en casa, entre adultos, sin amigos de mi edad y hacía una vida normalísima, de la casa al colegio y del colegio a casa”. Completan el círculo más íntimo de los Schisa la madre (Teresa Saponangelo), el hermano mayor (Marlon Joubert), la hermana (Rossella Di Lucca), perpetuamente encerrada en el baño tal y como Sorrentino la recuerda, y una interesante colección de tíos y tías, primos o vecinas baronesas, a cada cuál más extravagante.

La musa de Sorrentino

Fue la mano de Dios es también el retrato del nacimiento de una vocación. En esos años, alrededor del terrible incidente que marcó su vida y como una forma de huida del profundo dolor, Sorrentino decidió que quería ser director de cine. A lo largo de la película vemos cómo el joven Fabietto se va convenciendo de ese sueño aparentemente irrealizable. Primero, en el casting para la próxima película de Fellini al que acompaña a su hermano mayor y en el que le escuchan decir que el cine no sirve para nada pero al menos distrae. 

Más tarde, cuando le confiesa a su tía Patrizia, de la que está secretamente enamorado, que quiere ser cineasta y que ella será su musa. Después, en el rodaje del nuevo filme de Antonio Capuano, que Fabietto irá a ver al cine cuando se estrene. Y, sobre todo, en esa emocionante conversación con el director de L’amore buio o Luna Rossa al que persigue por las calles de Nápoles para que lo acepte como discípulo, pronunciando la que probablemente sea la mejor declaración de amor al cine que hemos visto en mucho tiempo: “La vida ya no me gusta. Quiero otra, imaginaria, igual a la que tenía antes. Por eso quiero hacer cine”.

Póster de 'Fue la mano de Dios'
Póster de 'Fue la mano de Dios'
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“Esa conversación con Capuano es un resumen de muchas charlas que hemos tenido a lo largo de los 28 últimos años –cuenta el director sobre su mentor, con quien escribió Polvere di Napoli en 1998–. Explica a la perfección qué clase de ser humano es Capuano, alguien a quien amo y odio por partes iguales porque tiene la capacidad de desnudarme emocionalmente y revelarme cómo soy realmente”. Otros directores aparecen citados en la película, Franco Zefirelli o Sergio Leone, del que vemos un VHS de Érase una vez en América sobre el televisor de los Schisa, pero ni estos ni Fellini tuvieron el impacto de Capuano en Sorrentino. 

“No solo me convenció para hacer cine sino que me convenció para hacer cine con valentía”, distingue el director. En cuanto a su motivación para hacer cine, Sorrentino matiza: “No hago cine porque la realidad sea pobre sino porque es fatigosa. Para todos. Y yo tengo esta gran oportunidad de evadirme contando una realidad paralela que es la del cine. La construyo yo, es más perfecta, frente a la otra que no consigo gestionar”.

Toni Servillo y Filippo Scotti en 'Fue la mano de Dios'
Toni Servillo y Filippo Scotti en 'Fue la mano de Dios'
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Es curioso que siendo la película en la que Sorrentino describe cómo se enamoró del cine, sea su filme formalmente más mesurado. Más allá de esos personajes extravagantes y momentos fellinianos entre el sueño y la realidad que recuerdan a La gran belleza, Fue la mano de Dios está narrada con una cámara quieta, calma, quizás acompañando al chaval que fue Sorrentino. 

“Puede que mis anteriores películas formalmente sean más exuberantes porque en ellas trato temas que me apasionan pero que no conozco. Así que hacer estas películas es una forma de explotar esta curiosidad –responde–. En este caso no había curiosidad por mi parte. Todo lo que cuento lo conozco perfectamente. Es mi vida. La forma debía limitarse a recibir los sentimientos de los personajes”.

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