Así explicó Eugenio cómo funcionan los bancos en su película de 1983

En 'Un genio en apuros', el comediante catalán coló una soflama anticapitalista que se ha hecho legendaria. 
El humorista Eugenio.
El humorista Eugenio.
Cinemanía
El humorista Eugenio.

Las películas con humoristas son un subgénero del cine español ahora olvidado (¿por suerte?), pero que generó títulos a cascoporro hasta bien entrados los 90. Desde los Hermanos Calatrava hasta Chiquito de la Calzada, pasando por Martes y Trece, Joe Rígoli o Los Morancos, a un cómico le bastaba con alcanzar el éxito en TV (preferiblemente a través del Un, Dos, Tres) para que la gran pantalla le abriera sus puertas. 

Sin embargo, hoy no venimos a hablar de El ETE y el Oto, El robobo de la jojoya, Ekipo Ja o Aquí llega Condemor, entre otras joyas de nuestro celuloide más inenarrable. Nos toca recordar, en cambio, Un genio en apuros, la película protagonizada por Eugenio en 1983. 

A diferencia de sus ilustres colegas, el humor que Eugenio practicó desde la década de los 70 hasta su muerte en 2001 carecía de frases hechas (salvo el famoso "Saben aquel que diu..."), latiguillos, imitaciones de famosos o golpes de efecto. La mejor invención del cómico, nacido Eugeni Jofra en Barcelona (1941), fue su personaje de impertérrito ligón de barra, siempre vestido de negro y con el cubata a mano. 

Esta heterodoxia le volvía especialmente apto para aparecer en un largometraje, algo que ocurrió cuatro años después de su debut, cuando ya gozaba de una fama arrolladora. El responsable de escribir y dirigir el filme fue Lluís Josep Comerón, un profesional veterano que, el año anterior, había dirigido La rebelión de los pájaros, un vehículo al servicio del grupo infantil Regaliz.

Más allá del juego de palabras de su título, Un genio en apuros no cuenta con Eugenio interpretándose a sí mismo. O sí, según se mire: su papel es el de Durán, un excéntrico con múltiples intereses, pero muy pocos ingresos, cuyo tren de vida supone una desesperación para su hermano (Agustín González) y una fuente de continuas alegrías para su hija (Adriana Grañena). 

El reparto de Un genio en apuros está lleno de rostros conocidos: en él encontramos a José Luis López Vázquez, Julieta Serrano, Mari Carmen Prendes y Juanjo Puigcorbé, entre otros Pero la intervención que nos interesa aquí es la de Antonio Ozores, otro humorista entonces en plena boga gracias a las películas de su hermano Mariano y de sus apariciones en el programa de Chicho Ibáñez Serrador. 

En la cinta, Ozores no suelta ni un solo "¡No, hijo, no!", su frase más característica. En lugar de eso, aparece como el director del banco donde trabaja el personaje de Agustín González, y al que Eugenio acude para una entrevista de trabajo. La cual se tuerce en tiempo récord gracias a la  pregunta: "¿Usted sabe cómo funciona un banco?".

"Yo dejo dinero al banco y el banco me da un interés", responde Eugenio, arrancando así un discurso que se ha vuelto célebre en internet. "Con mi dinero, el banco negocia, saca beneficios, construye grandes edificios, patrocina cosas, viven ustedes, reparten dividendos y hacen propaganda para que yo vuelva al banco a pedir créditos que cobran un interés triple del que me dan a mí". 

"En el fondo, un banco es una ingeniosa máquina de encarecer el dinero. Como el Estado, pero en privado", resume Eugenio, mientras a un pasmado Antonio Ozores se le cae el puro de la boca. Y añade: "El truco es bueno. Un banco siempre vende duros a siete pesetas, con la ventaja de que los duros son de los demás". Llegado este momento, el banquero expulsa al humorista de su despacho justo cuando este se dispone a contar un chiste.

Un genio en apuros fue el último largometraje de la carrera de Eugenio, y uno de los pocos que llegó a firmar Lluís Josep Comeron. El siguiente título de la filmografía de este último fue Puzzle, un noir que ha caído en un olvido casi total pese a tener de protagonista a un joven Antonio Banderas. 

En el año de su estreno, con la Transición recién finiquitada, las palabras de Eugenio no levantaron ninguna polémica. Pero, ahora que los bancos ofrecen a su clientela condiciones aún más duras que entonces, es inevitable preguntarse qué gag sangrante se le hubiera ocurrido al humorista catalán tras escuchar al sonriente comercial de turno explicarle las comisiones que le iban a cobrar por usar su cuenta. 

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