La verdadera historia entre Eloy de la Iglesia y José Luis Manzano: dos desarraigados a quienes el mundo del cine dio la espalda

El historiador Eduardo Fuembuena publica una nueva versión de su rigurosa investigación sobre el director de 'Navajeros' y su actor fetiche.
José Luis Manzano en 'El pico'
José Luis Manzano en 'El pico'
Cinemanía
José Luis Manzano en 'El pico'

Siete películas. Ni un filme más, ni tampoco uno menos, necesitó el joven actor José Luis Manzano para convertirse allá por los ochenta en todo un icono de la España constitucional. Este mes de marzo, coincidiendo con el 15 aniversario de la muerte del que fuera su mentor, Eloy de la Iglesia, ve la luz Lejos de aquí. La verdadera historia de Eloy de la Iglesia y José Manzano, la nueva versión de un riguroso y exhaustivo ensayo escrito por el historiador Eduardo Fuembuena donde se relatan sin titubeos las peripecias vitales del director vasco y su pupilo, así como la historia de la generación perdida de los ochenta y sus sorprendentes conexiones con el cine.

Eloy conoció a José Luis Manzano un día de finales de 1978, en unos billares de la madrileña calle Victoria que el vasco solía frecuentar en busca de chicos jóvenes con los que acostarse. José, un humilde chaval heterosexual procedente de una familia desestructurada de la UVA de Vallecas, mantuvo entonces un encuentro íntimo y puntual con Eloy, comunista aburguesado y homosexual. 

"Soy un marginado y, como tal, defiendo y analizo la marginación porque, para mí, no deja de ser un hecho cotidiano. Sé lo que es sentir y vivir las contradicciones de una sociedad reaccionaria", explicaría en una entrevista el propio cineasta, un tipo políticamente incorrecto que retrató como nadie la marginalidad y la delincuencia juvenil presentes en la España postfranquista.

Al cabo de un año de aquel fortuito encuentro, Eloy volvió a buscar a José Luis para pedirle que protagonizase su siguiente película, Navajeros (1980). Como no tenía muchas oportunidades y debió pensar que había poco que perder, el joven lumpen aceptó esa propuesta para debutar en el mundo de la interpretación.

“Como Eloy había buscado a Manzano solo unas semanas antes de comenzar a rodar Navajeros y no se podía cubrir el tiempo mínimo de su formación, el joven memorizó el guion de la película con alguien próximo al director que se lo hacía repetir. Llegó al rodaje con el texto aprendido, incluidos los diálogos de los otros personajes. Concluido aquel rodaje, Eloy le puso una profesora privada que consolidó su alfabetización en menos de cuatro meses", señalaría Fuembuena en una entrevista concedida a nuestra revista el pasado año.

José Luis Manzano, actor fetiche

Tras filmar Navajeros, José pasó a ser el actor fetiche de Eloy, que gracias a sus películas —a menudo criticadas por su supuesto estilo efectista y truculento— se convirtió en el cineasta más comercial del momento. Además, el vallecano se erigió también en uno de los máximos exponentes de eso que llaman cine quinqui —gracias a su trabajo en melodramas sociales como El pico, la película más taquillera del año 1983—.

Según cuenta el escritor zaragozano, Eloy y José Luis mantuvieron durante años una relación tan intensa como imposible de etiquetar. "José y Eloy suscribieron un pacto personal y artístico", explica ahora a CINEMANÍA. "José se ponía siempre al servicio de Eloy y realizaba cualquier labor cotidiana que el adulto necesitara, pero también se situaba delante de la cámara en los rodajes y encarnaba retratos de la juventud de la Transición política española. Eloy elevó el nivel intelectual y social de Manzano y le dio algo que hacer en la vida: ser actor. Funcionó, con todas las contradicciones que provocan las carencias afectivas y de personalidad y la marginación social que los dos sufrían, hasta que la droga dura lo jodió todo".

Portada del libro 'Lejos de aquí'
Portada del libro 'Lejos de aquí'
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En este sentido, ambos comenzaron fumando porros y tomando cocaína, pero, al cabo de un tiempo, acabaron enganchados también a la heroína. Eloy empezó entonces a perder rápidamente el interés por aquel joven, a la misma velocidad que su carrera cinematográfica se iba al garete. De hecho, tras el rodaje de La estanquera de Vallecas (1987), pasaría más de tres lustros sin ponerse detrás de las cámaras.

Entrevistas para conocer la historia

Aunque muchos lo desconocen, Lejos de aquí es fruto de años de esfuerzo y sacrificio en los que Fuembuena tuvo que ganarse la confianza de numerosos familiares y allegados a Eloy y José para escribir la historia definitiva del dúo. "Todos son personas extraordinarias. Creo que entendieron enseguida que mis intenciones eran idealistas y buenas, y me hace muy feliz haber mantenido su respeto y aprecio a lo largo de los años", asegura el historiador, quien por distintas razones acabó tomando la decisión de autopublicar su obra.

"Antepongo mi independencia y mi integridad personal y carezco de ambición, por lo que he escrito el libro que hacía falta escribir sobre Eloy y Manzano, no el comercial y luciferino que se podría haber fabricado sobre su historia. Además, la de ellos, y la mía como escritor, son realidades que se encuentran muy alejadas de los planes y los intereses de los editores tradicionales y, desde luego, de los de los grandes grupos de comunicación. Luego se da una cuestión que ha pesado más que el rechazo. Esta es el silencio editorial, que he terminado aceptando como algo inevitable en esta sociedad por una cuestión práctica: la mayoría de los editores no saben que yo y mi obra existimos. Dicho esto, Eloy, como cualquier persona que cuestiona el sistema de poder y no se arrastra ante este, es siempre incómodo".

De todas las personas a las que pudo entrevistar para su proyecto, Fuembuena recuerda con especial afecto a Pedro Cid Abarca, "un humanista y la persona más grande que he conocido. Fue un sacerdote salmantino que cuidó de Manzano durante sus últimos dos años y medio de vida, y que es el tercer vértice de un triángulo que era necesario mostrar". No en vano, Pedro acogió al actor madrileño en la casa de su parroquia entre junio de 1989 y abril de 1990, consolidando su alfabetización, pagándole también unos estudios de producción audiovisual y, sobre todo, dándole el calor humano que tanto necesitaba. 

"Pedro inició un trabajo con Manzano para que este recuperase una dignidad personal y para que naciese en él la persona consciente. El resultado final no cambió por ello, pues la fatalidad tan propia de Jose, la desmemoria crónica, por no decir otra cosa, del cine español y el mal que lo ensombrece todo en este mundo pesaron mucho", cuenta.

La caída de José Luis Manzano

En cierto modo, José Luis era un chico contradictorio e infeliz. Pero Eloy le hizo creer que podía ganarse la vida como actor y, quizás por eso, él se entregó en cuerpo y alma a la misión. Pero el mundo del cine le acabó dando la espalda sin contemplaciones y eso terminó de hundirle. En junio de 1991, José Luis fue detenido junto a otro joven por asalto con intimidación. Aquello condujo a que terminara cumpliendo condena en régimen abierto en la antigua prisión de Yeserías.

José Luis Manzano
José Luis Manzano
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Tras su periplo carcelario, el muchacho intentó esquivar la muerte ingresando diez días en el Sanatorio Esquerdo e iniciando después un programa de reinserción para expresos con problemas de drogodependencia en una asociación religiosa. Tristemente, no encontró la fuerza necesaria para conseguirlo. En febrero de 1992, apenas un día y medio después de abandonar el programa, murió de una sobredosis de droga con solo veintinueve años.

El libro de Fuembuena ahonda en cómo Eloy descubrió el cuerpo sin vida de José Luis en su apartamento, con una jeringuilla hipodérmica clavada en la rodilla izquierda. Un episodio bastante dramático y sórdido que, en el fondo, funcionaba como la perfecta crónica de una muerte anunciada. "A partir de 1987, José vivía en un estado de ansiedad prolongado frente a la incertidumbre de su situación vital y sin alcanzar a comprender que el mundo del cine le había dado la espalda", relata el autor. "En cambio, Eloy sí era consciente del ostracismo alrededor de su persona y también de un estatus profesional perdido o negado por la profesión del cine".

El escritor piensa que "José nunca entendió el valor ni el significado de la muerte, a pesar de estar sumergido en un proceso de destrucción personal como politoxicómano que era, aunque, por otra parte, manifestó en ocasiones que deseaba morir, ya que sentía que su juventud y belleza física se le escapaban de las manos. Por lo tanto, la muerte fue un punto final consecuente y liberador para el joven. Eloy aceptó este hecho como inevitable cuando se produjo. Y creo que debió de sentirse liberado de la amenazadora presencia de su exactor, que lo maltrataba en la última época".

Diez años después de su muerte, los restos de José Luis fueron incinerados y esparcidos en un cenicero común por impago de la renovación de la sepultura. Tampoco le fue mucho mejor a Eloy, que no acudió ni a su funeral ni a su entierro y, además, vio cómo varios de sus proyectos cinematográficos eran bloqueados administrativamente. En 2006, tres años después de rodar su última película, falleció en Madrid tras someterse a una operación de cáncer de riñón. Un dramático final, el de ambos, a la altura del mejor guion de filme de temática social rodado jamás en nuestro país.

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