Dolor, humillación y mentiras: 5 retratos inclementes del porno y de la sociedad que lo cobija

Tres películas, un documental y una serie nos sirven para desgranar una industria podrida desde su nacimiento.
Una escena de 'Pleasure'
Una escena de 'Pleasure'
Cinemanía
Una escena de 'Pleasure'

El porno quiere cambiar, sus trabajadores y trabajadoras buscan construir una industria que refleje el sexo consensuado, que acabe con la figura del hombre depredador y de la mujer como objeto sexual. Para esto son necesarias dos cosas fundamentales: que siga aumentando el poder de la mujer en este negocio y que haya un cambio mental en todos los consumidores de pornografía.

El cambio empieza por nosotros, claro, por los millones de consumidores que asimilamos tan fácil las humillaciones, las mentiras o el dolor causado el porno. Y el primer paso es saber en qué consiste la producción pornográfica y por qué debe reconstruirse.

Tres películas, un documental y una serie de diferentes épocas y países son suficientes para tener una radiografía bastante exacta de lo que hablamos cuando hablamos de porno. 

'Pleasure'

Una escena de 'Pleasure'
Una escena de 'Pleasure'
Cinemanía

Antes de Pleasure estuvieron Boogie Nights, Lovelace, Orgazmo… Películas que intentaban describir la industria pornográfica y que lo hacían con mayor o menos crudeza, pero donde se obviaba la verdad. Con Pleasure sucede lo contrario y por eso esta película es y será el mejor acercamiento al porno desde el cine de ficción.

La directora Ninja Thyberg cuenta la historia de Jessica, una joven que deja su vida en un pueblo de Suecia para ir a Los Ángeles y convertirse en una estrella del porno.

Después de varios años investigando la industria, conviviendo con mujeres que trabajaban en películas porno y accediendo a rodajes, Thyberg ha escrito y dirigido un filme donde se revela una realidad tapada desde hace décadas por el resto de películas comerciales que han intentado retratar la pornografía: el problema no es de las personas que hacen porno, a las que vemos como pervertidas, ellas solo dan al cliente lo que busca.

Dobles penetraciones con peligro de traumatismo y desgarro, la inseguridad masculina tapada con la sexualidad femenina, la contribución al concepto de puta, violaciones simuladas, humillaciones… Thyberg nos pone delante de una industria controlada por hombres y cuya toxicidad ha envenenado la idea del sexo para todos los jóvenes. Jóvenes hombres, por supuesto, porque la mayoría de las veces es el porno su primera aproximación a las relaciones sexuales.

Thyberg hace todo esto con elocuencia y sin juzgar nunca a sus personajes. Bella, la protagonista, quiere ser una estrella porno y la directora no la psicoanaliza buscando un motivo para satisfacer el morbo.. En el porno se gana mucho dinero, no hay razones más oscuras o perversas que esa. Tampoco Thyberg inicia una cruzada para prohibir el porno, ni culpabiliza al espectador por excitarse, porque en el fondo sabe que desde la culpa no se construye nada.

Sin embargo, huyendo de los estereotipos y ofreciendo escenas brutales, sí que nos hace reflexionar sobre un cambio necesario, primero en la forma de consumir porno y después en la manera de producirlo. Un cambio hacia el porno positivo. 

'Adult Material'

Una escena de 'Adult Material'
Una escena de 'Adult Material'
Cinemanía

En cuatro episodios esta serie de Reino Unido nos pone delante de un hito que transforma para siempre la rutinaria vida de una estrella porno.

Jolene Dollar es su nombre artístico, Hayley Burrows es como se llama en su vida privada. Burrows está en la treintena y tiene tres hijos. Se levanta todos los días, desayuna con sus hijos, hace la colada, les lleva al colegio y cuando comienza su horario laboral se transforma en Jolene Dollar y hace películas porno.

Es feliz con lo que hace y tiene poder en la industria. Pero un día la joven actriz Amy llega a su vida con ganas de triunfar en este trabajo y consiente rodar una escena de sexo anal, algo que sin embargo Dollar siempre ha evitado. Amy acaba mal y Jolene se echa a la espalda una lucha judicial contra un magnate del porno.

Los cuatro episodios retratan este pulso en el que Jolen pierde todo lo que ha conseguido como pornstar. Poco importa si el fin es proteger a sus compañeras.

La serie de Dawn Shadforth es una denuncia a la explotación de las mujeres en el porno pero que, por supuesto, se puede extrapolar a cualquier ámbito laboral o de negocio. Una auténtica alegoría de esta sociedad donde también se deja sitio para la sororidad enmarcando la idea de que a las mujeres se les da muy bien ayudarse entre ellas y pisoteando ese terrible concepto individualista en el que para llegar a conseguir el éxito tienes que pasar por encima del resto. 

'Yo fui el rey del porno'

Una escena de 'Yo fui el rey del porno'
Una escena de 'Yo fui el rey del porno'
Cinemanía

Este documental que se puede ver en Filmin es café para muy cafeteros.

“Durante más de 10 años una cámara extra con trípode fue colocada en cada plató del actor y director Herve P. Gustave”.

Así comienza esta película, con este cartel en fondo negro y el sonido de varios gemidos. Es el retrato más íntimo posible de los trabajadores del porno. Durante 9 años y a través de varios rodajes vemos, de la manera más cruda posible, como actores y actrices profesionales afrontan su trabajo mientras que novatos o semiprofesionales se apuntan a esta industria con mucha ambición y curiosidad carnal.

El documental es abrumador. Se puede sentir el sudor de los actores, el olor de los fluidos y por supuesto uno no deja de pensar: ¿quién demonios querría ver esto? Una contradicción absolutamente arrolladora que llevará al espectador a plantearse su posición frente a esta industria.

Lo más impactante de Yo fui el rey del porno no son las escenas de sexo. Lo realmente brutal son las escenas después del rodaje, los espacios muertos, las conversaciones de Gustave con los actores, sobre todo con los actores semiprofesionales. 

Hablan sobre sus sueños: “Quiero impresionar a las chicas. Ser el mejor en esto”. Y también sobre el amor o las relaciones: “Creo que no me he enamorado nunca”, le cuenta una actriz al director después de rodar una escena y mientras se manosean viendo otras grabaciones.

Es muy difícil de ver y el impacto que produce en el espectador es igual de difícil de olvidar. 

'The Pornographers'

Una escena de 'The Pornographers'
Una escena de 'The Pornographers'
Cinemanía

Esta película es importantísima en la historia de lo que podríamos denominar como: el retrato del porno en el cine convencional. Difícilmente se puede retratar con tanta finura la perversión en Japón.

Dirigida por Shôhei Imamura en el años 66, esta historia sobre un hombre que elabora material pornográfico y organiza encuentros entre jóvenes casi vírgenes y viejos lo tiene absolutamente todo: voyeurimo, incesto, pederastia, negocio, sexo.

Con mucho atrevimiento Imamura desarrolla el afán voyeurista del hombre, sobre todo en el terreno sexual, y por supuesto unos cuantos pecados más que eran tabú en la sociedad nipona como la afición por la pederastia por parte de muchos hombres maduros.

Y lo más difícil de The Pornographers no es tampoco todo lo que cuenta, sino el modo en el que lo hace a ratos, con un tratamiento ligero, incluso cómico. 

'Don Jon'

Una escena de 'Don Jon'
Una escena de 'Don Jon'
Cinemanía

Con esta pequeña y nada reconocida obra maestra de Joseph Gordon-Levitt ponemos el punto de mira en el tipo de sociedad que consume pornografía y consume todo lo malo enumerado anteriormente: dolor, humillación y mentiras.

Jon Martello, el protagonista, no es un mal tipo. Un joven adicto al porno, con un apartamento, un coche, que visita a su familia todas las semanas, que va a la iglesia, que intenta encontrar novia sin demasiado éxito…

Martello tiene un problema: solo obtiene placer viendo ponografía. El sexo en la vida real, aunque sea con chicas sublimes, no le produce ningún estímulo importante.

La industria pornográfica nos ha podrido el cerebro hasta tal punto que probablemente existan muchos más Jon Martello de lo que parece. Personas completamente insensibilizadas a las que les cuesta disfrutar de una relación sexual sana porque tienen el cerebro embotado de escenas pornográficas completamente exageradas, irreales, perversas y manipuladoras.

El final de esta película orquestado por la relación entre Martello y Esther, una mujer mayor que él, podría ser tildado de reaccionario. Porque algo tan sencillo como amar puede que no tenga sentido para muchos hoy. 

Sin embargo, casi una década después del estreno de la película, una de las figuras más relevantes del panorama social y filosófico actual, Samantha Hudson, se manifiesta en favor del mismo mensaje que Gordon-Levitt criticando la manera en la que hoy las personas ni siquiera follan entre ellas: “Hoy nos masturbamos con cuerpos”. 

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