Disney quiere eliminar a toda costa esta película acusada de racismo

Polémica ya en el momento de su estreno, 'Canción del Sur' es ahora la mayor patata caliente en el catálogo del estudio.
Bobby Driscoll, James Baskett y Luana Patten en 'Canción del Sur'.
Bobby Driscoll, James Baskett y Luana Patten en 'Canción del Sur'.
Cinemanía
Bobby Driscoll, James Baskett y Luana Patten en 'Canción del Sur'.

De todos los activos que puede poseer una gran corporación, la imagen es uno de los más importantes. Y si dicha corporación suma 90 años de historia, como es el caso de Disney, es inevitable que los cambios culturales acaben convirtiendo antiguos triunfos en lastres. Para probarlo, nada mejor que el caso de Canción del Sur, un filme que ganó dos Oscar en 1948 (uno de ellos honorífico), pero que ahora el estudio quiere eliminar a toda costa. 

Que Disney lleve años intentando que el público olvide esta película no se debe a la llamada 'cultura de la cancelación' ni a ninguna presunta protesta woke. Dirigida por Harve Foster y Wilfred Jackson (uno de los responsables de Blancanieves y los siete enanitos, así como de Alicia en el país de las maravillas, Peter Pan y otros clásicos del estudio), la cinta ya fue controvertida en el momento de su estreno.

Inspirada en los cuentos del escritor Joel Chandler Harris, a su vez basados en historias populares afroamericanas, Canción del Sur fue acusada en su día de ser una apología del racismo. O más bien una historia tramposa que ofrecía una visión endulzada e irreal de las relaciones raciales en EE UU, especialmente durante los años posteriores a la Guerra de Secesión. 

Así pues, que Disney la haya expulsado de su catálogo (tanto en formato doméstico como en VOD) y que esté eliminando todas las referencias al filme de sus parques temáticos resulta natural, en tanto que operación de control de daños destinada a preservar su imagen pública. Pero también plantea una paradoja muy amarga. 

Sabían en qué se metían

En su momento, Canción del Sur respondió a una necesidad concreta. Tras la II Guerra Mundial, las finanzas de Disney andaban maltrechas, algo que llevó a la Casa del Ratón a despedir a buena parte de su plantilla, y también a buscar proyectos más baratos para así amortizar mejor los costes. Como, por ejemplo, un filme que combinara la animación con la acción real. 

Fue el propio Walt Disney quien se planteó adaptar las historias recogidas por Chandler Harris, cuyos derechos había comprado en 1939. El libro Uncle Remus, His Songs and Sayings (1881), proporcionaría a la película su materia prima, y también su personaje protagonista, el tío Remus: un esclavo liberto, versado en el folclore sureño, que entretiene a los niños con cuentos protagonizados por personajes como el hermano Conejo y sus enemigos, el hermano Zorro y el hermano Oso. 

De por sí, el libro de Harris no estaba exento de polémica. Creado como un símbolo de la reconciliación nacional tras la guerra, el tío Remus tenía mucho de caricatura bienintencionada. Y, si esa caricatura había levantado suspicacias en el siglo XIX, era de esperar que no cayese bien a finales de los años 40, un momento en el que ya se incubaba la reclamación de derechos civiles que estallaría dos décadas más tarde. 

Para colmo, el guion de la cinta corrió a cargo de Dalton S. Reymond, un escritor sin experiencia cinematográfica cuya perspectiva sobre las cuestiones raciales escamaba incluso a Walt Disney. Así las cosas, el productor trató de ponerle contrapesos, primero en la forma del afroamericano Clarence Muse (que abandonó el proyecto) y después en la de Maurice Rapf, un guionista de izquierdas cuya carrera acabaría truncada por el macartismo. 

Si bien Rapf hizo lo que pudo, los sesgos de Reymond estaban tan presentes en el libreto que incluso la 'oficina Hays', responsable de aplicar el código de censura de Hollywood, pidió al estudio que eliminara de sus diálogos expresiones racistas como "darkie".

Finalmente, Canción del Sur se rodó con un presupuesto de un millón y medio de dólares, contando en su reparto con el actor infantil Bobby Driscoll (una de las mayores promesas del Hollywood de entonces) y con James Baskett, la auténtica revelación de la cinta, en el papel del tío Remus. Ya maduro, Baskett acabaría llevándose un Oscar honorífico por su trabajo, pero apenas pudo disfrutar de ese éxito: falleció en 1948 a causa de la diabetes. 

Póster de 'Canción del Sur'.
Póster de 'Canción del Sur'.
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Otra actriz con Oscar, Hattie McDaniel (la mítica Mammy de Lo que el viento se llevó) también intervino en la película y habló en su favor ante la prensa. Pero sus palabras no impidieron que asociaciones afroamericanas como la NAACP arremetieran contra un filme que el crítico Richard B. Dier como "la propaganda más cruel a favor de la supremacía blanca jamás producida por Hollywood". 

La polémica causada por Canción del Sur llegó al Congreso de EE UU, y también a las calles, con activistas por los derechos civiles manifestándose frente a los cines que la proyectaban. Aunque las críticas fueron positivas y la película triunfó en taquilla, la prensa de izquierdas hizo hincapié en detalles como que James Baskett, el protagonista del filme, no pudiera asistir al estreno del filme en Atlanta debido a su piel oscura. 

¿Debemos quemar al tío Remus? 

Finalmente, Canción del Sur fue nominada a dos Oscar. Y, además de la estatuilla honorífica concedida a Baskett, ganó la correspondiente a Mejor canción original por Zip-a-Dee-Do-Dah, justo la canción que ahora va a desaparecer de los parques temáticos de Disney para no herir susceptibilidades. 

Asimismo, el estudio se benefició del merchandising de la cinta, y también llevó a cabo varios reestrenos en pantalla grande, el último de ellos en 1986. Sin embargo, el paso de los años y los cambios en la mentalidad del público fueron convirtiendo a Canción del Sur en un lastre incómodo para el estudio, por no decir una vergüenza que convenía barrer bajo la alfombra. 

Lavándose la cara de esta forma, el estudio no solo está haciendo desaparecer un fragmento de historia del cine (por vergonzoso que este sea), sino que también está negando el trabajo de quienes trabajaron en la película, y de la huella que dejó en ella la cultura afroamericana. 

Sin ir más lejos, y por muy desvirtuadas que llegasen al público, las historias recogidas por Joel Chandler Harris son valiosas piezas de folclore cuyo origen se remonta hasta África. Al ser conservadas y transmitidas por los esclavos de las plantaciones, las astucias del hermano Conejo se convertían en metáforas de la supervivencia de los esclavos bajo el yugo de sus amos blancos. 

A estas alturas, dichas historias populares cuentan (o deberían contar) con plasmaciones mucho más adecuadas que una película como Canción del Sur. Pero barrer la cinta del mapa también le hace un flaco favor a los profesionales afroamericanos que trabajaron en ella, empezando por James Baskett y buena parte de sus intérpretes. 

¿Cuál sería la actitud correcta hacia este filme? Pues tal vez la de conservarlo como una reliquia digna de estudio, pero no de adoración. A fin de cuentas, hablamos de un trabajo cuya calidad fue mediana, tirando a mala, y que se ha salvado del olvido precisamente por la polémica que sigue arrastrando. Y cuyo interés para los niños que ahora acuden a los parques Disney o consultan el catálogo de Disney+ es, siendo generosos, muy pequeño.

Tal vez Disney hubiera hecho mejor dejando que Canción del Sur siguiera el camino propio de aquellas películas que solo interesan a los estudiosos del cine (y del racismo) en lugar de mantenerla de actualidad a base de regates y maniobras de relaciones públicas. Pero qué sabremos nosotros.

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