'Predator. La presa': el acierto de llevar la caza alienígena al pasado nativo y a la iniciación guerrera

Naru contra el monstruo en 'Predator. La presa'
Naru contra el monstruo en 'Predator. La presa'
(Hulu/Disney+)
Naru contra el monstruo en 'Predator. La presa'

Con la referencia del icónico y apreciado clásico ochentero, la saga Predator  ha tenido un desarrollo variopinto: la reivindicable secuela urbana de 1990, los dos enfrentamientos con los xenomorfos (series B que, tanto por salud como por defecto, tienden a omitirse), la mal recibida entrega de 2010 (sí, la de Adrien Brody, para nada tan floja como se dijo) y la vistosa pero algo decepcionante propuesta de Shane Black (2018). Un imaginario que ha recobrado la atención cinéfila por el estreno en Disney+ de Predator. La presa, llamativa variación de la fórmula.

La idea de establecer una precuela invitaba a introducir la amenaza del cazador alienígena en nuevos senderos. Dan Trachtenberg, director de la estimable y sorprendente Calle Cloverfield 10, y el guionista Patrick Aison ubican la narración a principios del siglo XVIII (en concreto, en 1719) en el marco ambiental de la supervivencia y las costumbres de una tribu comanche. Una buena jugada en términos de planteamiento, ya que las cuestiones de la caza y del orden natural de los depredadores conectan con lo básico y lo primitivo, y el filme las lleva a esa esencia.

Llega un punto en el que las incursiones en una franquicia generan dudas, pero la implicación creativa de Trachtenberg daba un margen de confianza, y el resultado final corrobora que se estaba en lo cierto. Y eso que en sus primeros tramos la obra resulta más interesante en lo conceptual (la premisa elegida con un predator de por medio, la ciencia ficción que irrumpe en el pasado, los ecos de modulación del western) que por lo plasmado en la pantalla.

La sensación no supone en absoluto que lo expuesto entonces sea desdeñable. Se palpan las reminiscencias clásicas en torno al componente del hombre y la naturaleza así como la honestidad y el oficio en la ejecución de los postulados y del tipo de historia. 

Por suerte en el último tercio de la exposición brota el equilibrio en cuanto a la sugerencia, de modo que el mencionado interés que ejerce el sustrato detectado va a la par que el suscita la acción, que ya se disfruta más porque Trachtenberg ofrece justo lo que se estaba esperando. En ese sentido, al relato le sientan bastante bien la entrada en escena de los tramperos y que el predator muestre su rostro.

Amber Midthunder, protagonista de 'Predator. La presa'
Amber Midthunder, protagonista de 'Predator. La presa'
(Hulu/Disney+)

Predator. La presa, título español de Prey (que hace pensar en la larga tradición de las denominaciones locales poco convincentes), toma como base narrativa la situación de Naru, interpretada por Amber Midthunder (Legión), una joven comanche aguerrida, valiente y con maneras de cazadora, además de con habilidades para el rastreo y la medicina, a la que le falta acertar en el instante decisivo y que aguarda su gran momento al respecto. Ese que lleva aparejados el salto, el cambio de etapa interna y la consideración de la comunidad.

Se enfrenta a que en la tribu, como se pone de manifiesto en las conversaciones con la madre y con el hermano, futuro líder del grupo, y por las actitudes de los compañeros de este, no ven eso de que una mujer sea cazadora. En los apuntes discursivos aparece por tanto el tema de la reivindicación femenina. Como suele ocurrir, el proceso de lucha del personaje genera conexión, si bien la naturalidad que debería entrañar un enfoque así no es tal porque de fondo asoman el signo de los tiempos, la agenda imperante y la manía de introducir la perspectiva contemporánea en mentalidades del pasado (en el fondo algo inevitable).

Más allá de lo señalado acerca del subtexto expositivo, la guerrera comanche Naru adquiere recorrido con merecimiento en el imaginario de la saga. Aunque nadie igualará a Dutch, es una más que digna rival para el predator. Un monstruo reflejado según los cánones (el camuflaje inicial, la visión térmica…) y con el detalle vistoso de que, por aquello del desarrollo tres siglos atrás, luce un casco más primitivo, de huesos, dentro del factor de la tecnología futurista.

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