Concha Velasco, la eterna chica yeyé del cine español

Concha Velasco en 'La hora bruja' (1985)
Concha Velasco en 'La hora bruja' (1985)
Cinemanía
Concha Velasco en 'La hora bruja' (1985)

Si el cine español tuviera que condensarse en un rostro de mujer, sería el de Concha VelascoLa artista ha fallecido este sábado a los 84 años en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid) como consecuencia de "una complicación en su enfermedad", ha confirmado su familia.

La actriz vallisoletana fue la más popular de las estrellas españolas durante la segunda mitad del siglo XX. Una filmografía con más de un centenar de títulos en cine y televisión certifica el trabajo dedicado y prolífico de esta artista de la interpretación, el baile y la canción que obtuvo el cariño desbordado del público con sus películas y el prestigio crítico a lo largo de una aclamada carrera teatral.

Concha Velasco iba para bailarina, pues estudió Danza Clásica y Española en el Conservatorio Nacional de Madrid, ingresó muy joven en el ballet de la Ópera de A Coruña, en la compañía de Manolo Caracol como bailaora flamenca y en revistas musicales de Celia Gámez. De ahí que su debut en el cine fuera como bailaora anónima en la adaptación del sainete La reina mora (1955) que dirigió Raúl Alfonso como vehículo para la cupletista Antoñita Moreno.

Conchita Velasco, estrella de comedia

Vendrían después comedias en las que empezaría a hacerse notar como secundaria, con el nombre Conchita Velasco, como La fierecilla domada (Antonio Román, 1956; con Carmen Sevilla y Alberto Closas) o Los maridos no cenan en casa (Jerónimo Mihura, 1957), hasta la llegada de dos éxitos que catapultan su fama: Muchachas en vacaciones (José María Elorrieta, 1958) y, sobre todo, Las chicas de la Cruz Roja (Rafael J. Salvia, 1958).

Esta comedia coral madrileña, escrita por Salvia y Pedro Masó, fue un clamoroso éxito de taquilla que se convirtió en hito para la modernización de la comedia española con cierta apariencia de modernidad cosmopolita tras dos duras décadas de posguerra. A ello contribuyeron el humor inocente, la simpatía del cuarteto protagonista (además de Velasco, Luz Márquez, Mabel Karr y Katia Loritz), el pegadizo tema musical de Augusto Algueró y la química de una pareja que sería imbatible durante la década siguiente: Concha Velasco y Tony Leblanc.

Concha Velasco y Tony Leblanc coincidirían en 12 películas más. Protagonizaron grandes éxitos de los años posteriores como El día de los enamorados (Fernando Palacios, 1959), Los tramposos (Pedro Lazaga, 1959), Julia y el celacanto (Antonio Momplet, 1961) o Una vez al año ser hippy no hace daño (Javier Aguirre, 1969), donde recreaba al personaje de Jean Seberg repartiendo el Herald Tribune en Al final de la escapada.

Dentro de ese ciclo destaca Historias de la televisión (1965), díptico de José Luis Sáenz de Heredia donde la actriz interpreta otro temazo de Algueró, la canción "La chica yeyé", por la que pasará a ser universalmente conocida y servirá de trampolín a su carrera como cantante.

Mientras tanto, Conchita Velasco también practicaba la comedia teatral en los años 60 alternándola con sus trabajos cinematográficos. La obra Las que tienen que servir, del dramaturgo Alfonso Paso, pasó por los escenarios años antes de la adaptación al cine de José María Forqué, que también protagonizó Velasco con Amparo Soler Leal en 1967. 

En esta época la actriz siguió trabajando con Lazaga (Trampa para Catalina, 1961), Forqué (Casi un caballero, 1964), Sáenz de Heredia (Relaciones casi públicas, 1969) o Mariano Ozores (Hoy como ayer, 1966; Cuatro noches de boda, 1969; Susana, 1969). Y comenzó otro ciclo de fructíferas colaboraciones con Manolo Escobar en varios vehículos de lucimiento compartido como Juicio de faldas (Heredia, 1969), En un lugar de La Manga (M. Ozores, 1970) o Me debes un muerto (Heredia, 1972), entre otros.

De Conchita a Concha Velasco

No solo hubo comedias con el incombustible Sáenz de Heredia, también un drama como Los gallos de la madrugada (1971) que convocaba a Velasco con Fernando Fernán Gómez y Alfredo Mayo. La década de los 70, acuciada por la pujanza comercial del cine del destape, marcará la transformación de Conchita Velasco, la risueña protagonista de comedias ligera, en Concha Velasco, una actriz dramática de hondura. 

Certificó el rango actoral en algunos de los mejores títulos de su caudalosa filmografía, como el cuarteto compuesta por Tormento (Pedro Olea, 1974), Las bodas de Blanca (Francisco Regueiro, 1975), Las largas vacaciones del 36 (Jaime Camino, 1976) y Libertad provisional (Roberto Bodegas, 1976), ideal para romper cualquier tipo de prejuicio que se pueda tener sobre las películas de Concha Velasco.

Josefina Molina será la directora que apueste por plantearle nuevos retos en la década de los 80. Primero con la aclamada serie de televisión Teresa de Jesús (1984), para TVE y con Carmen Martín Gaite como guionista, donde hace una icónica interpretación de la mística abulense y luego en el drama histórico Esquilache (1989), por el que obtiene, como actriz de reparto, su primera nominación a los Goya. 

No conseguirá el galardón en esta ocasión ni en la siguiente, como actriz protagonista por Más allá del jardín (Pedro Olea, 1996), adaptación de la novela de Antonio Gala en la que deslumbró con uno de sus mejores trabajos de madurez. El reconocimiento de sus compañeros de la Academia de Cine terminará concretándose en un Goya de Honor en 2012, recibido de manos de su hija Manuela Velasco.

Distanciamiento del cine

Ya en los años 80 Concha Velasco comenzó a espaciar más sus trabajos cinematográficos -más allá de los títulos mencionados, La colmena (Mario Camus, 1982) o La hora bruja (Jaime de Armiñán, 1985)- para centrarse en el teatro y la televisión. No obstante, la retroalimentación entre los distintos medios la devolvían habitualmente a la gran pantalla. 

Por ejemplo, su amigo José Sacristán la convenció para repetir los papeles que habían interpretado una década antes en la obra Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?, de Adolfo Marsillach, con una adaptación-homenaje dirigida por el propio Sacristán en 1992, donde volvían a interpretar los números musicales y la actriz incluso tuvo la oportunidad de entonar una nueva versión de "La chica yeyé".

La revista musical ¡Mamá, quiero ser artista!, su gran éxito teatral de la época, también fue trasladada a la televisión en las navidades de 1989. Ya en la década de los 90, la pequeña pantalla llevaría a Concha Velasco a las nuevas generaciones con series como Yo, una mujer (1996), Mamá quiere ser artista (1997) o, especialmente, su papel de profesora en el drama de instituto Compañeros (1998-99) antes de ser reemplazada por Beatriz Carvajal cuando adoptó labores de presentadora en el programa Sorpresa, sorpresa. Años después, en 2011, el programa Cine de barrio inició una nueva etapa con ella como presentadora hasta 2020.

Entre los últimos trabajos interpretativos de Concha Velasco en sus diversas facetas cabe mencionar la, a su pesar, única colaboración que tuvo con Luis García Berlanga en la última película del cineasta (París Tombuctú, 1999), su papel como madre sobreprotectora de Alejo Sauras en Bienvenido a casa (David Trueba, 2006), la entrega a la autoparodia en comedias (Chuecatown, 2007) y terror (Malasaña 32, 2020) con topónimos madrileños, una ambiciosa producción del musical Hello, Dolly! e intervenciones en series como Gran Hotel, Bajo sospecha, Velvet o Las chicas del cable.

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