31 años sin Concha Piquer, icono de la copla, actriz pionera del cine sonoro y primera tonadillera con compañía propia

Un original cómic de la ilustradora Carla Berrocal rinde homenaje a Concha Piquer, una artista valiente y adelantada a su tiempo
Concha Piquer
Concha Piquer
À PUNT
Concha Piquer

Muchos la definen como un icono de la copla y la historia sentimental de España. Otros también hablan de ella como una mujer talentosa que rompió moldes y cambió muchas de las leyes no escritas del mundo del espectáculo. Lo que queda fuera de toda duda es que Concha Piquer fue una niña prodigio que creció en el seno de una familia pobre de Valencia y que, siendo aún adolescente, triunfó en Broadway.

Fue de la mano del maestro Manuel Penella, que quedó embelesado con ella tras verla actuar en el teatro Kursaal de Valencia y convenció a su madre para llevarla con él a EE UU, donde su compañía iba a representar la ópera El gato montés.

La valenciana no había ido nunca a la escuela, pero aprendió a leer y a escribir por su cuenta en Nueva York, donde conquistó al público —cantando en español en el entreacto de aquel espectáculo representado en inglés—, fichó por la compañía discográfica Columbia —que publicó sus primeros discos— y, en muchas ocasiones, experimentó la soledad. 

"En Nueva York lloré mucho, por lo que lloramos todos los españoles cuando estamos lejos de España, y más en aquella época", comentaría años después Piquer, que con 16 años se quedó más sola que la una en la Gran Manzana después de que su madre regresara a España para cuidar a sus otras hijas, enfermas de tifus.

Concha Piquer en el cine

Estando aún en Nueva York, Piquer se cruzó un día con Lee DeForest, que la invitó a actuar en un cortometraje con voz titulado From Far Seville (1923), rodado cuatro años antes de que el estudio Warner Bros. sacase la primera película sonora de la historia del cine, El cantor de jazz. La artista aparecía cantando varias piezas del repertorio español de la época, bailando y tocando las castañuelas en aquella pionera cinta que los distribuidores no quisieron comercializar en un principio al considerar que el cine sonoro no funcionaría.

Con el tiempo, acabó viajando a España para visitar a su madre y, en sus propias palabras, "ya me dio pereza volver a Nueva York". Por suerte para ella, el cineasta Benito Perojo tardó poco en reclamarla para protagonizar el drama El negro que tenía el alma blanca (1927), una coproducción hispanofrancesa que tuvo cierto éxito. 

Luego, el madrileño volvería a llamarla para que actuara en La bodega (1930), que llegó a ser exportada a dieciséis países y, por tanto, se convirtió en su película más exitosa en el mercado mundial.

A finales de 1939, se inauguraron los estudios de Aranjuez, donde se llevó a cabo el rodaje de La Dolores (1940), una película de Florián Rey que, si bien no fue el mejor filme de Piquer, sí que fue el que tuvo más éxito comercial. "Piquer fue nombrada emperatriz de la comedia española en 1940, pero en el cine no se ha hecho justicia con ella. Solo hizo seis películas y a ella la que más le gustaba era la primera [El negro que tenía el alma blanca]", afirmaría luego su biógrafo el historiador de la música española José Manuel Martín de la Plaza.

La valenciana fue la primera tonadillera en tener compañía propia y en contar con canciones exclusivas en sus obras. Después de fundar aquella compañía con su marido el torero Antonio Márquez (que se convirtió en su representante y en el empresario que la acompañaba en las giras), Piquer se hartó de llevar sus espectáculos por todo el mundo. Poco a poco, fue incorporando a ellos todo lo que había aprendido en América y, a partir de entonces, sentó las bases de la copla con las composiciones que le crearon Manuel Quiroga, Antonio León y Rafael de León. 

"Termina la guerra, y entonces me encuentro a mí misma y creo la canción que luego me ha hecho famosa. Una canción nueva en la forma de decir, en la forma de expresar, en la forma de sentir y hasta en la forma de vestir", señalaría luego, llena de orgullo, la reina de la copla.

La leyenda negra de Concha Piquer

Algunos de los que conocieron a Piquer la definen como una mujer de carácter fuerte pero, sobre todo, como una jefa estricta y temperamental con un gran sentido de la profesionalidad. No en vano, cuando estaban representando Tonadilla, la valenciana despidió a Manolo Caracol por llegar bebido a una función. 

Además, a Piquer tampoco le temblaba el pulso a la hora de enfrentarse a los miembros de su equipo para imponer su criterio y mostrar su disconformidad con ciertas decisiones. Cualidades todas ellas que, aplicadas a los hombres, se valoran de forma positiva, pero que suelen tener un matiz peyorativo cuando van referidas a una mujer.

Quienes han estudiado su figura destacan lo luchadora que fue la artista en una época especialmente machista, en la que la copla se convirtió de alguna forma en la voz de todas esas mujeres que vivían sometidas. A menudo se habla de Piquer como la artista del régimen, pero lo cierto es que ella se rebeló a menudo contra las tijeras de Franco y, de hecho, las autoridades franquistas le retiraron el pasaporte varias veces. 

Cuando la censura obligó al compositor de uno de sus temas más emblemáticos (Ojos verdes) a cambiar la frase inicial de la canción ("apoyá en el quicio de la mancebía") por "até tu caballo a la puerta un día" (al considerar que hacía apología de la prostitución), la valenciana se negó y prefirió pagar las multas que le imponían cada vez que cantaba aquellos versos prohibidos.

También se subraya a menudo el talante soberbio de la artista. Según comenta Martín de la Plaza en la biografía Doña Concha: La rosa y la espina, elaborada por la ilustradora Carla Berrocal, la relación entre Piquer y el resto de folclóricas de su época era mala o, directamente, inexistente: "La verdad es que ella se creía el ombligo del mundo. Piensa que cuando ella vuelve a España, en 1926-1927, casi todas las cupletistas eran semianalfabetas, brutas, con muy poca educación. Y ella no. Ella venía de ser una figura en Broadway, era sofisticada. De hecho, el primer espectáculo que montó en el Teatro Ideal de Madrid era un espectáculo tipo Broadway". 

Doña Concha: La rosa y la espina
Doña Concha: La rosa y la espina
Cinemanía

Sin embargo, aquel show, donde Piquer aparecía maquillada de negro con los labios blancos y bailando foxtrot, resultó un fracaso. "Se dio cuenta de que cantando canción española tenía más éxito. Así que se fue al Teatro Romea y abandonó el music-hall. Ahí empezó Concha Piquer", añade en el libro De la Plaza.

Los prejuicios hacia la copla

Doña Concha: La rosa y la espina cuenta también con el testimonio de Stephanie Sieburth, que considera a Piquer "la mejor intérprete" cantando. "Es una actriz nata, se transforma completamente en sus personajes. Mientras otras están pensando en la música, en cómo les está saliendo cada frase, ella se centra en las emociones de los personajes. Crea un mundo tan convincente que las letras cobran vida", asegura la hispanista de la universidad estadounidense de Duke, que también analiza en el libro las poderosas razones por las que la copla está asociada al fascismo.

Según Sieburth, la dictadura consiguió falsificar el relato y, además, las letras y la visión del mundo de las coplas más famosas de la Piquer distan mucho de ser franquistas: "La copla hace pervivir algunos valores de la República en el fascismo, pero también, como es susceptible de múltiples lecturas, sirve a los franquistas, a los gitanos, a la gente incomprendida y también a los vencidos. Luego está el uso que el régimen hace de la copla, porque se acababa de prohibir el euskera, el catalán y el gallego. Quieren borrar toda esa música y reemplazarla por la andaluza para convertirla en música española" .

La hispanista explica en el original ensayo que, desde el poder, se intentó a menudo instrumentalizar la copla, aunque esa maniobra no llegó a funcionar del todo, porque muchísimas personas de diferente ideología política amaban aquel género musical: "Lo que pasa es que después, en el tardofranquismo, se empieza a escuchar el rock internacional, que representa la libertad, y la copla, que es de la generación de sus padres, les parece una cosa franquista. Con el tiempo, la copla se convierte en un cliché, ya no tiene esa cosa rebelde de finales de los cuarenta o principios de los cincuenta y entonces, en la decadencia de Franco, los jóvenes la rechazan".

En 1958, un año después de estrenar el que sería su último espectáculo, Piquer sufrió un problema de voz durante una actuación y tomó la decisión de retirarse de los escenarios. A partir de aquel momento, se dedicó a cuidar de su familia y se ocupó de la carrera musical de su hija, Concha Márquez Piquer. 

Tras la muerte de Antonio Márquez, Piquer se fue apagando poco a poco, hasta que el 12 de diciembre de 1990 falleció mientras dormía, debido a un paro cardíaco. El día de su entierro, el gentío se agolpó frente a su casa, en el número 78 de la Gran Vía madrileña, con la esperanza de ver la salida del féretro y dar un último adiós a una mujer que a partir de aquel momento trascendió como una leyenda.

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