Una hora y media antes de empezar el evento, ya había gente esperando bajo el sol de mediodía de la Costa Azul. Cuando apareció en el escenario de la Sala Debussy, el público le aplaudió en pie durante cinco minutos. Tom Cruise y su eterna sonrisa eran el gran evento del día en el Festival de Cannes. Un homenaje a su carrera en el que desplegó su encanto, pero se quedó corto si esperábamos grandes titulares o pequeñas historias.
Empezó por el principio, tenía solo cuatro años y ya quería “hacer películas, volar aviones, vivir aventuras”…. “Era un soñador, escribía pequeñas historias, personajes”, decía. En cuanto pudo “contribuir en la economía familiar”, empezó a trabajar cortando hierba, quitando nieve, vendiendo postales de puerta en puerta… “Una parte del dinero que ganaba era para mi familia y el resto lo guardaba para ir al cine”, recordaba.
Así empezó su gran amor. En los 45 minutos de charla ha sido el gran mensaje: “El cine es mi amor, es mi pasión”. El cine como experiencia, el cine como espectador, el cine para el público. Porque cuando Tom Cruise habla de cine, habla de las grandes pantallas y de la experiencia completa. Por eso sigue haciendo las películas que hace, puro espectáculo.
¿Por qué las películas tienen que verse en salas de cine? Le ha preguntado el moderador. “Porque lo he vivido”, ha contestado con humildad. “Cuando se estrena una película, me pongo mi gorra y voy a las salas de cine a verla, entre el público, me gusta ver los tráilers”, continuó. “Escribir una película requiere una habilidad distinta, hay una forma específica de hacer cine”.
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