Cannes 2022 | Pietro Marcello explota la fotogenia de un cuento de amor ruso en 'L'envol'

El director de 'Martin Eden' adapta 'El velero rojo' de Alexander Grin en Francia con todo el poder expresivo del celuloide.
L'envol
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Cinemanía
L'envol

Desde el inicio de su filmografía con documentales como La bocca del lupo (2009) o incursiones en la ficción con actores no profesionales con propuestas tan peculiares (y sugerentes) como la de Bella y perdida (2015), el cineasta italiano Pietro Marcello ha entablado un diálogo con las imágenes del pasado y su poder evocador en el presente. La que quizás sea la mejor filmografía en crecimiento dentro de los autores italianos actuales entró en una nueva etapa, más ambiciosa y gloriosa, con la magnífica adaptación de Martin Eden (2019).

En su siguiente largo, Marcello –que durante la pandemia no ha parado de trabajar a destajo; el año pasado estrenó los documentales Per Lucio y Futura, este último colaborativo con Alice Rohrwacher y Francesco Munzi– pasa de adaptar a Jack London a otro escritor clave del tránsito del siglo XIX al XX: el novelista ruso Alexander Grin, uno de los favoritos de Tarkovski, de quien ha tomado la obra más famosa, el cuento de amor El velero rojo (editado en España dentro de la colección Barco de Vapor), la ha adaptado muy libremente y ambientando en Francia.

L'envol, que así se titula, ha dado el pistoletazo de salida a la programación de la Quincena de Realizadores con imágenes desbordadas de belleza y una historia que se prolonga durante las primeras décadas de vida de su protagonista. Juliette –interpretada por la actriz debutante y rutilante descubrimiento Juliette Jouan que con razón llevó a cambiarle el nombre al personaje principal– es la hija de un ebanista humilde a quien encarna Raphaël Thiéry en modo Michel Simon con unas manos que valen más que cien métodos de actuación.

Aunque este veterano de la Primera Guerra Mundial tiene un talento superdotado para el trabajo manual, él y su hija son repudiados y maltratados por el resto de vecinos del pueblo, salvo una reconfortante y maternal Noémie Lvovsky que se hizo cargo de la pequeña –fruto de una violación cuando el artesano estaba en el frente– tras la muerte de la madre. Así, es el cariño paterno-filial y de la microunidad familiar lo que sirve como dique para contener la violencia e intolerancia del mundo exterior.

Hasta que aparece desde los cielos un piloto (Louis Garrel) que da la vuelta al mundo de Juliette y sentido a la partitura romántica de Gabriel Yared, complementada con un puñado de canciones entonadas por la protagonista. En apariencia todo es muy bucólico y atronadoramente hermoso, pero de esta breve sinopsis apresurada hay que entender que Marcello no tiene ninguna intención de ocultar lo feo de la realidad; es conocida su facilidad para integrar imágenes de archivo (aquí soldados volviendo del frente, ciudades que empiezan a coger velocidad) entre las de la ficción.

La cualidad pictórica de sus imágenes es la responsable del hechizo, unida a la fotogenia sin igual que el cineasta italiano saca siempre de los rostros de sus actores, ya sean profesionales o no. Martin Eden se mantiene como la gran cumbre en ese aspecto, con primeros planos que prácticamente eran puro MDMA para la vista, mientras que L'envol sigue en la misma senda estilística a una escala menor –como cambiar de una novela a un cuento–. Todo lo menor que pueda considerarse el recogimiento de un nido familiar y el corazón de una muchacha.

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