Cannes 2022 | 'Un beau matin': Léa Seydoux o la luz del bello sol interior de Mia Hansen-Løve

La cineasta francesa arma su mejor película desde 'El porvenir' con una despedida temida y un reencuentro anhelado.
Un beau matin
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Cinemanía
Un beau matin

Una nueva película de Mia Hansen-Løve, una nueva incursión en su vida personal desde la ficción que se siente a la vez íntima e indirecta. La directora ha dedicado cada uno de sus ocho largometrajes a contar episodios autobiográficos, o relacionados con miembros de su familia, siempre aplicando diferentes grados de modificación pero dejando suficientes claves a los seguidores fieles para descifrar uno de los códigos más gratos del cine francés actual. 

Después de una película diseñada mediante juegos de espejos como La isla de Bergman (2021), con la que el año pasado compitió por la Palma de Oro, este ha presentado en la Quincena de Realizadores lo que en cierto modo supone un regreso a la sencillez narrativa de obras tempranas como Todo está perdonado (2007) y El padre de mis hijos (2009). Un beau matin es un capítulo más en esa autobiografía esquiva, sin viajes intercontinentales ni trucajes metalingüísticos.

Aborda principalmente la enfermedad neurodegenerativa de su padre, que falleció en 2020, unos diez años después de ser diagnosticado con el síndrome de Benson (atrofia cortical posterior) que poco a poco fue esquilmando sus facultades visuales, de orientación y memoria. Pascal Greggory encarna con determinación a este exprofesor de filosofía cada vez más dependiente, pero es la interpretación de Léa Seydoux la que impulsa e ilumina la película con tanta claridad como la fotografía del veterano Denis Lenoir.

Seydoux, que en el último lustro habrá intervenido en unas cuatro mil películas y esta es su mejor actuación de todas ellas, ejerce como ilustre alter ego de Hansen-Løve con un estupendo fondo de armario de retail. Interpreta a Sandra, madre viuda de una vivaracha niña de école, que lleva su vida con la mejor de las sonrisas y las bolsas de ojos más cautivadoras que se pueden encontrar en el gremio de la traducción.

Portadora de una vibrante melancolía interior que podría ser inédita dentro de la caja de herramientas dramáticas de Seydoux, acude diligentemente a acompañar a su padre en casa hasta que la situación hace irremediable que la familia –incluida su exmujer y madre de la protagonista, encarnada por una genial Nicole Garcia– se embarque en la búsqueda de una residencia donde trasladarlo; proceso altamente penoso bastante bien retratado en la película, tanto en los centros públicos como en los privados.

Al mismo tiempo que cada día se ve más temiblemente cerca de la despedida definitiva de su padre, quien en cualquier momento podría dejar de reconocerla, Sandra se reencuentra con un antiguo amigo (Melvil Poupaud) con quien inicia un romance que en algún momento fue postergado por el tiempo y las corrientes inesperadas de azar que se filtran desde la realidad al cine de Hansen-Løve les permite probar en su plenitud; no exenta de contratiempos como el hecho de que él ya esté casado y tenga un hijo.

Son cosas que pasan en la vida y en el cine de la directora, que con Un beau matin firma la que posiblemente sea su película más redonda y completa desde El porvenir (2016), donde Isabelle Huppert canalizaba a la madre de Mia dentro del personaje de una mujer madura que por primera vez se ve libre de ataduras familiares y emocionales. En esta pieza de acompañamiento, el personaje de Seydoux está en la fase contraria: madre dedicada, hija cuidadora, amante ultracomplaciente. 

En El porvenir, la separación definitiva de la pareja se materializaba en la división de una biblioteca (y un volumen de Schopenhauer que quedó atrás) construida en compañía. Cuando el padre de Un beau matin se traslada a la residencia, su inmensa colección de libros se reparte entre antiguos alumnos y sus hijas. Es en esa montaña de textos donde Seydoux ve más representado al hombre detrás de la niebla mental que la mira ahora con ojos perdidos. 

No los escribió (probablemente tampoco los leyó todos) pero sí los eligió a lo largo de los años, dando en su conjunto una idea más clara de quien fue. Igual que el cine de Mia Hansen-Løve, donde el arte siempre ha tenido un importantísimo valor formativo, permite acceder a emociones y sutilezas de la existencia a través de su visión, siempre luminosa y humanista. Como escuchar a una amiga que te va contando las novedades de su vida mientras te embriaga con el más dulce de los vinos. 

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