Entre el horror, el asombro y la incredulidad. Unas imágenes devastadoras conmocionaron el mundo el once de septiembre de hace 20 años, pero no pertenecían a ninguna ficción. Nuevamente la realidad nos superaba con cuatro atentados vinculados a la red yihadista de Al Qaeda contra infraestructuras norteamericanas.
Uno frustrado, contra el Capitolio, otro causando daños en el Pentágono, y los otros dos, los más impresionantes y que ya forman parte de la memoria colectiva, destruyendo el complejo del World Trade Center de Nueva York, incluyendo las emblemáticas Torres Gemelas de Nueva York.
Un ataque terrorista de proporciones sin precedentes. Además de la dimensión de la tragedia pulverizaron el concepto de seguridad en el mundo occidental. Los objetivos no eran solo militares o estratégicos sino civiles; las armas de destrucción, aviones comerciales con pasajeros normales y corrientes; y los ejecutores, suicidas dispuestos a dar su vida, sin marcha atrás, en pos de su causa. Todo era posible. Nada ni nadie podía estar a salvo. La paranoia acompañó al dolor.
Los efectos de los atentados del 11-S se hicieron notar inmediatamente en el cine, aunque no tuvieron una trascendencia ni mucho menos tan revolucionaria como la derivada de los recientes movimientos del #MeToo o #BlackLivesMatter, reivindicando la mayor presencia y relevancia de mujeres y afroamericanos, también de las etnias marginales o minoritarias hasta el momento en la industria norteamericana. Aún así, se puede hablar de un cine post 11-S. La siguiente relación del impacto que tuvo en el cine se ajusta solo a las películas de ficción.
Borrando una imagen dolorosa
El ejemplo más conocido es el de la primera película de Spider-Man dirigida por Sam Raimi. En ella se eliminó una espectacular escena en la que unos atracadores, que huían en helicóptero, eran atrapados por una gigantesca red de araña que el superhéroe había tejido entre las dos Torres Gemelas.
Pese a que la escena desapareció por completo en el montaje final aún puede verse en el tráiler difundido, antes de los atentados y después retirado. Por cierto, Spider-Man fue todo un bombazo en taquilla cuando se estrenó, el 2 de mayo de 2002.
Además de que podía no tener sentido que en una película post 11-S apareciera un escenario que ya no existía, el motivo principal para borrar era evitar herir sensibilidades. Entre la cantidad de películas modificadas digitalmente, para quitar el rastro de las torres, podemos recordar la comedia Zoolander con Ben Stiller, estrenada en estados Unidos apenas un par de semanas después de los atentados; la romántica Serendipity con Kate Beckinsale y John Cusack (estrenada a principios de octubre) o incluso clásicos de hace años como Solo en casa 2 de 1992.
El largometraje de animación Lilo & Stitch de Disney alteró sus escenas de acción finales, entre rascacielos y con la presencia de un Boeing 747 (se estrenó en verano de 2022); y Hombres de Negro II, con Will Smith y Tommy Lee Jones, también cambió su clímax final, en el que las torres eran representativas, por el de la Estatua de la Libertad (se estrenó en julio de 2002).
Estrenos pospuestos y cancelaciones
Mucho antes de que la pandemia hiciera estragos en los planes de rodajes y estrenos de los estudios, el 11-S también trastocó previsiones. Se consideró oportuno aplazar, casi un año, el estreno de Gangs of New York de Martin Scorsese, con Leonardo DiCaprio y Daniel Day-Lewis. Su imagen con corrupciones políticas y las bandas rivales campando a sus anchas en la Ciudad de la Gran Manzana, aunque fuera en 1863, era demasiado violenta y poco patriótica para esos momentos (se estrenaría el 20 de diciembre de 2002).
El caso Bourne, con Matt Damon, no dejaba precisamente en buen lugar la imagen de la CIA, y visto que no parecía el momento también tuvo que esperar (hasta junio de 2002). Daño colateral con Arnold Schwarzenegger contenía ataques terroristas (el estreno se aplazó hasta febrero del año siguiente) y se suprimió una escena en un avión. La comedia romántica Las aceras de Nueva York de Edward Burns borró la imagen de las emblemáticas torres en el póster y el estreno también se pospuso (hasta finales de noviembre).
Peor suerte corrieron proyectos que nunca llegaron a realizarse. Nosebleed debía ser una película de acción protagonizada por Jackie Chan. Su personaje era un empleado del World Trade Center, un limpiacristales que descubría un complot para destruir la Estatua de la Libertad. Por su parte, James Cameron también decidió no llevar a cabo su planeada secuela de Mentiras arriesgadas, con Schwarzenegger y Jamie Lee Curtis, y evitar así referencias al terrorismo fundamentalista islámico.
Nueva York: Año Cero
Si el objetivo era intentar ocultar la tragedia en la medida de lo que fuera posible, como si el World Trade Center jamás hubiera existido, La última noche de Spike Lee apostó precisamente por lo contrario, rechazar ignorarlo.
Esta historia de un hombre (Edward Norton) que pasa sus últimas horas de libertad antes de tener que ingresar siete años en prisión por tráfico de drogas, no elude mostrar escenas con la devastada "Zona cero", el solar vacío donde antes se erigía el World Trade Center. Spike Lee evitaba así esconder una realidad, pero también servía en la narración como un paralelismo de los sentimientos de los personajes de la película con el estado anímico nacional.
Por otro lado, eliminar cualquier imagen o referencia que fuera susceptible de herir sensibilidades, aunque no tuviera nada que ver con los atentados, no impidió que la segunda parte de la trilogía de El señor de los anillos de Peter Jackson, y titulada precisamente Las dos torres, fuera un taquillazo desde su estreno, en diciembre de 2002.
Nuevas iconografías de la destrucción
Spielberg siemrpe reconoció que rodó su adaptación de La guerra de los mundos (2005), la célebre novela de H. G. Wells, teniendo muy en mente los atentados de Nueva York. Las primeras escenas de destrucción, en el primer ataque de los marcianos a la población civil, los escombros y las cenizas cubren los cuerpos de los supervivientes, como el del protagonista (Tom Cruise) remitiendo a una dura imagen real que ya se había visto antes infinidad de veces a través de las noticias durante el 11-S.
En el cine de terror, puede que el fenómeno en taquilla de El proyecto de la bruja de Blair (1999) pusiera de moda las películas de metraje encontrado, con imágenes que parecían reales, pero los atentados también potenciaron el uso del recurso del found-footage en el género.
Cinco años para tratar el tema
Vuelo 93 (2006) de Paul Greengrass marcó otro hito al atreverse a recrear uno de los traumáticos hechos reales. La fatídica historia de los 40 pasajeros del vuelo 93 de United Airlines y narrando, además en tiempo real, cómo llegaron a enfrentarse contra los terroristas que les habían secuestrado e impidiendo que alcanzar su objetivo de estrellarse contra el Capitolio.
Era un relato de héroes a su pesar, aunque basado en hipótesis sobre lo que pudo ocurrir allí dentro en esos minutos finales. Fue realizada con el consentimiento de los familiares de las víctimas, incluso algunos de ellos participaron como actores. El mismo año también se estrenó el documental Flight 93 de Peter Markle.
Patriotismo y los nuevos héroes
Las temáticas relacionadas con el 11-S acostumbraban a tener como persoanjes protagonistas a familiares de las víctimas, bomberos, policías, sanitarios o voluntarios que participaron en las operaciones de rescate o de aquellos que dieron su vida por intentar salvar a otros.
No llegaron a crear escuela ni un género en sí mismo, quizás lastradas por su exceso de sentimentalismo o patriotismo, pero allí estuvieron World Trade Center de Oliver Stone, con Nicolas Cage y Michael Peña interpretando a dos policías. Desde la perspectiva de aquellos que perdieron a seres queridos, Adam Sandler era un dentista que En algún lugar de la memoria (2007) debía superar la muerte de su familia; y en Tan fuerte, tan cerca de Stephen Daldry (2011) la figura central era un niño de once años cuyo padre falleció en los atentados.
Mucha mejor recepción obtuvieron thrillers como Red de mentiras (2008) de Ridley Scott, con DiCpario y Russell Crowe, y la CIA enfrascada en sus operaciones en Oriente medio; y El francotirador de Clint Eastwood, y con Bradley Cooper a la caza del talibán, fue todo un taquillazo en 2014.
Kathryn Bigelow se convirtió en la primera mujer en obtener el Oscar a la mejor dirección por En tierra hostil (2008), un tenso relato sobre el peligroso trabajo de la unidad de élite de artificieros norteamericanos en Iraq, y en La noche más oscura (2012) narró la caza y captura de Osama Bin Laden, líder de Al-Qaeda.
El Festival de Cine de Tribeca
Como respuesta también a los atentados del 11-S, y para contribuir a la revilitalización cultural y económica en Manhattan, la productora Jane Rosenthal, su exesposo el inversor y filántropo Craig Hatkoff y el actor Robert De Niro fundaron en 2002 el certamen cinematográfico ubicado en el barrio de Manhattan.
¿Cuál es el precio de una vida?
La película más reciente en abordar cuestiones relacionadas con el 11-S es Worth dirigida por Sara Colangelo y que se estrena en cines este viernes 10 de septiembre. Lo hace desde una perspectiva distinta, contrastando los aspectos humanos con los económicos y bajo el lema de cuánto puede valer una vida.
Para evitar una quiebra que habría afectado seriamente a la economía norteamericana, el Congreso de los Estados Unidos aceptó crear el Fondo de Compensación a las Víctimas del 11 de septiembre. Los beneficiarios debían antes aceptar no demandar a las compañías aéreas involucradas.
La película de Colangelo se centra en dos personajes reales. Por un lado en Kenneth Feinberg (Michael Keaton), un prestigioso abogado especialista en determinar compensaciones económicas en caso de muerte, y Charles Wolf (Stanley Tucci), otro abogado, pero que perdió a su esposa en el 11-S y se muestra contrario al programa de ayudas que quiere implementarse, buscando indemnizar con la cifra más ajustada posible.
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