Entrevista | Aitana Sánchez-Gijón: "Las generaciones más jóvenes no aceptan, ya de entrada, cosas que nosotras dábamos por normales"

Estrena 'La jefa' mientras hablamos de abusos de poder y rozar el Goya con la punta de los dedos sin ganarlo.
Aitana Sanchez-Gijón en la presentación de 'La jefa', 2022
Aitana Sanchez-Gijón en la presentación de 'La jefa', 2022
GTRES
Aitana Sanchez-Gijón en la presentación de 'La jefa', 2022

Tras la belleza serena de Aitana Sánchez-Gijón late el talento de una de las actrices más queridas y respetadas del panorama nacional. 

Una mujer que a los 16 años debutó como actriz de televisión en la serie Segunda enseñanza (donde daba vida a una adolescente lesbiana), a los 20 se granjeó bastante popularidad tras aparecer en Bajarse al moro, de Fernando Colomo, y a los 27 incursionó en Hollywood de la mano de Alfonso Arau, que la convirtió en protagonista, junto a Keanu Reeves, de su fallido drama romántico Un paseo por las nubes. 

El estallido de la pandemia dejó herida de muerte la carrera de muchos actores, pero no consiguió frenar la de Sánchez-Gijón, quien ha compatibilizado con éxito el cine, el teatro y la televisión, y estos días estrena La jefa, un drama (ópera prima de Fran Torres como director de cine) en torno al clasismo y a ese anhelo que es la maternidad.

¿Por qué aceptaste interpretar el papel de la oscura protagonista de La jefa? 

Porque es un bombonazo de personaje, sobre todo, por el conflicto que se plantea entre estas dos mujeres tan antagónicas y tan aparentemente opuestas. Las dos acaban vinculándose con algo perturbador y a partir de la necesidad de cada una de ellas, una necesidad que parece que se complementa y que, luego, entra en un choque frontal. 

Me resultaba perturbador que una mujer tan poderosa y tan aparentemente segura de sí misma como Beatriz arrastrase una carencia y una herida tan grande como para meterse en un lío como en el que se mete, y sintiendo además que controla y puede manejar la situación de la misma forma que maneja el resto de cosas de su vida. Me parecía muy interesante todo ese recorrido que hace el personaje.

Beatriz parece dispuesta a hacer cualquier cosa para convertirse en madre. ¿Te generó a ti angustia, en su día, el tema de la maternidad? 

No me produjo angustia porque, cuando yo quise ser madre, lo fui. No fue algo que me resultara frustrante, ni en lo que tuviera que poner mucho empeño. Yo fui madre cuando así lo desee, y no tuve problemas. Nunca ha sido una angustia, al revés, ha sido un deseo cumplido y realizado. Por eso entiendo que, cuando esa maternidad no viene de una manera natural o no se da cuando uno lo desea, por los factores que cada quien tenga en su vida, se entre ya en terrenos más difíciles de manejar y catalogar.

Al igual que tu personaje, tú también has tenido una exitosa carrera profesional. ¿Alguna espinita clavada? 

Bueno… Esto es una carrera de fondo, y yo siempre la he vivido así. Llevo en esto desde niña, y he pasado por épocas de todo tipo. He conocido el grandísimo éxito internacional, el reconocimiento en casa desde jovencita, me he dedicado también mucho al teatro, donde he vivido una explosión de personajes potentes y hermosos, y luego tuve una época muy grande de vacío en el cine pero en la que pude hacer televisión, con una serie de superéxito. 

Vas fluctuando entre unas cosas y otras. Lo que me hace sentir que he tenido éxito en esta profesión, o que lo tengo, es el hecho de que siempre he podido vivir de ella, nunca he tenido que hacer otra cosa, como le ocurre al noventa y pico por ciento de compañeros que no pueden vivir exclusivamente de esto. Desde que empecé, he podido vivir de esto, y eso apaga cualquier otra pequeña frustración que pudiera tener por el camino.

Cierto medio te bautizó en su día como 'musa de la intelectualidad'. ¿Te sentías identificada con esa etiqueta? 

Eso son etiquetas que otros te ponen, y que quedan muy bonitas y son muy halagadoras, pero que tú no escoges. Yo me he criado en una familia de gente culta e inteligente, con padres intelectuales, y en un ambiente muy rico y con gente conectada con el arte y el compromiso político. Ese ha sido un poco mi ambiente natural.

Te ha tocado rodar escenas de desnudos en algunas de tus películas más conocidas (como La Regenta). ¿Te molestaba que a tus partenaires masculinos apenas les pidieran salir en cueros vivos? 

Fíjate, esa es una de las cosas de las que hemos tomado conciencia de una manera mucho más activa y radical en los últimos años. Te planteas cosas que, en ese momento, podían parecerte injustas pero que tú sentías que eran así. Me doy cuenta de que estas cosas yo las plantearía ahora de una manera mucho más reivindicativa y abierta a como lo hice cuando era mucho más jovencita. Creo que las generaciones más jóvenes no aceptan, ya de entrada, un montón de cosas que nosotras dábamos por normales.

Maribel Verdú ha comentado que ciertos productores la vetaron por negarse a alguna propuesta. ¿Tú también has sido víctima del abuso de poder? 

No, no en ese sentido de ser vetada en alguna producción o de que no me cogieran para algo. Pero sí que he sentido esa necesidad de conquista de ciertas personas de la profesión que luego se comportaban como niños pequeños si no entrabas en su juego, pero eso dentro de un juego de seducción que, para mí, no tuvo consecuencias profesionales, aunque sí que me pusiera en alguna situación incómoda. No estoy hablando de abuso, te hablo de cuando existe esa situación en la que hay alguien que está en una situación de poder y actúa de una manera infantil y tosca cuando no consigue lo que quiere.

Después de protagonizar Un paseo por las nubes, no volviste a trabajar en Hollywood. ¿Nunca te ha interesado el sueño americano?

Sí. Rodé con Juan José Campanella en Nueva York una película independiente que se llamaba Love Walked In. Sí que hice alguna prueba y, de hecho, me crucé con Catherine Zeta Jones el día que las dos fuimos a hacer la prueba para El Zorro. Yo iba con un vestido de flores divino, y ella iba vestida de amazona. Evidentemente, lo hizo Catherine Zeta Jones [ríe]. A mí me hubiese encantado hacer más cosas allí, pero mi apuesta fue también la de volverme a casa. 

En ese momento yo tenía mi propia compañía de teatro, puse una producción en marcha, y no tenía ningunas ganas de hacer todo ese trabajo, esfuerzo y desarraigo que para mí supone el irse allí y el estar a pico y pala disponible para todas las pruebas y entrevistas. No lo hice. Me hubiera encantado, pero tampoco era ese mi objetivo. No tenía esa ambición.

Has dicho que, a partir de los 35, el cine español dejó de contar contigo. ¿Cómo lidiaste durante esa etapa con los miedos y las inseguridades propias de tu profesión?

Pues mira, eso pasó en una época esplendorosa para mí en el mundo del teatro que, de hecho, ha desembocado en que Pedro Almodóvar me escogiera para hacer de Teresa [en Madres paralelas]. Pedro vino a verme a Medea hace unos años, y yo sé que esto surge de ahí, porque es algo que hemos hablado. Él hizo una valoración muy positiva de mi carrera teatral, al considerar que es algo que me ha enraizado y convertido en la actriz que hoy soy. 

Si yo no hubiera tenido esos personajes míticos en el teatro, me habría puesto en duda a mí misma sobre mi capacidad como actriz. Habría pensado: ‘Has trabajado mientras eras joven y mona, y ahora que ya no eres tan mona, ya no les vales’. Como actriz, hoy, me siento muy segura tanto de mi instrumento como de las capacidades que he ido desarrollando a lo largo de los años. 

La vida y la mochila que llevas encima te van llenando el saco de recursos. He estado muy tranquila conmigo misma. Además, esta profesión es muy caprichosa y no siempre depende de motivos objetivos. Las carreras son muy raras: subes, bajas, estás, te ven, desapareces, vuelves,...

Madres paralelas te brindó tu primera nominación al Goya. Sinceramente, ¿esperabas ganarlo?

[Risas] Sinceramente, sí, pero porque me lo decía todo el mundo y por las encuestas. No esperaba ganarlo porque yo pensara que mi trabajo era mejor que el de mis compañeras, ni muchísimo menos. Me hicieron pensarlo, precisamente, por esta cosa de ‘¿Cómo es posible que, después de tantos años, Aitana no haya sido nominada nunca y que no tenga el Goya?’ Yo siempre decía: ‘Ojalá algún día me nominaran al Goya, ¡me encantaría’, pero no sentía la frustración de ‘Dios mío, qué injusticia se está cometiendo conmigo’. 

Había sido presidenta de la Academia de Cine, me dieron la Medalla de Oro de la Academia, y yo ya estoy sobrada de reconocimiento y de gratitud por cómo ha recibido siempre la gente lo que hago. No me puedo quejar de nada, pero sí que parecía que aquel argumento estaba pesando mucho. Nadie tenía ninguna duda de que me lo iban a dar, y yo también me lo acabé creyendo. Pero ya he aprendido la lección. Ahora que voy a los Premios Platino, donde también estoy nominada, lo haré con cero expectativas. Así no te quedas con cara de estupor [risas].

¿En alguna otra ocasión pensaste que, como mínimo, te caería una nominación al cabezón?

Pues, mira, sí, el año que gané por Volavérunt (1999) la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián. Ese año, donde estrené esa película y también Celos (1999), era presidenta de la Academia y yo misma leí las nominaciones. Estaba convencida de que, por lo menos, saldría nominada. Puede ser que, en esa ocasión, estuviera compitiendo conmigo misma, porque ya sabes que se reparten los votos. Pero bueno, solo son elucubraciones.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento