Crítica de 'El gato con botas: El último deseo'

Fotograma de 'El gato con botas: El último deseo'
Fotograma de 'El gato con botas: El último deseo'
DreamWorks
Fotograma de 'El gato con botas: El último deseo'
Valoración:

Si a lo largo de su trayectoria el binomio Disney/Pixar se ha topado alguna vez con una alternativa, posiblemente sea DreamWorks el estudio de animación en el que pensar. Cerca de cumplir 30 años, la compañía fundada por Steven Spielberg, Jeffrey Katzenberg y David Geffen no siempre ha acertado (de hecho ha cedido en numerosas ocasiones a las franquicias derivativas y las modas), pero sí ha hecho gala de una encomiable intuición para lanzar personajes a la cultura popular. La animación USA, sin embargo y por suerte, ha tenido el suficiente desarrollo en la última década como para que el binomio principal se tambalee ligeramente y ocurra lo mismo con el eterno segundón, a través fundamentalmente de dos fenómenos. Uno es todo lo que ha traído Illumination Entertainment, con Gru y los Minions fraguando taquillazos descomunales. Otro es el terremoto estético de Spider-Man: Un nuevo universo. El gato con botas: El último deseo, lo último de DreamWorks, viene condicionado por ambos fenómenos.

Chris Meledandri, líder de Illumination, es uno de los productores tras la secuela de El gato con botas, queriendo revitalizar una marca tan agotada como Shrek del mismo modo en que intentará hacerlo, próximamente, con Kung Fu Panda. Contra lo que pueda parecer, esta nueva vitalidad no se ha traducido tanto en una «minionización» de El gato con botas como en una suerte de vaciado de los rasgos que habían llevado la saga previamente al colapso, caso de las referencias pop de escaso recorrido o el talante meta (rasgos, por otra parte, que instauró el primer Shrek abocando a un fatídico primer lustro de los 2000 para la animación mainstream). El último deseo es, pues, una película ligera y de desarrollo espídico, diseñada para que la maravilla ante la imagen en movimiento nunca se matice por un chiste fallido o una referencia sobreelaborada. Lo que nos lleva al segundo condicionamiento, el del Spiderverso: El último deseo ha tomado como influencia su estilo de animación, ese que puede ser denominado NPR shading o cel shading hipervitaminado, y que tantas y tan vertiginosas posibilidades está demostrando tener.

DreamWorks ya había experimentado previamente con esta técnica en Los tipos buenos (Capitán Calzoncillos, en 2017, también podría considerarse un precedente por el choque caótico de escuelas), y El último deseo se abandona a ella con un ímpetu, en ocasiones, problemático. El equipo comandado por Joel Crawford y Januel Mercado está tan fascinado por sus posibilidades que el dispositivo visual puede antojarse arbitrario: la toonización de los diseños encaja por el parentesco con las ilustraciones de los cuentos de hadas (y es particularmente acertada en el caso de la fabulosa relectura de Ricitos de Oro y los tres osos), pero no así la disminución de los frames durante las escenas de acción. Spider-Man utilizaba este ralentizado para simular el paso de páginas de un cómic y de paso molarlo todo, pero El último deseo solo lo hace para lo segundo, generando un distanciamiento curiosamente concomitante al uso selectivo de los 48 fotogramas por segundo en Avatar: El sentido del agua, blockbuster con el que competirá estas Navidades.

Es un defecto intrínseco al entusiasmo por el que se deja llevar El último deseo, y por tanto un defecto perdonable. La secuela de El gato con botas se distancia tanto de su olvidable película previa como de la misma Shrek al llevarnos a un mundo que parece nuevo a cada plano, cada idea visual, cada pensamiento juguetón que enriquece la narración. Su previsible enseñanza sobre el valor de los deseos logra, así, recabar frescura a golpe de convicción, con un agradecido aire crepuscular a lo Logan fundiéndose con un desarrollo sorprendentemente coral. El último deseo está repleta de personajes carismáticos, del felino de Antonio Banderas al adorable perro que se convierte en su mascota, algo que también cimenta su triunfo categórico en lo que se refiere a impedir que apartes la vista en algún instante de lo que sucede en pantalla. El gato con botas: El último deseo es una obra hipnótica, seductora, divertidísima y bellísima. Y quizá, si nos tomamos a lo literal el nuevo (y bastante feo) opening de DreamWorks que la introduce, sea el inicio de una nueva era para un estudio que casi nunca había brillado tanto como brilla aquí.

FICHA TÉCNICA

Póster de 'El gato con botas: El último deseo'
  • Director:

    Joel Crawford y Januel Mercado

  • Género:

    Animación, Aventuras, Comedia

  • País:

    EE.UU.

  • Sinopsis:

    El gato con botas descubre que ha consumido ocho de sus nueve vidas, con lo que se ve en la obligación de abandonar sus aventuras y acometer la jubilación. No obstante, según se entera de la existencia de una estrella que concede deseos, se lo piensa mejor. 

  • GUION: Paul Fisher y Tommy Swerdlow

  • DURACIÓN: 100 min.

  • VEREDICTO: Sí, un estudio borracho de ambición (y animación) se las ha apañado para hacer una secuela buenísima de 'El gato con botas'.

  • DISTRIBUIDORA: Universal Pictures

  • ESTRENO: 21/12/2022

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