El trauma de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, del impacto de la Segunda Guerra Mundial, ha atravesado casi por completo las películas del co-fundador de Studio Ghibli –de Porco Rosso (1986) a El viento se levanta (2013)–, pero jamás habíamos visto en el cine de Hayao Miyazaki una visión del colapso y de la catástrofe con tanta crudeza expresiva y con tanta frontalidad como en la secuencia que levanta el telón de El chico y la garza: en el hospital de un barrio de Tokio se ha declarado un incendio, pero lo que aparece en pantalla parece el fin del mundo, tal vez una hecatombe nuclear. Las llamas se apoderan de esos primeros compases del filme, inmisericordes, a través de las cuales se asoman rostros desfigurados por el fuego, cuerpos en proceso de descomposición, el mismo corazón del infierno.
“¡Deberíamos intentar vivir!”, clama parte de la cita con la que se inicia la desgarradora y melancólica El viento se levanta, y eso es justamente lo que propone El chico y la garza, en tanto que película que asume el duelo y, envuelto en este, se lanza hacia el abismo de la fantasía. No estamos, así pues, ante una película sobre la guerra, sino que seguimos la historia de Mahito, huérfano de madre tras morir su progenitora en aquel incendio, y la nueva vida que le depara al haberse mudado a la casa de su tía en el campo, junto a su padre.
Sin embargo, como sucede en las obras del japonés, los vasos comunicantes entre la historia y la fantasía, entre la crudeza de la realidad y las estampas escapistas, son estrechos. No es casual que el padre de ese chico que corre hacia el fuego tratando de salvar a su madre sea, por otra parte, un ingeniero que contribuye al esfuerzo bélico fabricando piezas aeronáuticas. Memoria y ficción, imbricados en una película que, como hemos adelantado, se declina en clave de pérdida.
De ahí, claro, las comparaciones con otro de sus títulos más icónicos, El viaje de Chihiro (2002). Del mismo modo que en aquella obra, otro drama de tintes fantásticos protagonizado por una muchacha, aquí el sentimiento del duelo se transforma en un viaje redentor por el ultramundo. Por supuesto, en su recorrido por el otro lado, Mahito es guiado por una figura con un pie en la vida y otro en la muerte, una garza que, elegante y después grotesca, se convertirá en su particular Caronte por el reino de los espectros. Es, como cabe esperar, un escenario dominado por el onirismo y el delirio habitual del cineasta, gobernado en esta ocasión por pájaros de todo plumaje, de pelícanos a aves del paraíso o periquitos cegados por las directrices de un rey que por momentos se asemeja a un dictador italiano apodado Il Duce.
De una expresividad sobresaliente, conmovedora, que no le teme a la violencia que siente Mahito por la pérdida de su madre, el viaje de este pequeño héroe en busca de un vuelo propio que, ya en el aire, se lleve la tristeza y el rencor, reúne muchos de los tropos habituales de Miyazaki, en ocasiones hasta el paroxismo. Puede que sea su testamento creativo, puede que no, pero su última carta animada contiene lo mejor de su universo: el melodrama por el horror y el dolor que los humanos infligimos, el amor que somos capaces de compartir.
FICHA TÉCNICA
-
Director:
Hayao Miyazaki
-
Género:
Drama
-
País:
Japón
-
Sinopsis:
Un adolescente entra en un mundo mágico de la mano de una garza gris parlante luego de encontrar una torre abandonada en su nueva ciudad. Por otro lado, los encuentros con sus amigos y su tío sirven para poner en valor el desarrollo psicológico del chico.
-
Guion: Hayao Miyazaki (novela de Genzaburo Yoshino)
Reparto: Animación
Duración: 124 min.
Veredicto: ¿El último gran filme de un genio? Sin duda, una obra maestra
Distribuidora: Vértigo Films
Estreno: 27/10/2023
Comentarios