Andrea G. Bermejo Redactora jefa 'Cinemania'
OPINIÓN

Cuatro recomendaciones en Netflix, Disney +, Movistar + y RTVE Play

¿Estás harto de cambiar de una plataforma a otra sin saber qué ver? Todas las semanas elegimos cuatro películas o series para ti
Solo asesinatos en el edificio
Solo asesinatos en el edificio
Disney+
Solo asesinatos en el edificio

Misterioso true crime en Manhattan

Solo asesinatos en el edificio, en Disney+

Solo asesinatos en el edificio
Solo asesinatos en el edificio
Disney+

Solo asesinatos en el edificio comienza con una voz en off woodyallenesca y con Steve Martin paseando por Nueva York con una suerte de bombín en la cabeza. Es un comienzo prometedor, sin duda, capaz de neutralizar hasta el nefasto título de la serie (en inglés, como siempre, suena mejor). No en vano y salvando las distancias, la sombra de Misterioso asesinato en Manhattan planea sobre Solo asesinatos en el edificio desde su propia premisa: tres vecinos aficionados a los podcasts true crime investigan un asesinato cometido en su edificio.

El tono marcadamente paródico del guion y la combinación entre Steve Martin, Martin Short y Selena Gómez son algunas de las bazas de esta serie creada por el actor de El padre de la novia que tampoco descuida su manera de plasmar el misterio –animación, musical, Solo asesinatos en el edificio no le teme a nada– o la construcción de sus personajes.

Un actor que tuvo su momento de gloria hace años, interpretando a un detective llamado Brazzos, un director de musicales con dejes a Bob Fosse en horas bajas y una joven que se hospeda en casa de su tía mientras la remodela son los investigadores intergeneracionales del misterio (chistes de TikTok asegurados). ¿Los sospechosos? El resto de inquilinos del edificio. En las juntas de vecinos se dedican a destripar al muerto. ¡Incluido Sting!

Thriller bajo cero

Solo las bestias, en Movistar +

Solo las bestias
Solo las bestias
Movistar +

“Una mujer desaparece después de una tormenta de nieve”. La sinopsis de Solo las bestias podría llevarnos a engaño pensando que estamos ante un thriller francés de lo más convencional. Nada más lejos de la realidad. Dominik Moll deconstruye el género policiaco como en su día hicieron los hermanos Cabezudo en La noche de los girasoles, reconstruyendo los hechos a través de los puntos de vista de cinco personajes.

Si en aquella era la España vacía el lugar en el que los crímenes se concatenaban accidentalmente, en Solo las bestias es un puerto de montaña en lo más profundo de la Francia invernal, con un curioso satélite africano que evidencia, si es que aún nos quedaba alguna duda, lo pequeño que es el mundo globalizado.

El culpable y su móvil son para Dominik Moll tan secundarios como el policía que investiga el caso. En el fondo, la desaparición de la mujer –Valeria Bruni Tedeschi– es una excusa para relatar las historias de cinco personajes solos. Las interpretaciones de Laure Calamy, Denis Ménochet, Damien Bonnard –acuérdate de él en Los miserables– y Guy Roger ‘Bibisse’ N’Drin son tan excelentes como la decisión de casting que los incluyó en el proyecto. Sus soledades son palpables, tanto como sus intentos de conectar con quien sea en ese paraje tan hermoso como desangelado. Sus intentos infructuosos de conseguirlo son el verdadero móvil del crimen cometido entre todos.

De repente, el último verano

Verano 1993, en Play 

Verano 1993
Verano 1993
Avalon

“Y tú, ¿por qué no estás llorando?”, le dice un niño a Frida, la protagonista de la preciosa ópera prima de Carla Simón. Su madre acaba de morir de sida, aunque ella no conocerá el diagnóstico hasta que cumpla 12 años. Ahora tiene seis, y arranca el verano de 1993. Bom Bom Chip está en la cúspide de su fama con Toma mucha fruta, la mercromina es roja y Fisher Price ha sacado un radiocasette con micrófono en el que se pueden grabar canciones.

La huérfana Frida (Laia Artigas) abandona Barcelona y se marcha con sus tíos (desarmantes Bruna Cusí y David Verdaguer) a vivir al campo. Allí le espera su hermana pequeña (Paula Robles) que, paradojas de la vida, gana de pronto una hermana mayor. Es Verano 1993 el recuento de aquel estío que le cambió la vida a Carla Simón, una recreación sutil, honesta como ese susurro del niño al comienzo de la película, tan real que parece un recuerdo.

Carla Simón cuenta ese proceso de observación y desafío con un naturalismo preciosista, guerras de almohadas y tiritas en las rodillas, con actores que olvidas que estén actuando y diálogos fulminantes, sean o no reales. Así, hasta ese berrinche perfecto con el que la película se hace simétrica y, ley de vida, se acaba el verano dejándonos enamorados de su desbordante ternura, de su humanidad y honestidad.

El documental que los Obama quieren que veas

American Factory, en Netflix

American Factory
American Factory
Netflix

"Esto es muy serio, mucho más serio de lo que pueden imaginar. Recemos". Con estas palabras arranca el documental ganador del Oscar American Factory, un retrato implacable del impacto del capitalismo y la globalización en la clase obrera estadounidense. No sabemos quién habla pero enseguida comprendemos que su lamento tiene que ver con el cierre de la fábrica de General Motors asentada en Dayton, Ohio, que puso en la calle a 10.000 trabajadores en 2008.

La cámara observa pacientemente la llegada a Dayton de inversores chinos en 2010. En concreto, Fuyao, empresa que se asienta en la antigua planta de General Motors y vuelve a contratar a muchos de esos trabajadores en paro. Pero con la alegría recobrada vienen imágenes inquietantes que parecen registradas por unos documentalistas omnipresentes, los veteranos Steve Bognar y Julie Reichert, que además cuentan con unos valedores muy especiales, Michelle y Barak Obama.

American Factory se convierte en una ventana fascinante a la inaprensible cultura oriental y, sobre todo, a su cultura laboral en las antípodas de la occidental. De las buenas palabras del CEO de Fuyao Cao y del nombramiento de calles a partir del nombre de la empresa china al progresivo deterioro de las condiciones de trabajo de los empleados de la fábrica: medidas de seguridad inexistentes, horarios leoninos, sueldos mucho más bajos y la prohibición recurrente de formar sindicatos. Las alternativas de los empleados son inexistentes, como la de tantos trabajadores que vieron cómo sus condiciones empeoraban después de la crisis económica sabiendo que nunca mejorarían.

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