Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El boom de las series turcas: una onda expansiva que ha llegado hasta 'Sálvame'

Foto promocional de 'Tierra Amarga'
Foto promocional de 'Tierra Amarga'
Foto promocional de 'Tierra Amarga'

La serie turca ha acorralado a un serial en directo llamado Sálvame. Como hacían los culebrones venezolanos hace tres décadas en la sobremesa de La 1. Como hacía Cristal. Como hacía Rubí. Igualito, pero sin Doña Adelaida haciendo spoilers antes del capítulo. Lo que recuerda que, tal vez, no hemos cambiado tanto como creemos. Porque la dinámica de las telenovelas turcas es muy similar. Sólo que ya hemos superado los decorados de cartón-piedra en los que se movía toda la pared cuando al grito de "¡Maldita Lisiada!" se daba un portazo.

El boom de las telenovelas turcas empezó con Mujer en plenas vacaciones estivales de 2020. La ficción llegó como relleno lowcost de verano y, en cambio, se transformó en un talismán para Antena 3. Justo en un momento en el que la sociedad necesitaba evadirse con penurias ajenas, lejanas y sin mascarillas. Ayudó en la consolidación de esta producción ser estrenada, sigilosamente, en épocas de baja competencia en sus canales rivales. Telecincio no pronosticó lo que se les venía encima. Así, la historia enganchó a un público aburrido de tele-realidad y que sigue aguardando que las cadenas tradicionales le traigan historias que le seduzcan.

Los seriales turcos conquistaron a una audiencia que aún no sufre la ansiedad de la instantánea televisión bajo demanda y espera a la emisión tradicional. Como consecuencia, Antena 3 fue tirando de catálogo. Después de Bahar, abandonada por su madre cuando tenía 8 años y salvada por el amor de un hombre, Sarp, que muere prematuramente, se buscó a Mi hija y, ahora, la historia se repite en la tarde con Tierra amarga. De nuevo, mucho drama amoroso con el que sufrir pero que, ojo, sobre todo, atrapa a través de constante música de fondo para subrayar la emoción o tensión de cada segundo y que el espectador sienta que están sucediendo avances importantísimos en la trama constantemente. Aunque, en realidad, no pase nada.

Porque en las series turcas quizá la interpretación no es lo más importante pero sí es decisivo el truco de la machacona banda sonora, que remarca cada diálogo y cada giro en la serie para que el espectador se sugestione y sienta que está asistiendo a épicos requiebros cruciales en la vida de los protagonistas.

Tierra amarga como Mujer tienen mucha morralla, pero no hay escapatoria. Y, mientras tanto, Sálvame ha tenido que reconfigurar todo el programa. Sus tramas parecen estar agotadas. Ya hemos visto a Belén Esteban y compañía hasta tirando de la cadena de los retretes de Mediaset. En cambio, los personajes del serial turco trasladan al mismo perfil de audiencia a dramas lejanos a confinamientos y en atrayentes parajes de ensueño donde hay malos malísimos con bigote -que te hace desconfiar ya de por sí- pero, también, guapos guapísimos que sufren por todas las toxicidades del amor que creíamos estar superando y que siguen moviendo muchos mundos que están en este. Porque, no nos engañemos, las telenovelas turcas son retrógradas, engoladas, sobreactuadas, promueven roles tóxicos, machistas y condescendientes que van por detrás del punto existencial en el que está la sensata audiencia transversal que, de verdad, representa a la España de hoy. Son el Élite de los yayos, vamos.

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