Yago García Redactor 'Cinemanía'
OPINIÓN

'Las chicas de hoy en día': Laca, hombreras y actitud.

La serie de Fernando Colomo para TVE es un divertido retrato de ese Madrid que ha desaparecido para siempre
Carme Conesa y Diana Peñalver en 'Las chicas de hoy en día'.
Carme Conesa y Diana Peñalver en 'Las chicas de hoy en día'.
Cinemanía
Carme Conesa y Diana Peñalver en 'Las chicas de hoy en día'.

No todo van a ser novedades en esta vida: CINEMANÍA rescata los shows que hicieron historia de la TV con esta colección de artículos. Bienvenidos a nuestros Clásicos en serie.

De todos los géneros (modas, más bien) que ha alumbrado el cine español, la ‘comedia madrileña’ de los 80 fue uno de los más irritantes, pero también es uno de los que más se prestan a un redescubrimiento. Y, para redescubrirlo, nada mejor que la aventura televisiva de Fernando Colomo, su padre oficioso. 

En Las chicas de hoy en día (RTVE), el director de La vida alegre trasplantó a la pequeña pantalla esas historias que se regodeaban en la presunta modernidad capitalina mediante personajes presuntamente modernos.

Menos mal que Colomo estuvo sembrado con Las chicas de hoy en día. Algo que se puede explicar por el hecho de que la serie se estrenara en 1991, justo cuando la autosatisfacción con laca y hombreras que presidió el Madrid de los 80 estaba a punto de derrumbarse bajo el peso de Álvarez del Manzano, aquel alcalde que prefería la zarzuela y las estatuas del Papa a Warhol y Radio Futura.

Así pues, aunque las dos aspirantes a actriz que protagonizan la historia (Carme Conesa, la catalana de familia bien, y Diana Peñalver, la andaluza buscavidas) evoquen los cercanos fastos de 1992 en Barcelona y Sevilla, ese matiz le da a Las chicas… un tono de elegía por aquella ciudad que nunca volvería a ser la misma.

Subvenciones fraudulentas, cursos de arte dramático delirantes, pisos con poltergeist incluido, la sombra perenne de la agresión sexual y un ‘juez estrella’ (Antonio Resines) modelado a imagen de Baltasar Garzón son algunas de las trampas (algunas algo caducas, otras inextinguibles) que atraviesan las antiheroínas de una serie tan pegadiza como la canción de sus créditos. 

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