La península del Peloponeso, al sur de Grecia, queda separada del territorio continental por el Canal de Corinto. Esta vía artificial de agua fue construida para el paso de barcos de mercancías, pero la belleza que desprende el lugar ha hecho que se convierta también en todo un reclamo turístico.
El eterno proyecto de unir dos mares
Antes de que se construyese el Canal de Corinto, los barcos que quisieran pasar del mar Jónico al Egeo, o viceversa, debían hacer un gran rodeo y bordear la península del Peloponeso durante 700 kilómetros. Alrededor de los siglos VII y VI, se ideó un sistema para sortear este problema. Como aún no se tenía la tecnología suficiente como para excavar un canal acuático, se construyó el diolkós, un camino de piedra por el cual se trasladaban los barcos en plataformas con ruedas.
Adriano, Calígula y Julio César también tenían en mente un proyecto con el que unir ambos mares, pero decidieron no llevarlo a cabo por miedo de que las aguas del Adriático invadieran las del Egeo. No fue hasta 1882 que empezaron las obras del Canal de Corinto, que finalmente fue inaugurado en 1893.
Un reclamo turístico
Para concluir esta enorme obra de ingeniería se extrajeron alrededor de 930.000 metros cúbicos de piedras y tierra, y el resultado fue este canal 6,3 kilómetros de largo, 24 metros de ancho y 40 de altura. Varios puentes cruzan la vía acuática de una orilla a otra, permitiendo el paso tanto de coches como de ferrocarril.
Además, la pasarela ubicada justo en la mitad se ha convertido en un reclamo turístico para aquellos visitantes que quieran contemplar el canal en su esplendor. Y es que más allá de su uso para el trasporte marítimo, el Canal de Corinto atrae a cientos de personas por su sorprendente arquitectura y por la impresionante experiencia que supone cruzarlo de una punta a otra.
Incluso es todo un espectáculo ver cómo los grandes barcos cruzan la vía prácticamente encajonados y sin apenas margen con las paredes. Son alrededor de 11.000 embarcaciones las que pasan por aquí anualmente, muchas de ellas llevando turistas en un trayecto de apenas 10 minutos.
Y por si fuera poco, incluso se organizan exhibiciones acrobáticas que cruzan de una orilla a otra en un equilibrio imposible.
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