Altamira y el arte rupestre en Cantabria: la Capilla Sixtina del arte paleolítico

La cueva de Altamira, en Cantabria, tiene una longitud de 300 metros y alberga cientos de representaciones del arte rupestre. Hasta 1977 fue visitada por millones de personas y en 1982, tras un trabajo de investigación, se reabrió la cueva con un régimen restringido de 8.500 personas al año.

Bison en la cueva de Altamira, pintura rupestre.
Bison en la cueva de Altamira, pintura rupestre.
Pixabay
Bison en la cueva de Altamira, pintura rupestre.

La cueva de Altamira, en la España septentrional, fue la primera gruta del mundo en la que se identificó la existencia de representaciones artísticas del Paleolítico Superior, esto es, la existencia en este remoto periodo de la humanidad de un universo simbólico cuyos anónimos autores intentaron plasmar utilizando diversas técnicas que demuestran un sólido conocimiento de la tridimensionalidad. 

La rica policromía de sus pinturas más famosas, ubicadas en la Sala de los Frescos, fue incluida en el año 1985 en la Lista del Patrimonio Mundial de UNESCO y en 2008 se amplió la inscripción a otras diecisiete cuevas con arte rupestre paleolítico de Asturias, Cantabria y País Vasco, pasando este bien a denominarse "La cueva de Altamira y el arte rupestre paleolítico del norte de España". Lo cierto es que hasta 1997 Altamira fue visitada por millones de personas, lo que produjo alternaciones de estructura y microclima, pero en 1982, tras un trabajo de investigación, se reabrió la cueva con un régimen restringido de 8.500 personas al año.

No obstante, en Santillana del Mar, a pocos metros de la célebre cueva, se puede recorrer una fiel reproducción. El edificio, que se integra con el entorno de tal manera que prácticamente se camufla con el paisaje montañés, presenta la visita en dos partes.

El descubrimiento

Fue en 1875 cuando Marcelino Sanz de Sautuola, abogado y aficionado a la arqueología y a la naturaleza, visitó por primera vez la cueva. En un primer momento, solo descubrió una serie de signos de color negro. Pero cual fue la sorpresa cuando cuatro años después regresó a la cueva y, tras una indicación de su hija María, de solo nueve años, que le acompañaba, contempló boquiabierto el espectáculo del gran panel de bisontes, ciervos, caballos y misteriosos signos en el techo de la gruta que siguen en sus paredes desde hace 35.000-13.000 años.

Imagen de archivo del Museo de Altamira.
Imagen de archivo del Museo de Altamira.
Museo de Altamira

La creación de una escena integrando varias figuras, el uso de relieves propios de la cueva para generar volúmenes y la perfección en la técnica del grabado, que consigue claroscuros con sólo dos pigmentos, el negro del carbón vegetal y el rojo de óxidos, hacen única esta cueva.

Neocueva y Museo de Altamira

Fue en 1868 y 1879 cuando se encontraron grabados del Homo Sapiens, correspondientes al Paleolítico Superior Magdaleniense y un número más reducido del Solutrense, en la conocida Cueva de Altamira, pero debido al deterioro de las mismas, se restringió el acceso, y se construyó, junto a la cueva original, las nuevas instalaciones del Museo de Altamira y la Neocueva, réplica fidedigna y minuciosa de la original. 

No obstante, el público tiene la oportunidad de obtener una idea exacta de lo que son las pinturas en la llamada Neocueva, una de las partes esenciales que componen  la visita al Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, situado en las inmediaciones de la gruta. Se recomienda reservar la entrada, cuyo precio actualmente es de 3 euros y 1,50 euros la reducida. Asimismo, también hay días de entrada gratuita que se pueden consultar en la web.

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