Un día de 1995, un pintor aficionado y ebanista de Chicago llamado Anthony Ayers compró una pintura en una tienda de antigüedades inglesa. Desde entonces, él se había empeñado en demostrar que la obra pertenece al pintor renacentista italiano Rafael Sanzio y una inteligencia artificial podría dar respuesta a este tema casi 28 años después.
El cuadro se titula ‘Madonna Flaget’ y representa un tema muy común de pintar en la época del Renacimiento. Se trata de una María serena sosteniendo a Jesús en compañía de Isabel y Juan el Bautista. Ayers estaba seguro de que, pese a ser un tema que muchos pintaban en el Siglo XVI, la pintura que tenía era trabajo de Rafael, artista al que se le atribuyen 200 obras.
Tal era su convencimiento que animó a sus amigos a financiar junto a él la investigación de la obra. En total, se llegaron a gastar más de 500.000 dólares en especialistas que analizaron el cuadro y los paneles de madera. Sin embargo, esto no ha servido para llegar a una conclusión y la última baza que se está barajando es utilizar un sistema de inteligencia artificial denominado ‘Art Recognition’, que ha sido galardonado por su trabajo autenticando obras de arte.
Aunque se hayan gastado tantos cientos de miles de dólares, si termina demostrándose que la obra es de Rafael, se podrían obtener grandes beneficios. Cabe señalar que la última subasta que se hizo de una obra de Rafael fue de un boceto por el que se llegó a pujar 48 millones de dólares en 2009.
Sea cual sea el resultado de la IA, Ayers no podrá ser testigo de ello, ya que murió a principios de este año. Sin embargo, Art Recognition sería la prueba definitiva para saber si tenía razón o su esfuerzo fue en vano.
La tecnología utiliza datos de todas las pinturas autenticadas de Rafael y es capaz de compararlas con otras obras similares y contemporáneas. Los ensayos sugieren que la IA identifica las pinceladas y variaciones de color que caracterizan al artista y su uso en la obra comprada por Ayers podría ofrecer la objetividad y accesibilidad que los expertos humanos no pueden dar al ser más subjetivos.
Se sabe que, antes de llegar a las manos de Ayers a mediados de los 90, la obra fue posesión de un obispo de origen francés llamado Joseph Flaget, que dio nombre al cuadro. En 1837, pasó por un convento de Kechucky, donde fue comprado por un comerciante estadounidense y llevado a la tienda de antigüedades inglesa donde lo vio Ayers.
Ahora se encuentra en una bóveda en las afueras de Chicago. Sin embargo, las investigaciones que se llevaron a cabo invitan a pensar que la obra formó parte de las colecciones del Vaticano antes de pasar por Joseph Flaget.
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