[Berlín 2013] Asuntos de mujeres

La chilena 'Gloria', de Sebastián Lelio, arranca todos los elogios críticos, mientras la nueva película de Isabel Coixet resulta ingenua, impúdica y risible. Por NANDO SALVÁ (Berlín)
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Si hace unos años nos hubieran dicho que el cine chileno estaría un día nominado al Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa y a la vez presentando en grandes festivales películas tan magníficas como Gloria, nos habríamos muerto de la risa. Pero ahí está, y no es casualidad que detrás de ambos logros esté el mismo nombre, Pablo Larraín. El director de No produce este quirúrgico estudio psicológico de una divorciada de casi sesenta años, en el que el director y sobre todo la tremebunda actriz Paulina García demuestran de forma brutal pero llena de humor y de compasión lo difícil que puede llegar a resultar tratar de reconstruir las ruinas de tu vida cuando estás bastante más cerca de la tumba que de la cuna. Pero, ante todo, es una reivindicación de las ganas de vivir, a la edad que sea.

Basada en la escandalosa novela homónima que Diderot publicó a finales del siglo XVIII, La Religieuse es la historia de una joven empujada por sus padres a hacerse monja y que, a causa de su negativa a someterse a la rígida disciplina de la vida monástica, será víctima a una forma especialmente abusiva de bullying. El francés Jacques Rivette ya hizo una adaptación de esta historia en 1966 que fue prohibida por la censura de su país por el nada amable retrato que ofrecía de la Iglesia. Nada de eso le pasará al director Guillaume Niclaux, en primer lugar porque mucho ha llovido desde entonces, y por otra parte porque en esta versión el foco está puesto menos en las conductas aberrantes en el seno del catolicismo que en el tema universal del individuo impotente frente al sistema. En todo caso, el problema de la película no es ese, sino una inconsistencia dramática que convierte lo que prometía ser un trágico drama religioso en una absurda farsa sexual en la que la muchacha del título es magreada por las esquinas por una madre superiora, Isabelle Huppert, tan lasciva que bien podría haber formado parte del convento que en su día retrató Walerian Borowczyk.

De la nueva película de Isabel Coixet, Ayer no termina nunca –presentada en la sección paralela Panorama— es difícil hablar sin caer en la mofa. Protagonizada por Javier Cámara y Candela Peña, es algo así como una pieza de teatro filmado que pone en paralelo la historia de una pareja de antiguos amantes que tratan de lidiar con la pérdida de su hijo y la historia de una España futura –siete millones y medio de parados, Europa nos ha denegado el tercer rescate-- devastada por la crisis económica. Coixet ha mencionado la influencia de películas protagonizadas exclusivamente por dos intérpretes como Mi cena con André, Antes del atardecer y, sobre todo, los Secretos de un matrimonio de Bergman, y la mención de semejantes referentes suena lógica, al menos hasta que uno se sienta realmente frente a la pantalla a contemplar cómo Cámara y Peña empiezan a esputar sentimientos supuestamente profundos con una intensidad grandilocuente y una romanticismo melodramático propios de un corto de final de carrera. Todo es de una ingenuidad que agrede, de una impudicia que agota.

La importancia de la ficción televisiva, y su atractivo mediático, ha llegado a ser tal que últimamente no hay festival de cine que se precie que no incluya en su programa alguna producción catódica de prestigio, posiblemente de mala gana –la misma con la que te haces amigo de ese compañero de cole que en realidad te cae mal, simplemente porque la pelota de fútbol es suya--. El caso es que a esta Berlinale le ha tocado Top of the Lake, siete episodios de una duración total de seis horas dirigidos por Jane Campion, cuya premisa recuerda inevitablemente a títulos como Twin Peaks o The Killing: la desaparición de una niña embarazada de 12 años agrieta la idílica fachada de una pequeña comunidad neozelandesa, bajo la que se esconden incesto, violaciones, corrupción, asesinato y, en general, mucha mugre.

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