[#littlesecretfilm] 'Undo Infinito': abrir archivo, desintegrar pareja, exportar vídeo

Continúan en CINEMANÍA las reseñas de las mejores propuestas realizadas bajo los preceptos del modelo de producción #littlesecretfilm. Ya hemos hablado de Piccolo Grande Amore y de Manic Pixie Dream Girl; en esta ocasión nos centramos en Undo Infinito, la propuesta dirigida por Álex Mendíbil y protagonizada por Marta Suárez Bodelón, Antonio Villa y Jesús Calvo. Recuerda que, como el resto de filmes del proyecto, puedes verla de forma completamente gratuita a través de la página web de #littlesecretfilm.

Durante los primeros seis minutos de Undo Infinito asistimos a la reproducción de los primeros seis minutos de Escuela satánica para señoritas, infraclásico ignoto del satanismo setentero dirigido por David Lowell Rich en 1973. Tal cual. Un sampleado directo y sin concesiones que anticipa lo que está por venir. Después descubriremos que dicha película es sobre la que está trabajando actualmente Marta, la protagonista del relato, una editora de vídeo que debe limpiar las imágenes para su edición doméstica. Porque la acción directa sobre las imágenes que nos rodean y su adecuación a nuestros intereses es un tema primordial en el filme de Mendíbil. A lo largo del metraje, el director alternará distintas fuentes audiovisuales (películas, programas de televisión, vídeos de viaje, la grabación de una charla sobre cine...) para contarnos la historia de un trauma, una obsesión y la nitidez (HD ready) que puede alcanzar el malestar contemporáneo.

Marta pasa a formar parte del nutrido y sugerente corpus cinematográfico de personajes obsesivos, solitarios y perdidos en sus propias tareas mientras se van desvinculando progresivamente de los demás hasta que llegan a perder el contacto con la realidad. Si es que hay algo que podamos entender como tal cosa, claro, teniendo en cuenta que hemos decidido estructurar nuestras experiencias y el recuerdo de lo real en base a imágenes que sólo tienen detrás una serie de códigos binarios para defender su manipulable estatus de legitimidad. Los dos vídeos de viajes que recuerda Marta (tan alérgica a ser grabada como Fred Madison en Carretera perdida) lo dejan claro: no tenemos ninguna certeza de que su visita en pareja al Amazonas sea más real que la de Prípiat; preciosísima cita a Hiroshima, mon amour en ese último vídeo, por cierto.

Ya que estamos con Resnais, en la estructura volátil de Undo Infinito hay bastante de los saltos narrativos que tanto practicó el francés. Pero la extrañeza de la que termina contaminándose la película remite más a cierto Polanski malsano y al Nicolas Roeg de Amenaza en la sombra mezclados con la ansiedad del registro audiovisual del primer Egoyan, a quien se cita explícitamente. No obstante, aunque el juego de las citas encadenadas (todavía se podrían nombrar más) y la diversión metalingüística de la combinación de materiales parezcan la superficie más jugosa y atractiva de la película, ésa que te impulsará a querer comentarla con otros que también la hayan visto nada más acabar, en medio de tanta frialdad (y quizás un excesivo amoldamiento a un objetivo discursivo que acarrea subrayados y cierta rigidez) hay que destacar el componente emocional. El que aflora en la mejor secuencia (con permiso del final), cuando Marta (Marta Suárez Bodelón) y su novio Antonio (Antonio Villa) comparten una cena rápida de comida china sentados en el suelo. Diálogos intrascendentes en plano fijo y cargados de naturalidad a los que, sin que el espectador lo sepa en ese momento, deberá recurrir más adelante (haciendo ctrl+z en su memoria) si quiere orientarse dentro de la misteriosa madeja de acontecimientos e imágenes que irán enredándose en el relato y la mente de la protagonista.

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