Primeras impresiones de 'Skyfall'

Esta misma mañana, los agentes de CINEMANÍA se han enfrentado a un desafío muy especial: acompañar al mismísimo James Bond en su nueva misión. Una operación con el nombre clave de Skyfall, cuya historia ha sido azarosa desde antes de su comienzo (cosas de la quiebra de MGM) y que cuenta como jefe supremo con un tal Sam Mendes, conocido entre los espías de celuloide por brillantes trabajos como American Beauty y Camino a la perdición. Pues bien: aunque por los pelos, hemos sobrevivido. Y, en espera de un informe definitivo en forma de crítica, os ofrecemos nuestras primeras impresiones de un filme tras el cual, lo garantizamos, el mito de 007 nunca volverá a ser el mismo. Si os quedáis con ganas de más, repasad los veredictos de la crítica británica.

Desde tiempos inmemoriales, las 'películas Bond' han comenzado con una escena de acción trepidante. Casino Royale interrumpió momentáneamente esta tradición, Quantum of Solace la retomó (de forma un tanto excesiva, dirían algunos) y ahora Skyfall la mantiene, incrementando el voltaje, si eso fuera posible. El arranque nos muestra una persecución en Estambul durante la cual Craig y Naomie Harris se desplazan a pie, en coche, en moto, en tren y en excavadora para dar caza a los malos, y al final de la cual nos esperaría algo que podría ser una gran sorpresa, de no ser porque los tráilers nos lo han mostrado hasta la saciedad. ¿Que de qué se trata? Ahh...

Tras el obligatorio cold opening saturado de tiros y derrapes, ¿cuál es la siguiente parada en toda aventura de 007? Pues está claro: los créditos y la canción que les acompaña. En este respecto, Skyfall no nos ha impactado tanto como Casino Royale: en lugar de seducirnos con un look actualizado, estos títulos se atienen a la tradición inaugurada por James Bond contra Goldfinger, dada su profusión de formas psicodélicas y siluetas esculturales. Aunque para gustos están los colores, nos han convencido más que los de Quantum of Solace, que parecían diseñados por Jordi Labanda. Eso sí: la canción titular, cortesía de Adéle, pega estupendamente con el tono del filme, resultando elegante, suntuosa y atmosférica.

Literaturas aparte, está claro que Sam Mendes aceptó Skyfall como un encargo: las aventuras autorales del estilo de Revolutionary Road tienen su precio, y la pensión alimenticia de Kate Winslet debe resultar onerosa. Sin embargo, cuando Eon y MGM se hicieron con los servicios del británico no estaban recurriendo a un simple mercenario, y el producto final lo demuestra. Ayudado por la soberbia fotografía de Roger Deakins (hombre de confianza de los Hermanos Coen), Mendes entrega un trabajo esteticista, cuidado y que se regodea en las peculiaridades de cada escenario: sin ir más lejos, cuando los avatares de la historia llevan a 007 a Shanghai, el cineasta se marca una pelea a contraluz que hará las delicias de Quentin Tarantino.

Que el Bond de Daniel Craig es un personaje bastante turbio es algo que ya sabíamos. Ahora bien: en Skyfall, el personaje demuestra que siempre se puede caer más bajo. Según se nos recuerda cada dos por tres, el 007 de hoy en día es un alcohólico (temblor de manos al disparar incluído), un individuo al límite de la cordura (no diremos de qué lado) y una mala bestia que se aburre soberanamente cuando pasa más de una semana sin matar a alguien. La película hace lo posible por recordarnos que el espía también tiene su corazoncito. Pero para que esto resulte verosímil, ¿cuál es la mejor opción? Enfrentarle con un sujeto todavía peor que él.

Cuando Sam Mendes declaró que Christopher Nolan y su saga de Batman le habían servido de inspiración para Skyfall, no faltaron quienes se llevaron las manos a la cabeza. Desde aquí atestiguamos que la nolanización de 007 es un término inexacto, salvo en el caso de su villano. Porque, si Craig es a Sean Connery lo que Christian Bale a Michael Keaton (salvando las distancias), entonces Javier Bardem es al Doctor No y compañía lo que Heath Ledger a Jack Nicholson. Más allá de su criminal tinte de pelo, el español aparece como uno de los principales atractivos de la cinta: excesivo, bufonesco en el mejor sentido y con una perversidad polimorfa que le lleva a tirarle los tejos a 007 en una escena que dará muchísimo que hablar.

Quienes acudan a Skyfall buscando curvas y voluptuosidad, puede que se lleven un chasco. 007 mantiene su gancho seductor, y triunfa como corresponde. Pero los personajes femeninos tienen bastante más entidad que de costumbre: Naomie Harris se nos ha metido en el bolsillo a punta de rifle de precisión, mientras que Bérénice Marlohe encarna a una mujer con un pasado, atormentada y de trágico mirar. Los días de Pussy Galore han pasado, por suerte o por desgracia, lo cual nos lleva a otro punto importante...

Si hay una 'chica Bond' en Skyfall, esa es la venerable actriz británica. La cual recibe en este filme más protagonismo que en ninguna otra de sus intervenciones desde Goldeneye: cuando uno tiene a una intérprete de su solvencia, ha debido pensar Sam Mendes, qué menos que aprovecharla, un aprovechamiento que se traduce en memorables escenas con Daniel Craig y Bardem. Sólo diremos que, aunque no lo parezca, en esta aventura la familia ocupa un papel muy importante, y que el complejo de Edipo puede resultar muy peligroso...

Siguiendo la tendencia de Casino Royale y Quantum..., Skyfall mantiene la tecnología en un plano omnipresente, pero muy soterrado. Servidos en bandeja por el neurótico Q de Ben Wishaw, los gadgets de 007 se limitan a una pistola Walter PPK (vieja conocida de los fans) y un pequeño radiotransmisor. La aparente pobreza de los artilugios se lleva un par de gags muy oportunos, pero elementos ya presentes en la película de 2006, también sabemos que las andanzas de Bond son supervisadas en directo por sus superiores vía GPS y pinganillo auricular. Un aro por el cual Connery nunca hubiese consentido pasar.

Los seguidores de James Bond que reprochaban a la saga haber perdido el contacto con sus orígenes se lo pasarán pipa con este filme. Porque, si Skyfall destaca por algo, es por su forma de atar cabos con elementos del mito de 007 que creíamos perdidos. Entrar en detalles nos haría caer en los spoilers, así que sólo diremos una cosa: cierto Aston Martin DB 5 de 1964 tiene un papel muy importante en la trama. A nosotros se nos han saltado las lágrimas sólo con verlo..