[Crónica Venecia 2012] En el principio, Dios creó la Mostra. ¿O fue Alá?

Mira Nair inaugura la 69 edición del Festival de Cine de Venecia con 'The Reluctant Fundamentalist', Sarah Polley nos cuenta su vida y el Lido se despereza. Lentamente. Por ANDREA G. BERMEJO
[Crónica Venecia 2012] En el principio, Dios creó la Mostra. ¿O fue Alá?
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Venecia tarda un día en hacerse. Esto es Italia y lo mejor es que te relajes, que disfrutes del peculiar trayecto en taxi acuático desde el aeropuerto al Lido, el paraíso playero de canales, bicicletas y casitas de chocolate donde se celebra la 69 edición del Festival de cine, que degustes sin prisa el caffè macchiato que te han traído tres horas más tarde de haberlo pedido y que al llegar al Casinò, centro de operaciones de la Mostra, no te de un infarto al ver que el Festival acaba de empezar y todavía ni han echado la alfombra roja. Lo mejor será que disfrutes del panorama, del lío de grúas, polvo, decorados y obreros gritando "scusi signorina!!!" mientras vigas y banderolas con el león alado –insignia de la Mostra– vuelan por encima de tu cabeza y los periodistas corren despavoridos de un mostrador a otro en busca de acreditaciones. Esto es Italia y aquí las cosas tienen su propio ritmo.

Tampoco esperes que la cosa coja carrerilla en las proyecciones. The Reluctant Fundamentalist la película con la que Mira Nair ha inaugurado la 69 edición del Festival de Venecia, es un thriller político y religioso que se toma dos horas para explicar –a través de los ojos de un pakistaní educado en EE UU– la peligrosa fractura entre Occidente y Oriente Medio a raíz de los atentados del 11 de septiembre. Es una pena que una película tan necesaria –“un puente y una invitación al diálogo entre las dos partes”, ha argumentado Nair en la rueda de prensa posterior al pase–, haya sido resuelta de una manera tan convencional, con demasiadas explicaciones y flashbacks, así como con personajes que quizás en la novela de Mohsin Hamid tenían sentido, pero que aquí no aportan nada a la narración. El puntazo, que lo hay, es ver a Kiefer Shuterland –genial con sus gafitas Mad Men– y a Kate Hudson teñida de morena haciendo el milagro de los panes y los peces –con 15 kilos de diferencia entre el filme y la rueda de prensa–.

[Crónica Venecia 2012] En el principio, Dios creó la Mostra. ¿O fue Alá?

Ni siquiera la reina de las cosas chiquititas, Sarah Polley, ha calculado bien el metraje de su documental autobiográfico Stories We Tell. La directora de Take This Waltz ha demostrado en el Lido que tiene mejor pulso para contar su vida que para inventarse las de los otros. Stories We Tell es un sorprendente ejercicio de montaje que reflexiona sobre la memoria –cómo contamos nuestras propias historias– y la ausencia de una única verdad, a través de una serie de entrevistas a sus familiares con las que intenta reconstruir la vida de su madre fallecida. El resultado es muy artie –cancioncillas de Band of Horses incluídas– pero al mismo tiempo, sincero y emocionante. Hasta que Polley se pone muy Polley y se le va la mano con las metáforas y con el minutero.

Pero esto es Italia y ah… después de un día de montaje, lentitud y colas, al llegar la noche baja Dios y los viste de Armani. La espera habrá merecido la pena cuando dejes atrás el Lido y vayas en vaporetto a Venecia y, una vez allí, subas al último piso del hotel Danieli, a la fiesta organizada por Variety con vistas a la Plaza de San Marcos iluminada. Y no sepas si mirar hacia fuera o hacia dentro, porque todos –ellos y ellas– visten tan bien y son tan guapos que parecen de mentira. Como la ciudad. Hacer cosas tan bellas, ciudades como Venecia, festivales como la Mostra, lleva su tiempo.

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