Carmen Lomana: una 'socialité' políticamente incorrecta
- Su tono afectado y sus aires de gran señora la han convertido en poco tiempo en uno de los personajes favoritos del colorín.
- Cuenta entre sus fans con amantes de lo 'kitsch' y rubias sofisticadas.
Al igual que el universo del cuore, el léxico no constituye un conjunto rígido ni cerrado. Cada día, advierten los lingüistas, nacen decenas de palabras. Además de los préstamos que recibimos de las lenguas extranjeras, muchos neologismos se forman por derivación, es decir, añadiendo prefijos o sufijos a vocablos ya existentes.
Dicen que el lenguaje periodístico tiene cierta predilección por estos procesos, capaces de condensar en un solo término, una idea. Los filólogos nos proporcionan algunos ejemplos en sus manuales: en los 80, Felipe González y su vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, inspiraron las voces felipismo y guerrismo. Mucho antes de aquello, el Real Madrid y la pasión de sus hinchas engendraron el madridismo.
Una pija ubicua y desenfadada
Como la mayoría de las de su clase, Lomana luce con orgullo la onerosa rigidez facial que provoca el bótox, viste una talla 38 y habla engolando la voz. No mira las etiquetas de las prendas de ropa antes de adquirirlas, no sabe a ciencia cierta cuánto cuesta un café ni un kilo de tomates ("yo los compro por piezas", se disculpa) ni va a mercadillos. Es devota de Marbella y de las grandes pasarelas de moda. Además le encanta desayunar en la cama. Una vez ojeados los periódicos, se dedica a gestionar sus propiedades.
A pesar de todo lo que la une al exclusivo círculo de las reinas del corazón, se rumorea que Lomana no encaja entre ellas. Al fin y al cabo, ella es todavía una recién llegada. Su nombre saltó a los medios hace apenas dos años, cuando fue relacionado con el del ex prometido de Gina Lollobrigida, Javier Rigau. Desde entonces su ascenso social ha sido imparable: no hay papel cuché, plató, boda o festejo al que no aporte su glamour.
Bohemia, intelectual, ‘disfrutona’…
Si bien su imagen es frívola, muchos la describen como una mujer inteligente. Su padre era banquero y ella misma llegó a trabajar en el Banco Santander.
Declaraciones como aquella en la que acusaba a la Princesa Letizia de parecer una avestruz a causa de sus sandalias de plataforma, o aquella otra en la que admitía haber fumado hachís, no han hecho más que acrecentar su popularidad. Sus fans en Facebook se cuentan ya por millares y hay incluso quien la señala como el "icono gay y kitsch" del momento. Ella recibe las muestras de cariño con una sonrisa paralizada.
Verdades y mentiras
Lomana aprovecha sus visitas a los platós para desmentir los "embustes" que circulan sobre su vida. Le molesta que la llamen "multimillonaria" o que la tachen de "encefalograma plano" ("No es cierto").
No colecciona modelos de Chanel, aunque sí tiene un vestidor dedicado a esta firma. Y su marido no era un rico nonagenario: ella se casó hace tres décadas, y muy enamorada, con un joven chileno licenciado en Ingeniería Industrial, Guillermo Capdevilla. Éste, que abandonó su país cuando Pinochet subió al poder, amasaría después una importante fortuna gracias a sus patentes. Capdevilla murió en 1999 en un accidente de coche cuando tenía 49 años. Lomana podría tener ahora unos 58, así como unas mil patentes para comercializar.