[Crónica Sitges 2011] ¿Somos samuráis?

Takashi Miike, el hijo pródigo internacional del festival, confirma su nuevo clasicismo con 'Hara Kiri: Death of a Samurai' y 'The Yellow Sea' demuestra cómo de sólido puede ser un thriller. Por TONI VALL
[Crónica Sitges 2011] ¿Somos samuráis?
[Crónica Sitges 2011] ¿Somos samuráis?
[Crónica Sitges 2011] ¿Somos samuráis?

Ando yo algo agobiado por la sala de prensa, leyendo en diagonal el diario del festival y pensando que llego justo de tiempo a la entrevista con Joe Cornish –el director de Attack the Block- y todavía tengo que recoger dos entradas para el día siguiente. De repente una puerta de cruza en mi camino. No es la puerta que lleva a la cámara de los secretos de Harry Potter, tampoco la que cruza Alicia para llegar al país de las maravillas. Es la puerta que comunica la sala de prensa con la sala de las taquillas donde se venden las entradas y se recogen las invitaciones. Con las prisas no me acuerdo que está prohibido el paso por allí, de hecho un cartel lo especifica, pero voy tan acelerado que decido acortar tiempo y la abro. Al otro lado topo con una vigilante que me corta el paso -"¿Quién eres tu?"- y coge la acreditación que cuelga de mi cuello. Interiormente asumo mi falta y espero algo tipo: “Por aquí no se puede pasar, que no se repita”. Pero no, la frase es “Tienes que dar la vuelta”. Me parece innecesario y excesivo. Sigo mi camino pero la vigilante insiste y llama a una compañera suya. Me quieren coger por el antebrazo para echarme de allí y les pido que no me pongan las manos encima. Me siento como un delincuente, un intruso, un maleante. Llega el vigilante jefe, la vigilante le cuenta que la he empujado –falso– y me pide explicaciones. “Iba leyendo y con prisas, ¿no hay para tanto no?", respondo. Él calma los ánimos –gracias– y el asunto queda zanjado. Pido disculpas de rodillas si es necesario –la seguridad es sin duda un elemento conveniente– pero a la vez me pregunto: ¿era necesario? SOLO ES LA PUERTA QUE COMUNICA LA SALA DE PRENSA CON LA SALA DE LOS TICKETS. Ya ven, avatares imprevistos del cronista festivalero. No solo de ver películas se nutren los apasionantes días de Sitges.

Ayer tocó día oriental. Vimos The Yellow Sea, del coreano Na Hong-jin, el director de la celebrada The Chaser. Pertenece a ese raro subgénero de pelis de taxis y es una serie negra de diáfana inspiración setentera en la que un taxista acepta cometer un asesinato para poder reencontrarse con su esposa, de quien vive alejada desde hace años. Se le antoja a uno pensar que es como si Michael Mann hubiera decidido inyectar de mensaje social uno de sus estupendos thrillers. A pesar de su duración claramente excesiva Hong consigue una obra sólida como un menhir, rodada con el pulso propio de algo más que un solvente artesano, ese palabro que todavía hoy, tantas veces utilizamos para descalificar a los creadores de ese cine de género que tantas veces nos ha salvado la vida.

Si Jaume Balagueró es el hijo pródigo nacional de Sitges, Takashi Miike es el internacional. Y el tío sigue enfrascado en un estajanovismo tremendo, que le impulsa a ser extremadamente prolífico. Tenemos todavía fresca en el recuerdo 13 asesinos, presentada el año pasado y sin duda su mejor obra hasta la fecha. Bueno, desde ayer esta afirmación es inexacta. Hara Kiri: Death of a Samurai es otro regalo de Miike, que parece haberse decido a no rodar más chorradas como Zebraman o Crows y centrarse en un cine clásico y musculoso, en el que cobra vital importancia la siempre apasionante figura del samurái. En esta ocasión nos regala una historia de amor triste y melancólica sobre el fin de tan romántica estirpe de guerreros. Violenta y apasionada, es esta la película de alguien que al fin puede presumir de haber alcanzado un exquisito grado de madurez.

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