Llegamos, y allí estaba él, se acercó, nos presentamos, y comenzamos a hablar, y hablar, y hablar... y así fuimos descubriendo que no éramos tan desconocidos, que nuestras vidas tenían muchas coincidencias, que compartíamos formas de pensar y de vivir.
La noche avanzaba cuando sentí su mano en la mía, y luego llegó el primer beso, el beso más dulce, cálido y suave que nunca había recibido. Había amanecido cuando nos despedimos, me dijo: ¿Quieres que vaya el domingo que viene a Madrid?, lo que conllevaba que él se desplazara de su ciudad, Segovia.
Finalmente llegó el viernes y continuamos compartiendo paseos, confidencias, risas, canciones, experiencias... y, lo principal, nuestro tiempo y unos instantes preciosos e imborrables. Desde entonces, seguimos compartiendo todo eso y mucho más y más importante, nuestro amor. Amor, en el que volví a creer cuando él apareció en mi vida, y en el que creo cada fin de semana cuando nos reencontramos. Sol, te quiero muchísimo. ¡Feliz aniversario!
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