El número de pasajeros con el llamado síndrome de la rabia aérea (sky rage), o comportamiento agresivo, ha aumentado en los últimos años, y se detecta especialmente en los vuelos vacacionales de larga duración, que suelen ir llenos hasta la bandera.
No estaría de más que los pasajeros supieran, por ejemplo, que debido a la altitud, el consumo de una copa de alcohol a bordo de un avión equivale a beberse tres en tierra, según Mario Alberich, responsable del Departamento de Seguridad Aeroportuaria del Colegio Oficial de Pilotos de la Aviación Comercial (COPAC).
Los que tienen autentica adversión a volar, al acercarse al avión sienten taquicardia, temblor de piernas, agitación, ganas de vomitar y de llorar. Este miedo, sostiene Alberich, está también detrás del comportamiento "desafiante" que manifiestan algunos ejecutivos, cuando se niegan a abrocharse el cinturón, apagar el móvil o enderezar el asiento a indicación de la tripulación.
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En los casos de pasajeros conflictivos que insisten en no obedecer las órdenes se suele aplicar el convenio de Tokio y la legislación comunitaria, que delega en el comandante la responsabilidad sobre la seguridad del avión y de sus ocupantes.
El piloto puede prohibir el transporte de personas bajo el efecto del alcohol o de las drogas y ordenar medidas coercitivas para mantener el orden y la seguridad dentro de la aeronave. Esto incluye desviarse hasta el aeropuerto más cercano o regresar al lugar de partida.
Son muchas ya las compañías, entre ellas Iberia, que han incorporado en los aviones un equipo de grilletes plásticos o cintas inmovilizadoras para colocar en las muñecas de los pasajeros violentos
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