Reprimenda a la Asociación Anti-Barbies

Modelo de tallas grandes en un desfile.
Modelo de tallas grandes en un desfile.
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Modelo de tallas grandes en un desfile.

-Mamá, ¿has visto qué foto?

La madre, que es la presidenta y fundadora de la Asociación Anti-Barbies Botulímicas, se acerca al ordenador de su hija preparada para ver todo contra lo que lleva luchando los últimos años de su vida en una imagen. La sorpresa es tan fuerte ante lo que ve que su boca no emite siquiera un gemido o similar, algo que exprese el susto que acaba de llevarse.

-Mamá, ¿estás tonta o qué?, ¿por qué me miras con esa cara? La foto es un espanto y hay que tener un gusto de perro para poner a una modelo obesa y llena de celulitis en la portada de una revista de moda.

No puede creer lo que oye, lo que ve: su hija es todo lo contrario de lo que ella ha querido que fuera y de lo que ella ha peleado por ser. -Pero, hija -logra hablar-

esas mujeres no son horribles como tú dices. Lo que sucede es que estáis todas las jóvenes envenenadas de esa publicidad maliciosa e irreal. ¿Qué crees que las piernas aterciopeladas, perfectas y sin una estría o gramo de celulitis de los anuncios de cremas son de mujeres de verdad?, ¿no te parecen más propias de una niña de once años?, y esos otros anuncios de niñas famélicas en ropa interior, ¿te parecen más estéticos que el de esta chica rellenita?

-Mira, mamá, estoy harta de tus cosas, esta tía está gorda, no rellenita. Es que es alucinante: la otra es famélica y esta gorda es rellenita. Ya vale, ¿no?, ya vale. Que yo soy de este mundo y no pienso ser como tú. En la vida voy a ser como tú. Estás tan rayada con tus historias que no te enteras ni de lo que piensa tu propia hija. Entérate: no soy como tú y odiaría serlo. A mí me parece una exageración lo que hacéis tú y esa banda de locas que viene a casa y te acompañan en tus fechorías, porque, sí, mamá, son fechorías. No se puede ir por la calle rompiendo marquesinas sólo porque a ti no te gustan las modelos.

La joven, llena de la fuerza que proporciona la juventud, sale indignada del cuarto dando el acostumbrado portazo de su edad.

La madre se queda sentada en la silla del ordenador de su hija. Está recordando una imagen similar, sólo que ésta ocurrió muchos años antes, cuando la hija era ella y la que gritaba también era ella... y la que daba el portazo.

Se queda sentada, como entonces hicier su madre, perpleja y asustada.

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