Hubiera sido bonito haberlo perdido

Leopoldo Alas (izda) con el también escritor Eduardo Mendicuti. EFE
Leopoldo Alas (izda) con el también escritor Eduardo Mendicuti. EFE
Leopoldo Alas (izda) con el también escritor Eduardo Mendicuti. EFE
En un acceso de sinceridad elevada a palabra (debía haberse quedado en pensamiento, se reprochó cuando ya era tarde) lo dijo: "tengo tanto miedo que ni siquiera me doy cuenta de que lo tengo". No provocó reacciones de ninguna clase. Quizá ya estaban demasiado acostumbrados a su persona como para sorprenderse.

Sus amigos siguieron hablando sobre sus próximas vacaciones mientras bebían mucha más cerveza de la que necesitaban para paliar la sed. A Blanca le dieron ganas de decir que el alcohol provoca deshidratación. Estaba rabiosa por el poco impacto de su frase y lo ridícula que se sentía por haberla emitido. Las contradicciones con las que se ha ido haciendo la persona que es le molestaban como si fuera la primera vez que las notara.En cualquier otra ocasión jamás hubiera recitado un poema en voz alta delante de la gente, aunque esa gente fueran sus más allegados. En cualquier otra ocasión

hubiera callado y hubiera repasado mentalmente los versos de un poema acorde a su estado anímico. El miedo y la tristeza conforman el de hoy.

Una extraña conexión se produjo en su cerebro cuando leyó el viernes que un poeta con cuya obra había compartido muchas noches de insomnio y ansiedad había muerto. No le impresionó tanto la edad, 45 años, como el hecho de que hubiera muerto.Estaba triste, pero eso sí que no lo reconocería, la tomarían por ñoña, ridícula... y a Blanca le costaba mucho

aparentar ser fuerte. Puede que por el esfuerzo de guardarse ese sentimiento se le hubiera resbalado lo del miedo.

El miedo y Leopoldo Alas estaban unidos, aunque sólo fuera en esa extraña asociación que su cabeza había hecho al leer la necrológica.

Fue por un poema y una mujer a la que creía haber amado y con quien llegó plantearse sus gustos. Bastó mandarle el poema por correo electrónico para sentir el miedo del poema que mandaba. Fue la respuesta de ella, por quien hubiera proclamado a quien la hubiera querido escuchar, que le gustaba esa mujer más que ningún otro hombre le había gustado en la vida. Bastó el clic para recibir un mensaje, el mensaje que dio la vuelta a su enamoramiento y la cambió para siempre: "¿Por qué me mandas esto? Yo no leo a esos poetas". ¿Qué había querido decir con ese "esos" lleno de desprecio? "Y si quieres decirme que tienes miedo a estar conmigo, no hacen falta cursiladas ni poemitas".

Para resarcirse lo recitó. Una suerte de venganza con retraso, en el momento inadecuado y con quienes nada tenían que ver. Lo recitó con tanta verdad que hasta ellos, que seguían bebiendo, prestaron atención a lo que Blanca decía.

"El miedo es una potencia cómica.

Me hace temblar en un pasillo

por el que voy dichosamente a tientas

para no despertarle,

con gracioso patetismo,

abismado en mi cuerpo.

El miedo es el humor de la carne.

Por dentro es una fiebre

de pesadillas sin cuento,

un terror a la vida.

Por fuera es una broma.

Y es un prodigio haberlo perdido:

por la gracia de sentir

que soy ajeno a mí mismo."

(Leopoldo Alas, Del poemario PRIMER CONCIERTO DEL DESORDEN)

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