Se lo advertía a el que quisiera escucharle después de recibir el Oscar: "Tendrán que pasar muchas horas y unos cuantos güisquis para asimilar este triunfo".
El actor estuvo bebiendo y fumando toda la noche
Dicho y hecho:
Javier Bardem vivió una noche de felicidad en la madrugada del domingo al lunes,
rodeado de sus íntimos -entre los que no faltaban, por supuesto, su madre
Fernando León, buen amigo del actor- y siempre con una copa y un cigarro en la mano, olvidando por un día que la voz también es una herramienta de trabajo que debe cuidar un actor.
Con su esmoquín de
Prada y una sonrisa de oreja a oreja, el actor se despidió entre aplausos de la prensa española para dirigirse al bar
Marmont, uno de los locales de moda de la zona, enclavado en el número 8221 del legendario
Sunset Boulevard de Hollywood.
No hablamos de un lugar cualquiera: el bar está situado junto al gigantesco castillo y hotel donde, por ejemplo, murió hace 25 años el actor
speedball, una mezcla de
cocaína y heroína.
Pero el Marmont es también escenario de
momentos más felices: fue donde se conocieron
Winona Ryder. Cuando Sting pasa por ahi tampoco pierde la ocasión de sentarse en su piano y tocar alguna canción.
¿Cuál seguía siendo el objetivo de Bardem a esas horas?
"Emborracharme". Así de sincero era el actor, cuya melopea era contemplada por su amigo Josh Brolin -compañero en
¿Y Penélope? La actriz, experta en la noche de Hollywood tras sus rodajes y noviazgos con
ésta no se aburriese, que a los bailes de su novio.
Pero Cruz y Bardem tenían también ganas de intimidad, por lo que la actriz había preparado una
fiesta privada en el bar Villa del 8623 de Melrose Avenue. Reformado el pasado diciembre, sus sofás de cuero y espectacular barra fueron escenario de la noche más feliz de Javier.
No todo el mundo pudo verlo, por supuesto, sino que la secuencia festiva transcurrió en una de las abundantes zonas VIP del bar -que se anuncia como "Una zona VIP todo él". Si alguien quiere sentir algo parecido a lo que vivieron
Pe y Bardem puede aprovechar la
happy hour, todos los días de cinco a ocho de la tarde, para probar el Monroe Cosmo, a
un precio más asequible.
No se sabe ya mucho más de la noche, que desde ese momento se pierde en
la intimidad de la pareja. A la salida del Villa, unos avezados fotógrafos lograron fotografiarles compartiendo coche y dirigiéndose a una velada 'de cine'. Para saber cómo terminaron las cosas, pregúntenle al
'único testigo' inseparable de Bardem: su Oscar.